Mexico and the World
Vol. 6, No 4 (Fall 2001)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume6/4fall01/canales2.html

La inserción laboral de los migrantes mexicanos en la nueva economía de Estados Unidos

Alejandro I. Canales Cerón

INTRODUCCIÓN

En la segunda mitad del siglo XX la economía norteamericana enfrentó profundos cambios estructurales y sociales, que se reflejan en la dinámica de los mercados laborales. La transformación de la estructura del empleo y de las ocupaciones es reflejo de la magnitud y profundidad de las modificaciones en la estructura social. Cambios que están vinculados directamente con el proceso de globalización y. según diversos autores, conforman los rasgos más característicos del paso de la sociedad industrial a la posindustrial e informacional.

     Castells (1998) plantea que el tránsito hacia la era de la información implica el incremento absoluto y relativo de empleos y actividades económicas orientadas al procesamiento de información y conocimientos, así como su aplicación al mundo del trabajo. En términos de la estructura del empleo, se trata del auge de los servicios a la producción (asesorías en gestión productiva. apoyo legal y contable. mercadotecnia y finanzas. consultorías de relaciones industriales, etc.) y determinados servicios sociales profesionalizados. Asimismo, se señala el estancamiento del empleo en actividades extractivas e industriales en términos de su transformación en formas de precariedad, desregulación contractual y flexibilidad salarial. Sin embargo, estos sectores no necesariamente quedarían al margen de la globalización, sino que su incorporación a la sociedad global sería con base en la precarización de las ocupaciones que genera.

     En este contexto, parece que el aspecto más característico de la actual estructura de las ocupaciones y actividades económicas es la creciente polarización y segmentación que la globalización estaría generando. Se trataría de un doble proceso que incide directamente en la estructura social. Por una parte. la sustitución de un tipo de actividades dinámicas por otro. Esta ha sido la forma típica de desarrollo del capitalismo, que en la era de la globalización se expresa en el auge de empleos de alto nivel y contenido informacional y de conocimientos que sustituyen a las ocupaciones propias de la sociedad industrial (trabajo semicalificado, servicios sociales, etc.). Este proceso es «natural, en una sociedad tan dinámica como la capitalista. Por otro lado, tanto en las actividades «globalizadas» como en las «tradicionales, podemos apreciar una tendencia a la polarización de las ocupaciones. Se trata de una creciente heterogeneidad en la estructura laboral que implica la coexistencia en un mismo sector económico, e incluso en una misma empresa (y a veces en una misma planta productiva), de empleos de alta calificación, ingresos elevados, estabilidad laboral, incorporación en procesos de toma de decisiones, etc, y empleos precarizados, expuestos a formas extremas de flexibilidad laboral y desregulación contractual.

     En este marco, la mano de obra migrante tiende a ser un recurso para ocupar los puestos de trabajo precarizados. En cierta forma, la condición de migrante (e indocumentado en no pocas ocasiones) parece configurar un marco de vulnerabilidad que expone al migrante a este tipo de situaciones laborales sin capacidad de negociación ni de ejercer presión para transformar y mejorar las condiciones de contratación y ocupación.

     Considerando lo anterior, en este trabajo presentamos un análisis de la inserción laboral de los migrantes mexicanos en la economía norteamericana con el objetivo de mostrar con datos agregados la dimensión de esta heterogeneidad del empleo y como afecta sobre todo a los trabajadores migrantes mexicanos. Así mismo, podemos señalar que estas transformaciones en la estructura del empleo abren nuevas opciones laborales y ocupacionales para la migración mexicana. Si hasta los años sesenta la única opción laboral para los mexicanos era ser jornaleros agrícolas en California y otras entidades del suroeste de Estados Unidos, hoy en día encontramos una importante demanda de su mano de obra en diversas ciudades y regiones del el país del norte y en diversos sectores económicos. No obstante, hay un aspecto que se mantiene en un sector y otro, en una región y otra: se trata. el general, de ocupaciones de baja calificación, inestables, de baja) salarios y otras formas de precariedad laboral.

     Iniciamos con un marco general de las transformaciones de la economía norteamericana y su vinculación a los cambios de la estructura ocupacional. Posteriormente presentamos algunos datos sobre las características generales de la población mexicana que reside en Estados Unidos, para luego centrarnos en sus pautas de inserción laboral y su diferenciación con otros grupos étnicos y de migrantes. Cerramos esta presentación con las conclusiones, en las cuales retomamos y sintetizamos las principales ideas que se exponen en este trabajo.

TRANSFORMACIÓN PRODUCTIVA y MIGRACIÓN EN ESTADOS UNIDOS

     En los años setenta la economía estadounidense muestra claros signos de estancamiento y crisis que se expresan, entre otros aspectos, en una creciente pérdida de competitividad en el comercio mundial. Por ejemplo, si en los sesenta Estados Unidos aportó más del 17 por ciento de las exportaciones mundiales y recibió sólo el 13 por ciento de las importaciones a ese nivel, hacia 1990 esta relación prácticamente se había invertido. De esta forma, el tradicional superávit comercial que experimentó Estados Unidos desde la posguerra se convirtió en los noventa en un importante déficit de su balanza comercial (Estay. 1993). (1)

     Esta pérdida de competitividad en el comercio mundial expresa la crisis de productividad que afectó y sigue afectando é gran parte de las empresas norteamericanas, la cual es reflejo directo del agotamiento del paradigma fordista que, como eje articulador del régimen de producción, del modo de regulación de las relaciones capital-trabajo y del patrón de acumulación capitalista, predominó a nivel mundial desde la crisis de los año: treinta.

     Ante esta situación las empresas y corporaciones estadounidenses instrumentaron diversas estrategias para recuperar sus niveles de competitividad a nivel mundial. En particular a diferencia de la experiencia europea, en la cual tendió a predominar una estrategia de flexibilización basada en importantes transformaciones tecnológicas, de gestión administrativa: de recursos humanos, en Estados Unidos se da una situación heterogénea en la que parecen coexistir estrategias de desregulación de las relaciones contractuales (flexibilidad externa y otras de innovación tecnológica orientadas a mejorar la productividad del trabajo (flexibilidad interna). En este marco, se ha señalado que la estrategia estadounidense ha sido de mayor flexibilidad externa que la europea, pues en Europa la estrategias de flexibilidad interna no han venido acompañada de una desregulación de los contratos laborales, especial me n te en lo que se refiere a las políticas salariales, de despidos nuevas contrataciones (Labini, 1993). (2)

     En este marco es interesante comprobar que, no obstante estas diferencias, en ambas regiones tiende a generalizarse una estrategia de polarización en la estructura de las ocupaciones, especialmente en cuanto a los niveles salariales, de calificación y capacitación, así como en las formas de contratación (tiempo parcial, a destajo. etc.). En el caso estadounidense esta diferenciaron y segmentación del mercado laboral puede rastrearse en la combinación de diversas estrategias de reestructuración productiva que parecen generar dinámicas específicas en los mercados laborales, a las que podemos agrupar en dos grandes categorías: )()r un lado, aquellas que ponen énfasis en los aspectos internos le la flexibilidad, esto es, en los factores tecnológicos, de organización del trabajo y de productividad propiamente tal: por otro, estrategias que ponen énfasis en los aspectos externos de la flexibilidad, es decir, en la desregulación salarial y contractual, y formas le empleo, entre otros.

     En conjunto, estas estrategias conforman el nuevo patrón le crecimiento posindustrial y dan cuenta de las transformaciones recientes en la dinámica de los mercados de fuerza de traba), relaciones laborales y estructura ocupacional. Al respecto, podemos adelantar que ellas son la base de una creciente diferenciación y polarización en el mercado laboral de la economía estadounidense. Por un lado entre quienes tienen acceso a empleos de alta remuneración, estables, de tiempo completo, etc., y por otro los que son relegados a empleos inestables, de baja remuneración, baja calificación, etcétera. (3)

Estrategias con énfasis en los aspectos internos

En relación con la primera estrategia. Araujo (1996) señala cuatro políticas que tienden a predominar en el contexto norteamericano. Por un lado, una política de recursos humanos, en términos de incentivos, motivaciones, premios y compensaciones, involucramiento del trabajador y programas de capacitación y entrenamiento: por otro, la reorganización del trabajo con base en la formación de equipos. Una tercera se refiere a una estrategia de administración flexible basada en la introducción de nuevos sistemas de medición y productividad, así como en medidas para instrumentar los principios de la calidad total. Finalmente, la cuarta es una nueva política en la configuración de las relaciones industriales, especialmente en términos de la conformación de comités paritarios empresa-trabajadores en la toma de decisiones.

     Mediante encuestas representativas aplicadas en grandes empresas norteamericanas (4) se encontró que a mediados de los ochenta el 25 por ciento de éstas habían reestructurado sus prácticas de organización del trabajo, incorporando diversos principios posfordistas en la configuración de las relaciones industriales. Hasta entonces, sin embargo, menos del 10 por ciento de la fuerza de trabajo de tales firmas estaba sujeta a esas nuevas modalidades de organización productiva (Lawler et al, 1989). En cambio, en 1992 Osterman (1993) encontró que más del4ü por ciento de los establecimientos en que se habían realizado entrevistas ya habían instrumentado círculos de calidad. Asimismo, en el 37 por ciento de estos establecimientos más de la mitad de sus trabajadores estaban involucrados en al menos una de las siguientes prácticas: equipos autodirigidos, rotación de tareas, círculos de calidad o programas de gestión de calidad total. (5)

     Asimismo, estas nuevas prácticas de organización del trabajo no sólo involucran a plantas manufactureras, sino también a empresas del sector servicios y del sector público que se han visto presionadas para que flexibilicen sus prácticas de gestión de recursos humanos, en el primer caso para que puedan enfrentar problemas financieros derivados de la desvinculación de los altos costos laborales con los ritmos de crecimiento de la productividad, yen el segundo por la crisis fiscal y la privatización de empresas del Estado.

     Otros autores, sin embargo, señalan que estas prácticas son más bien marginales en la medida en que no parecen afectar la estructura de poder de las grandes firmas estadounidenses y hay la tendencia a adoptar tales estrategias de flexibilidad interna de manera parcial y desconectadas entre sí. Se señala, además, que sólo en algunos casos éstas logran configurar un modelo productivo propiamente tal, como serían los casos de Xerox o Federal Express. por ejemplo (Applebaum y Batt. 1994).

     La parcialidad con que se aplican algunas prácticas de flexibilidad interna también se manifiesta en una mayor heterogeneidad, especialmente en términos de la coexistencia en una misma planta incluso de distintas prácticas y principios de organización de la producción. Así, por ejemplo, Zlolniski (1998) señala que en algunas empresas del Silicon Valley la introducción en ciertos departamentos de diversas formas de involucramiento, círculos de calidad, junto con una importante innovación tecnológica, trabajadores de alta calificación, en empleos estables, etc., parece coexistir con otros departamentos de las mismas, que se basan en formas de subcontratación, de tiempo parcial, bajas remuneraciones, con trabajadores migrantes, de baja calificación, etcétera.

ESTRATEGIAS CON ÉNFASIS EN ASPECTOS INTERNOS

En relación con la segunda estrategia, de flexibilidad externa, ésta parece concitar un mayor consenso. Por lo pronto, es claro que los procesos de cambio en las formas de organización de la producción plantean nuevas exigencias en cuanto a la fuerza de trabajo que será empleada. En tal sentido, lejos de ser una excepción, la segmentación y diferenciación en el mercado de trabajo parece constituir una práctica común en los países industrializados. En este marco se inscribe la tendencia a la expansión de empleos de baja remuneración, con menores calificaciones, alta inestabilidad, de tiempo parcial, etc., que prevalece en la economía norteamericana (Klaugsbrunn, 1996).

     En Estados Unidos, por ejemplo, la reestructuración productiva también ha traído como consecuencia procesos de desindustrialización y cierre de plantas, (6) a la vez que se instaura una relación perniciosa entre empleadores y trabajadores, caracterizada por la erosión del poder de los sindicatos, la constricción de empleos y ocupaciones estables, la reducción de salarios y prestaciones sociales, etc. (Fernández-Kelly, 1991). Estos cambios se inscriben en las prácticas de flexibilización y desregulación de las relaciones laborales, que forman parte de la estrategia de un gran número de firmas norteamericanas para enfrentar los nuevos retos de la competencia global.

     La pérdida de competitividad ha obligado a muchas firmas a iniciar profundos cambios productivos, lo que ha llevado a incrementar la producción en pequeña escala, con alta diferenciación de productos y rápidos cambios en su diseño y comercialización. Estas transformaciones productivas se han basado, en no pocos casos, en prácticas de subcontratación y uso de formas flexibles de organización del trabajo que pueden ir desde altamente sofisticadas hasta otras muy primitivas y que pueden encontrarse en industrias muy avanzadas y modernizadas tecnológicamente o en las más tradicionales y con mayores rezagos tecnológicos. En este marco, la reestructuración económica ha implicado el declive del complejo industrial predominante desde la posguerra y provee el contexto general en el que se ubican las nuevas tendencias en la estructura de ocupaciones y la dinámica del mercado laboral. (7)

     Se trata, en definitiva, de una polarización del mercado de trabajo en la que junto con empleos estables de altos ingresos se presentan otros marcados por su carácter informal y ocasional. Sassen y Smith denominan a este proceso casualization, como una forma de enfatizar el marco de precariedad en que se presenta. Como señalan estos autores, «la expresión más extrema de este proceso de casualization es la reciente expansión de una economía informal en muchas de las grandes ciudades de Estados Unidos, que implica formas de trabajo temporal, part-time, ocasional, y el incremento de la subcontratación» (Sassen y Srnith, 1992: 373).

     De acuerdo con estos autores, en el caso de la Ciudad de Nueva York, por ejemplo, la economía informal está presente en un amplio rango de sectores industriales, aunque con incidencia variable. En especial, se localiza en sectores del vestido y la ropa, accesorios, contratistas de construcción, calzado y bienes deportivos, muebles, componentes electrónicos, empaques y transportes, y en menor medida en otras actividades (flores y manufactura de explosivos, entre ellas). Similar diversidad de actividades informales encuentra Fernández-Kelly (1991) en el caso del sur de California.

     Aunque existen diversos tipos de empleos en la economía informal, la mayoría de ellos corresponden a puestos de trabajo no calificados, sin posibilidades de capacitación y que presentan tareas repetitivas. En no pocos casos se trata, además, de empleos -«ocasionales» en industrias que aún se rigen por formas fordistas de organización del proceso de trabajo. En este sentido, la casualization, o si se quiere informalización, corresponde más bien a una estrategia de tales firmas para enfrentar los retos de la competencia sin asumir los costos de la innovación tecnológica. De esta manera. la economía informal no sólo es una estrategia de sobrevivencia para las familias empobrecidas por la reestructuración productiva, sino también y fundamentalmente es resultado de los patrones de transformación en las economías formales y los sectores de punta de la economía estadounidense.

     Ahora bien, en estos mercados casualizated o informalizados tiende a presentarse una importante selectividad en cuanto al origen de la fuerza de trabajo empleada. Así. por ejemplo. Fernández-Kelly (1991) encontró que tanto en los condados del sur de California como en Nueva York hay una fuerte presencia de hispanos y otras minorías étnicas en este tipo de actividades, especialmente en los sectores de manufacturas. Se trata de ocupaciones como operadores. tareas de ensamble y otras de baja calificación y bajos ingresos. Esta autora señala que en la mayoría de los casos no hay sindicatos. se desarrollan prácticas de subcontratación y prevalece una alta participación de mano de obra femenina.

     En este marco, podemos señalar que la estrategia de flexibilidad y desregulación laboral, que afecta directamente las condiciones de trabajo y de contratación, parece no obstante ser la base de una nueva oferta de puestos de trabajo para la población migrante, situación que por lo mismo tiene implicaciones directas en la dinámica de la migración y sus cambios en la última década (Zlolnlskí, 1994). Así se explica el crecimiento de la migración, sus nuevas modalidades y perfiles sociodemográficos como resultado, en parte, de estos cambios en la demanda de mano de obra en las principales ciudades estadounidenses.

     A continuación presentamos un análisis empírico en el que ilustramos estas ideas con base en la Encuesta Continua de Población (8) (Current Population Survey, CPS) levantada por la Oficina del Censo junto con la de Estadísticas Laborales de Estados Unidos. Se trata de un análisis agregado a nivel nacional. lo que da una visión poco precisa en cuanto a la configuración particular de los diversos mercados de trabajo que funcionan en la Unión Americana. No obstante, puesto que se trata de muestras representativas de todo el país, ilustran la regularidad estadística con que se configuran actualmente determinados procesos de segmentación y formas de segregación étnica y social en los mercados de trabajo de Estados Unidos.

     Para ello dividimos la presentación en tres apartados. En el primero presentamos las características demográficas generales de la población mexicana residente en Estados Unidos; en el segundo, las pautas de inserción laboral de la fuerza de trabajo mexicana por tipo de actividad, y en el tercero, un análisis similar respecto a las ocupaciones de los mexicanos.

LA POBLACIÓN MEXICANA EN ESTADOS UNIDOS

Un primer punto que conviene destacar se refiere al continuo incremento absoluto y relativo de la población mexicana en Estados Unidos. En efecto, en 1990 el Censo de Población reportó 4.46 millones de mexicanos, cifra que representó menos del 2.0 por ciento del total de la población residente en aquel país, pero e15.5 por ciento de la población residente en México. En 1998, en cambio, la Encuesta Continua de Población reportó casi 7.4 millones de mexicanos residentes en Estados Unidos, cifra que representa el 2.7 por ciento del total de su población y cerca del 8.0 por ciento de los habitantes de México (véase cuadro 1). (9) Por otro lado. esta cifra reportada por la crs-1998 es consistente con lo señalado en el estudio binacional sobre la migración México-Estados Unidos. en donde se estimó que para 1996 habría entre 7.0 y 7.4 millones de mexicanos residentes en la Unión Americana.

     De esta forma. México se ha consolidado como el principal país de origen de la inmigración en Estados Unidos, aportando un flujo mayor que el de origen europeo y africano en su conjunto. y equivalente a la migración proveniente de todos los países que conforman la amplia región asiática. La importancia de México es aún más clara si se considera la población nacida en Estados Unidos de origen mexicano (hijos. nietos y otros descendientes de migrantes. En efecto, la CPS-1998 registró 12.6 millones de mexicoamericanos, cifra que representa el 4.7 por ciento del total de la población residente en Estados Unidos. De esta forma, en 1998 la población de origen mexicano -nacidos en México y descendientes de mexicanos- representó casi el 7.5 por ciento de la población que reside en Estados Unidos (véase cuadro 2).

     Un segundo aspecto por considerar es la relación con las características demográficas de la población mexicana, y permite establecer un perfil específico y diferenciado respecto de la población angloamericana y de otros grupos de inmigrantes. Por ejemplo, la proporción de mujeres en el caso de los mexicanos es prácticamente inversa respecto a los demás grupos étnicos. Entre los mexicanos se da una mayor presencia de hombres, con una relación de 120 hombres por cada 100 mujeres, mientras que en los demás grupos étnicos se da una relación de masculinidad más equilibrada, yen muchos casos incluso favorable a las mujeres en una relación que varía de 94 a 96 hombres por cada 100 mujeres (véase cuadro 2].

     Esta diferente composición por sexo de la población mexicana puede originarse en su carácter migratorio, esto es, en una selectividad de la inmigración de origen mexicano que tiende a favorecer a la masculina. Tal es el caso, por ejemplo, de la ya tradicional migración laboral a zonas agrícolas del sur de California. Esta selectividad migratoria contrasta, sin embargo, con lo que se observa entre los migrantes de origen asiático, con una mayor presencia de mujeres en el flujo migratorio. Esto podría reflejar ciertas pautas de diferenciación en cuanto a los mercados laborales y ocupacionales a los que se dirigen uno y otro flujo migratorio. Mientras que los mexicanos serían atraídos por mercados más «masculinizados» (agricultura y construcción, por ejemplo), los migrantes asiáticos parecen dirigirse a mercados laborales menos diferenciados sexualmente (servicios profesionales, de salud y a empresas, por citar algunos en que la participación de la migración asiática resulta particularmente importante (10) (como veremos más adelante, esto se expresa en diferentes tasas de participación de las mujeres migrantes asiáticas respecto de las mexicanas en la actividad económica y en distintas estructuras ocupacionales).

     Por otro lado, al comparar la estructura por edad y sexo de la población mexicana con la de otros grupos étnicos destaca la «ausencia de niños menores entre los grupos de inmigrantes, tanto de origen mexicano como asiático. En efecto, como puede observarse en las gráficas 1 y 2, tanto la población mexicana como la asiática tienden a concentrarse en los grupos de edad de 20 a 45 años, esto es, los de mayor actividad económica. Esto indica, sin lugar a dudas, que en ambos casos se trata de migración eminentemente laboral. Asimismo, en el caso de la  población mexicana es notoria la mayor presencia absoluta y relativa de hombres en estos grupos de edad activa, situación que no es tan clara en el caso de la migración asiática.


 

     En el caso de la población mexicoamericana, en cambio, se manifiesta una estructura por edad prácticamente inversa a la prevaleciente entre los migrantes mexicanos, esto es, con una fuerte presencia de niños junto con una aparente «ausencia- de población en edad activa. a la vez que un mayor equilibrio entre los sexos en cada grupo de edad (de hecho casi el 50 por ciento de la población mexicoamericana tiene menos de 15 años. mientras que la relación de masculinidad es de 102 hombres por cada 100 mujeres). Esto refleja una estructura etaria similar a la de aquellas poblaciones que pasan por las primeras etapas de su transición demográfica y que experimentan elevadas tasas de crecimiento poblacional. Sin embargo, esta pirámide de edades presenta una notable distorsión. En concreto, la mayor presencia relativa de niños se explica porque un importante porcentaje de ellos son hijos de mexicanos, nacieron en Estados Unidos y son considerados como mexicoamericanos. Así, la población infantil de este grupo étnico aparece «sobre representada», mientras que la población infantil mexicana tiende a aparecer subrepresentada. (11)

     Esta estructura etaria de la población mexicana y mexicoamericana contrasta sustancialmente con la de la población angloamericana. En efecto. la pirámide de edades de estos últimos refleja claramente el proceso de envejecimiento por el que atraviesa, caracterizado por el declive relativo de la población infantil y el incremento del peso de la población en edades adultas, en particular la mayor de 50 años.

     Algunos autores plantean la posible complementariedad de estas diferentes estructuras etarias al señalar que el proceso de envejecimiento demográfico deja vacíos ocupacionales, sociales y laborales que pueden ser llenados por los migrantes (Teitelbaum y Winter, 1985 y 1998; Rodríguez, 1994; Thumerelle, 1996). Así mismo, el propio envejecimiento genera demandas específicas (cuidado de ancianos, etc.) que abren opciones para la inserción social y económica de los migrantes. Con base en proyecciones demográficas de la población por grupos de edad y origen étnico se ilustra el papel cada vez más importante de la migración en determinados grupos de edad y en la reproducción de una población envejecida. Este es un tema recurrente en el debate sobre la inmigración africana en Europa y adquiere cada vez más importancia en el caso de la emigración a Estados Unidos.

     Un aspecto destacado en el perfil de los mexicanos y que incide en gran medida en sus pautas de inserción laboral es el del menor nivel de escolaridad que presentan respecto no sólo de la población angloamericana, sino también de otros grupos étnicos, como los migrantes asiáticos. En efecto, como se ilustra en el cuadro 3, el 37 por ciento de los migrantes mexicanos mayores de 15 años tiene seis o menos años de escolaridad, a la vez que otro 31 por ciento no ha concluido la preparatoria. Por el contrario, entre los angloamericanos sólo el 1 por ciento de ellos tiene seis o menos años escolares aprobados. y el 16.6 por ciento tiene incompletos sus estudios medios. De manera similar, entre los migrantes asiáticos sólo el 6.5 por ciento tiene la primaria completa o menos, y únicamente el 12 por ciento tiene incompletos sus estudios medios.


 

 

     En forma inversa, mientras que entre los migrantes mexicanos sólo el 14 por ciento tiene estudios universitarios, entre los angloamericanos casi el 50 por ciento está en esta categoría, situación que es aún mayor en el caso de los migrantes asiáticos.

     Finalmente, la población mexícoamericana parece ubicarse en una situación intermedia. Si bien una importante proporción (40 por ciento) no tiene concluida la enseñanza de nivel medio, la población con nivel universitario es significativamente superior a la que presentan los migrantes mexicanos (31 por ciento).

     Estas cifras reafirman lo señalado en diversas investigaciones en el sentido de que la migración mexicana está compuesta en gran medida por trabajadores con bajo nivel de escolaridad y, por lo tanto, bajo nivel de calificación y capacitación tabora1. Sin duda este bajo perfil escolar de los migrantes mexicanos incide de diversos modos en menores posibilidades de esta población para acceder a mejores puestos de trabajo y ocupaciones mejor remuneradas. De esta forma, la selectividad en el empleo y la diferenciación ocupacional que documentaremos más adelante parece tener una posible explicación en estas diferencias en cuanto a los niveles de escolaridad y formación de capital humano que caracteriza a cada grupo étnico.

     Un último aspecto del perfil demográfico que queremos reseñar en esta primera aproximación se refiere a los niveles de participación en la actividad económica. En apartados posteriores caracterizaremos esta participación por sectores de actividad y tipo de ocupación.

     De los casi 6.7 millones de migrantes mexicanos en edad activa en Estados Unidos (población de 15 años o más), 4.6 millones formaban parte de la población económicamente activa, lo que representa una tasa de participación de 68.7 por ciento, apenas superior al promedio general de prevaleciente en Estados Unidos (65.9 por ciento), aunque es ligeramente inferior a la que prevalece entre los migrantes asiáticos (véase cuadro 4).

     Sin embargo, esta cifra presenta una importante distorsión demográfica. En efecto. al descomponer por sexo y estimar la tasa de participación económica por separado para hombres y mujeres, se observan importantes diferencias entre los distintos grupos étnicos. En primer lugar, en el caso de la población masculina los migrantes mexicanos muestran el mayor nivel de participación en la actividad económica, con una tasa de 86 por ciento. que supera no sólo a la población angloamericana, sino también a los migrantes de origen asiático. En segundo lugar, en el caso de la población femenina se da la situación inversa, esto es, que las mujeres migrantes mexicanas presentan el menor nivel de participación relativa en la actividad económica (47.8 por ciento). (12)

     Estas diferencias por sexo en la participación económica de la población se expresan con más claridad al considerar el índice de masculinidad de la población económicamente activa para cada grupo étnico. En efecto, mientras que entre los migrantes mexicanos se da una relación de 217 hombres activos por cada 100 mujeres activas, entre los migrantes asiáticos esta relación desciende a sólo 126 hombres por cada 100 mujeres, y entre los angloamericanos se reduce a sólo 114 hombres por cada 100 mujeres.

     Estas cifras indican una marcada diferenciación en cuanto a la división sexual del trabajo que parece prevalecer en cada grupo étnico. Mientras que entre los mexicanos más de la mitad de las mujeres en edad activa realizan actividades en el hogar y no se insertan en el mercado laboral, en los demás grupos étnicos casi el 60 por ciento de las mujeres en edad activa sí lo hace, y sólo el 40 por ciento realizan actividades en sus hogares al margen del mercado laboral.

     Esta división sexual del trabajo que prevalece entre los migrantes mexicanos pudiera asociarse en cierta forma con el mayor índice de masculinidad que prevalece en este grupo étnico. En efecto, si consideramos que se trata de una migración eminentemente de trabajo, y que la inserción laboral es significativa en favor de los hombres, no resulta extraño que en este grupo étnico se dé una mayor presencia de ellos, en especial en aquellos grupos de edad en los que se concentra la participación en la actividad económica. En otras palabras, si se trata de una migración eminentemente laboral, no es de extrañar que emigren más quienes tienen más opciones de ingresar al mercado de trabajo en los lugares de destino.

     Lo anterior no implica que la migración femenina no sea también de carácter laboral. En efecto, aun cuando las migrantes mexicanas tienen en Estados Unidos la menor tasa de participación económica, ésta es significativamente superior a la que prevalece entre sus congéneres en México. (13) Esto indica que también en el caso de las mujeres se trata de una migración eminentemente laboral, lo que se manifiesta en una mayor incorporación de ellas a las actividades económicas y su inserción en el mercado laboral respecto de las mujeres mexicanas que permanecen en México.

LA INSERCIÓN LABORAL DE LOS MIGRANTES MEXICANOS EN ESTADOS UNIDOS

Como señalamos en la primera parte de este trabajo, la economía estadounidense ha estado inmersa en un profundo proceso de cambio y reconversión de su base productiva. Este proceso de cambio expresa los efectos que en el mercado laboral tiene la transformación de la sociedad industrial de Estados Unidos en una sociedad global-informacional (Kumar, 1995; Sassen, 1999). El proceso de trabajo es la base de la estructura social; por eso los cambios en este nivel reflejan y repercuten directamente en la estructuración de la sociedad en clases, estratos y grupos sociales. De esta forma. la transición a una sociedad informacional se sustenta. entre otros aspectos, en cambios profundos en la estructura social del empleo y las ocupaciones en las economías modernas.

     Acerca de este cambio en la estructura del empleo hay un gran debate entre las diversas teorías sobre la sociedad posindustrial. (14) Algunos autores, como Bell, enfatizan el nacimiento de una nueva estructura social sustentada en el tránsito de una economía industrializada a una de servicios y. por lo tanto. en el auge de las ocupaciones ejecutivas y profesionales, junto con la desaparición no sólo de los trabajos agrícolas y primario-extractivos, sino también y de modo importante los del sector industrial.

     Otros como Castells (1998), señalan que el carácter informacional de las sociedades contemporáneas no se expresa tanto en el declive de las actividades industriales como en el nuevo carácter que tienen las ocupaciones. Se pone énfasis en ti cada vez mayor contenido de información y conocimiento que requiere el proceso de trabajo y que, por lo tanto, repercute en la estructura de ocupaciones y empleo. En tal sentido, el enfoque clásico desde el cual se caracteriza a la etapa actual de la economía mundial como la transición de una sociedad industrial a otra posindustrial, parte de premisas equivocadas. Por lo pronto, la distinción relevante no es tanto el carácter industrial o no de la sociedad contemporánea, sino entre dos formas distintas de incorporar y organizar el proceso de conocimiento e información en la producción industrial, agrícola y de servicios. En este sentido, Castel1s opta por hablar de sociedad informacional y no de sociedad posindustrial para referirse al carácter, significado y alcance de los cambios en la economía mundial. (15)

     Entre estos cambios destacan por su importancia los que afectan a la estructura del empleo y las ocupaciones que serían la base del surgimiento de una nueva estructura de clases y estratificación social. En este contexto, diversos autores suelen enfatizar el creciente peso relativo de las ocupaciones y actividades económicas más asociadas al carácter informacional de la sociedad. Tal es el caso de los puestos ejecutivos y profesionales, de apoyo técnico y administrativo, servicios a la producción y servicios sociales profesionales, entre otros.

     Sin quitarles validez empírica a estas apreciaciones, lo cierto es que no logran dar cuenta de los aspectos que caracterizan la actual transformación en la estructura del empleo. A nuestro entender, el componente fundamental de la nueva dinámica del proceso de trabajo en las sociedades informacionales es la tendencia a la polarización de su estructura social y ocupacional. No se trata sólo de actividades en auge contra actividades en declive. No es tan sólo el estancamiento de actividades y ocupaciones que hasta ayer gozaron de prestigio social, poder económico e influencia política, contra el surgimiento de muevas, ocupaciones y empleos que tienden a sustituirlas. Junto con este proceso, que hasta cierto punto podríamos entender como «natural. en una sociedad tan dinámica y cambiante como la capitalista, existe otra dinámica que también incide en la estructura del empleo y las ocupaciones.

     Los puestos y las ocupaciones en auge no son sólo los más «ricos en información o conocimiento incorporado, sino que también hay un incremento sostenido de las ocupaciones en servicios y trabajos de baja calificación. Se trata del auge cuantitativo de empleos «no informacionales» pero que, como los informacionales, forman parte de la nueva estructura social que caracteriza a la sociedad informacional. De hecho estos empleos y ocupaciones de bajo perfil y cualificación no sólo representan una proporción sustancial de la estructura social en la sociedad posindustrial, sino que su origen puede rastrearse en el surgimiento mismo de esta última.

     No se trata sólo de ocupaciones y empleos «marginales», que quedan fuera de la dinámica de la sociedad contemporánea: esto es, no se trata únicamente de ocupaciones residuales, remanentes de sociedades preinformacionales o de empleos marginados, «excluidos» de los circuitos de producción y reproducción de la sociedad informacional. Por el contrario, son también en lo fundamental empleos y ocupaciones que «crea» la misma modernidad informacional. Corresponde a trabajos y ocupaciones que han quedado expuestos a formas extremas de flexibilidad salarial y desregulación contractual, lo que ha implicado su desvalorización social y económica, pero constituyen piezas importantes en el proceso de reproducción de la sociedad informacional.

     De esta forma, la polarización en la estructura de ocupaciones parece ser la tendencia fundamental en la dinámica laboral en la era de la información. En términos cuantitativos, esta polarización se manifiesta en un cambio importante en el peso relativo de cada actividad y ocupación, pero hay que entenderla a la luz de dos procesos que hemos mencionado. Por un lado, el auge de «nuevas» ocupaciones y actividades, acompañado por el declive de empleos de tipo «tradicional». Por otro lado, en una y otra categoría -tanto en las actividades «ganadoras» como en las «tradicionales» podemos encontrar empleos con gran contenido informacional que requieren altos niveles de capacitación y formación de capital humano. y que por lo mismo son bien pagados, altamente valorados y están insertos en lógicas de flexibilidad que permiten su adaptación continua a los cambios del mercado sin pérdida de la calidad del empleo. Pero también en ambos sectores («ganadores» y «tradicionales») encontramos empleos precarizados, de baja remuneración, bajos niveles de calificación y capital humano y cuyo desempeño no necesariamente incorpora procesos informacionales. Son empleos muy flexibilizados y desregulados, pero en un sentido opuesto por completo a los anteriores. (16)

     Aunque esta doble tendencia no suele ser captada por las estadísticas laborales, existen datos agregados que permiten establecer algunas aproximaciones sobre su incidencia. Así, por ejemplo, con base en datos de censos de población y encuestas demográficas podemos reconstruir la composición del empleo para diferentes años, lo que nos da una idea general de los cambios en la estructura laboral que se pueden relacionar con el paso de una sociedad industrial a una informacional. (17) A continuación presentamos algunos datos estadísticos que nos permiten ilustrar estas ideas. Nuestra hipótesis central es que los migrantes mexicanos tienden a insertarse en actividades de menor calificación, mayor precariedad y están expuestos a formas de flexibilidad extrema. De hecho sostenemos que los mexicanos conforman la base demográfica de este tipo de empleos y ocupaciones. (18)

EL CAMBIO EN IA ESTRUCTURA DEL EMPLEO EN ESTADOS UNIDOS

En las últimas décadas la economía norteamericana se ha visto involucrada en un proceso de cambio estructural marcado por la reconversión de su base productiva y tecnológica y su reinserción en los actuales procesos de globalización. En términos del empleo, pueden apreciarse a nivel nacional algunos de los rasgos más característicos de este cambio que iniciara en determinadas regiones y economías nacionales. En primer lugar, se puede observar el menor peso relativo de las actividades extractivas (silvícola-agropecuario y minería de extracción), que pasó de representar en 1960 el 8.1 por ciento de la fuerza de trabajo a sólo el 3.0 por ciento de ella en 1998. Sin embargo, el mayor descenso se registra en la década de los sesenta (véase cuadro 5).

     Asi mismo, las actividades de transformación (industria manufacturera. construcción y similares) muestran un declive importante, pasando de concentrar el36 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada en 1960 al 22.4 por ciento en 1998. No obstante este descenso relativo, destaca el hecho de que a fines de los noventa la actividad industrial seguía siendo una de las tres ramas de mayor importancia relativa, después de las actividades de comercio y distribución y de los llamados servicios sociales profesionales (salud. educación y gobierno. entre otros).

     En cambio, destaca el incremento relativo del sector terciario, aunque al desagregar por tipo de actividad se puede apreciar con más nitidez la distinta evolución en su interior. Así, por ejemplo, los servicios personales (reparación y domésticos. entre otros) tienden a disminuir, aunque ello se debe básicamente a que algunos se han «profesionalizado», cambiando su estatus. De hecho, hoy esta categoría está representada fundamentalmente por el servicio doméstico y otros servicios personales de similar estatus.

     La tendencia opuesta se aprecia en el sector de servicios a la producción (a las empresas, profesionales privados, bancos, seguros y similares). En 1960 estas actividades representaban tan sólo el 6.5 por ciento de la fuerza de trabajo, en 1990 el 14 por ciento y en 1998 casi el 16 por ciento. Estas actividades económicas son las que se asocian más comúnmente con las actividades propias de la sociedad informacional. Son aquellas que requieren altos niveles de capital humano y corresponden a empleos que por lo general incorporan altos contenidos de información y conocimiento. Para muchos autores estas actividades se identifican con los empleos «ganadores» en el proceso de globalización y. por lo mismo, representan el nuevo perfil de trabajador de la futura sociedad informacional. Sin embargo, cabe señalar que se trata de actividades de apoyo y que nutren a otros procesos productivos, en especial a determinadas ramas de la industria de la transformación (microelectrónica. tecnología. energética. automotriz. entre otras).

     Los servicios profesionales, por ejemplo, corresponden en muchos casos a las labores de abogados, contadores, asesores financieros y agencias de mercadotecnia, entre otras. Lo interesante es que en la era de la globalización de los procesos productivos, de gestión, de finanzas, de comercialización, etc., estas actividades tienden a descentralizarse ya no como parte del equipo administrativo de las grandes empresas, sino conformando agencias y negocios independientes. Esta descentralización permite una mayor división social del trabajo, lo que incrementa el número de empleos que puede ofrecer este sector. A la vez, dichas actividades tienden a concentrarse en determinadas ciudades, desde donde, con base en las nuevas tecnologías de la información, comunicación y transporte, pueden operar con igualo mayor eficiencia que cuando estaban incorporadas al equipo administrativo de cada empresa. Estas dos tendencias (descentralización y concentración) permiten que en determinadas ciudades y regiones se concentre este tipo de actividad de apoyo y sustento del proceso de transformación productiva, con lo que se transforma la estructura laboral y ocupacional de dichas ciudades (Sassen, 1999).

     Las actividades vinculadas a los servicios sociales profesionales (salud, educación, gobierno, entre otras) también incrementan su participación en la fuerza de trabajo, pasando del 16.3 por ciento del empleo en 1960 a casi 25 puntos porcentuales del mismo en 1990, Como señala Castells (1998), también son actividades beneficiadas por el proceso de globalización en La medida en que implican empleos que requieren amplios contenidos de información y conocimiento. Pero se diferencian de los servicios profesionales a la producción, ya que estos últimos están directamente ligados a los cambios en la estructura productiva generados por las nuevas tecnologías y formas de organización de la producción.

     Finalmente, también aumenta la participación de las actividades de distribución y comercialización, aunque menos que los servicios profesionales privados y sociales, que pasan de casi el 22 por ciento en 1960 a casi el 28 por ciento en 1998. Sin embargo, estas actividades de distribución concentran empleos muy diversos. Así, por ejemplo, en ellas se ubican los trabajadores del sector comunicaciones y transportes, algunos de los cuales son parte fundamental del proceso de globalización, Pero también se encuentran en este sector de actividad los trabajadores de restaurantes, bares y similares, así romo de expendios de comidas y bebidas, en donde tienden a concentrarse empleos de baja calificación, precarios, inestables y con bajos salarios.

LA INSERCIÓN LABORAL DE LOS MIGRANTES y EL PROCESO DE POLARIZACIÓN Y SEGMENTACIÓN DEL MERCADO LABORAL

Los datos anteriores ilustran el cambio en la estructura laboral de Estados Unidos a la que nos hemos referido. En concreto, reflejan un aspecto del doble proceso al que ya aludimos, el cambio en el peso relativo de determinadas actividades, esto es, identificar las «ganadoras» con el nuevo modelo laboral y aquellas que se quedan rezagadas en sectores «tradicionales». No obstante, esta es una aproximación muy general, por cuanto en casi todos los sectores económicos es posible identificar ramas de actividad «modernas» y «tradicionales». Pero ese no es el único ni el principal problema. Junto con él está la cuestión de identificar los nuevos empleos que emergen con el proceso de globalización pero que se ubican en las posiciones de más bajo nivel. Es decir, falta identificar los rasgos de la polarización y segmentación del empleo en esta nueva estructura de actividades laborales.

     Para ello resulta interesante analizar la inserción de la fuerza de trabajo mexicana en los mercados laborales de Estados Unidos. En particular, los mexicanos tienden a configurar un perfil laboral muy específico y diferente del de otros grupos étnicos. Como veremos. la desagregación del análisis a partir del origen étnico de cada grupo de trabajadores nos permitirá ilustrar en parte este proceso de polarización. Cabe señalar que aunque este análisis también constituye una aproximación general y abstracta, con similares problemas de precisión estadística y analítica que el anterior, nos permite ilustrar algunos rasgos característicos de esta polarización y cómo ésta tiende a afectar de manera diferenciada a los distintos grupos étnicos.

     Una primera aproximación nos indica que el cambio en la estructura del empleo de los mexicanos en Estados Unidos, aunque sigue en parte lo señalado, presenta especificidades de gran importancia. Por un lado. se aprecia el incremento de las actividades de servicios, aunque no en la magnitud que la señalada para el conjunto de la fuerza de trabajo en Estados Unidos. De hecho el sector que mayor crecimiento tuvo en los últimos 20 años fue el de comercio y distribución. Asimismo, si bien se percibe un importante descenso en el sector manufacturero, éste continúa representando el principal sector de empleo para la población mexicana residente en Estados Unidos, situación que contrasta significativamente con lo señalado para el resto de la mano de obra ocupada en dicho país (véase gráfica 4).

     Finalmente, la diferencia más significativa se da en el sector de actividades extractivas (agricultura. principalmente). Los mexicanos empleados como trabajadores y jornaleros agrícolas no sólo mantienen su participación relativa (pasan del 13.5 al 12.2 por ciento en los últimos 20 años), sino que además esta actividad continúa representando una importante fuente de empleo para ellos, a diferencia de lo que hemos visto para el resto de la fuerza de trabajo norteamericana. Este es un dato relevante pues, como veremos más adelante, indica una importante especialización (segmentación) de los mexicanos en este tipo de actividades, lo que también puede interpretarse como una forma de segregación laboral, al confinar a un grupo social específico en actividades de muy baja cualificación.

     En términos del proceso de cambio en la estructura del empleo, se suele identificar al sector de las actividades extractivas con el de las de corte «tradicional- que están siendo desplazadas por el auge de las nuevas ocupaciones y actividades surgidas en la era de la información. En este sentido, la importante participación de mano de obra mexicana en este sector en particular, que se mantiene actualmente, refleja en cierta medida la diferenciación (y segregación en ciertos casos) social y económica de la cual este grupo social es objeto en el mercado laboral norteamericano.

     Ahora bien, estos datos corresponden a categorías analíticas con un elevado nivel de abstracción y agregación estadística, lo que impide precisar y enriquecer el análisis del papel de la fuerza de trabajo mexicana en el proceso de segmentación y diferenciación del mercado laboral de Estados Unidos. Para profundizar en el análisis en sectores y ramas más específicas que identifiquen con mayor precisión los empleos en los que la participación de los mexicanos es significativa, nos basaremos en la Encuesta Continua de Población levantada en marzo de 1998. Se trata de un análisis de corte transversal pero que nos permite comparar la inserción laboral de los mexicanos respecto a otros grupos étnicos y, de esa forma, identificar ciertos rasgos del proceso de segmentación y polarización laboral al que nos hemos referido continuamente en este trabajo.

     Un punto es la relación entre la estructura y composición del empleo por sector de actividad y grupos de ocupación. En el primer caso, como se observa en la gráfica 4. a diferencia del resto de la población trabajadora. los mexicanos tienden a concentrarse en actividades productivas propiamente tales y no tanto en actividades terciarias. con excepción de los servicios personales (véase cuadro 6). De hecho el 12.2 por ciento de los mexicanos se emplean en la agricultura y otras actividades extractivas, mientras que otro 34 por ciento se emplea en las industrias de la transformación y la construcción.

     Asimismo, al considerar el peso específico de la fuerza de trabajo mexicana en cada sector de actividad se observa una relación interesante. Por un lado, los mexicanos aportan casi el 14 por ciento del total de la mano de obra empleada en actividades extractivas (agricultura principalmente). Esto indica que hay uno de ellos por cada seis trabajadores de otras nacionalidades en este sector de actividad. Esta relación es muy superior a la que prevalece en promedio en la economía norteamericana, a la que los mexicanos sólo aportan el 3.3 por ciento del total de la fuerza de trabajo. De esta forma, en este sector ellos tienen un peso relativo casi cinco veces mayor que el que prevalece en promedio en las demás actividades económicas.

     Por otro lado, los mexicanos aportan el 5 por ciento tanto en las actividades industriales y de construcción como en los servicios personales. En ambos casos su proporción supera con mucho la que prevalece en promedio en la economía de Estados Unidos.

     Estos datos indican que, en términos muy generales existe cierta «especialización» laboral de los mexicanos, quienes tienden a ser ampliamente preferidos en actividades extractivas, y en menor medida en actividades industriales, de construcción y de servicios personales.

     Con base en estas cifras y las señaladas en la gráfica 4, resulta interesante comprobar que en 1980 la agricultura ya no constituía el principal sector de actividad al que se dirigían los trabajadores mexicanos. Este dato es relevante pues permite sustentar la tesis de los cambios en la dinámica laboral de la migración mexicana, misma que podemos rastrear hacia fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Asimismo. es revelador el hecho de que sean la industria y la construcción los sectores que concentran el mayor número de trabajadores mexicanos en Estados Unidos, pues también desmitifica el argumento de que la migración de ellos tiende a dirigirse a las actividades de servicios de baja calificación. Por el contrario, estos datos revelan que la población mexicana tiene un importante papel en la actividad productiva propiamente tal, además del que desempeña en actividades terciarias.

     Ahora bien, lo relevante de estas cifras es que muestran que los mexicanos tienden a concentrarse precisamente en aquellos sectores económicos más alejados de los cambios y beneficios asociados a la modernidad informacional. Es decir, en sectores que podemos calificar como «tradicionales», en los que predominan formas de organización productiva de tipo taylorista y fordista, rígidas internamente pero muy flexibles en cuanto a las condiciones contractuales, de empleo y relaciones salariales, así como en actividades altamente informalizadas (servicios personales. en particular) y de bajo nivel de calificación y formación de capital humano. De hecho, en no pocos casos constituyen actividades con muy escasos requerimientos informacionales y de conocimiento para su ejecución. En este sentido, no se trata ni con mucho de actividades de punta en la nueva economía informacional sino, por el contrario, de empleos y ocupaciones de corte «tradicional» o que surgen con el nuevo modelo laboral, pero ubicadas en la parte inferior de la escala del trabajo y de la sociedad.

     Estas apreciaciones se confirman al analizar la estructura del empleo según principales grupos de ocupación, los que en cierta forma establecen la posición del trabajador en la estructura laboral. De los mexicanos sólo el 7.3 por ciento se emplean como ejecutivos, profesionales y en otros puestos a nivel de la dirección de empresas y negocios, y sólo el 13 por ciento lo hacen en cargos de equipo administrativo y apoyo técnico. Esta situación contrasta con otros grupos étnicos, como los angloamericanos y los migrantes asiáticos, entre quienes más del 35 por ciento se emplea en tareas de dirección y más del 30 por ciento en tareas técnico-administrativas (véase cuadro 7).



     En la parte baja del escalafón ocupacional, sin embargo, se presenta la situación opuesta. Casi el 26 por ciento de los mexicanos se emplean en ocupaciones manuales no calificadas y otro 10 por ciento en servicios no calificados. En el caso de los trabajadores de origen angloamericano y los migrantes asiáticos, en cambio, el 10 por ciento o menos encuentran empleo en ocupaciones manuales no calificadas y menos del 9 por ciento en servicios no calificados.

     Estas cifras ilustran el diferente peso que tiene la fuerza de trabajo mexicana en cada sector ocupacional en el mercado laboral norteamericano. En efecto, mientras que los mexicanos representan casi el 25 por ciento de los jornaleros agrícolas en Estados Unidos y aportan cerca del 8 por ciento de los trabajadores en ocupaciones no calificadas, prácticamente son marginales en cuanto a las que se encuentran en la parte alta del escalafón ocupacional, especialmente en los niveles ejecutivo y profesional, donde aportan menos del 1 por ciento del personal empleado. Esta situación contrasta especialmente con la población angloamericana, que a pesar de constituir casi el 70 por ciento de la fuerza de trabajo, aporta cerca del 55 por ciento de los trabajadores agrícolas, así como en otras ocupaciones productivas y de servicios de baja o nula calificación.

     Esta diferenciación ocupacional ilustra de manera importante la segmentación que parece prevalecer en el mercado laboral norteamericano. Es decir, resulta evidente que aquellas ocupaciones y actividades económicas que son parte fundamental del proceso de la modernización informacional tienden a estar concentradas en la población angloamericana, y en no pocos casos también por migrantes de origen asiático. Por el contrario. la mano de obra mexicana tiende a ser relegada a ocupaciones y actividades económicas que forman parte del segmento de la economía desplazado por las nuevas tecnologías de la información y los nuevos ejes dinámicos (importantes industrias de la transformación y agricultura. por citar las más importantes) o surgen junto con el proceso de globalización, pero con bajos o nulos requerimientos de información y conocimientos para su ejecución (ciertas ocupaciones de servicios y trabajos manuales no calificados. por ejemplo).

     Ahora bien, los datos anteriores, aunque ilustran la segmentación del mercado laboral, con base en la inserción de los mexicanos en el mismo, resultan ser muy generales, agregados y abstractos. Es posible, por ejemplo, identificar en cada gran categoría ocupacional, así como en cada gran categoría de actividad económica, empleos específicos y mercados particulares, que están expuestos a dinámicas muy diversas. En otras palabras, el alto nivel de agregación de los datos esconde diferencias y desigualdades no menos importantes que aquellas que se ilustra y ya hemos reseñado en cuadros anteriores.

     Así, al considerar una mayor desagregación de los datos por sector de actividad económica podemos ver que si bien la mano de obra mexicana tiende a concentrarse en actividades extractivas y de transformación productiva, esto no implica que participe de manera homogénea en todas las ramas de todos los sectores. Al considerar una mayor desagregación de los datos podemos ver más nítidamente la diferenciación y segmentación de los mercados laborales, identificando los que se orientan a trabajadores migrantes de baja calificación, bajos salarios, desregulación contractual, etc., de aquellos orientados a la población angloamericana, que requieren mayor calificación y se basan en formas de flexibilidad que favorecen la inserción del trabajador.

     Por ejemplo, podemos ver que el 50.3 por ciento de los trabajadores migrantes mexicanos se concentra en sólo seis tipos de actividad económica, mientras que el 51.3 por ciento de los angloamericanos se concentra en otras ocho actividades económicas. Sin embargo, al comparar ambas listas se observa claramente la diferenciación y segmentación del mercado laboral. En tanto que los mexicanos se concentran principalmente en restaurantes y otros puestos de servicio de comidas y bebidas, actividades agrícolas, la construcción y en menor medida en servicios personales y domésticos, así como en la industria de alimentos y de ropa, los angloamericanos se emplean en servicios profesionales sociales de salud y educación, construcción, bancos, seguros y similares, venta en tiendas departamentales, servicios profesionales a empresas, transporte y administración pública. A excepción del sector de la construcción, es claro que se trata de actividades e industrias completamente diferentes en uno y otro caso (gráficas 5 y 6).

     Asimismo, al considerar en forma desagregada las actividades en que los mexicanos son muy importantes o prácticamente marginales, podemos reafirmar lo señalado. En efecto, las actividades económicas en que los mexicanos tienen un peso relativamente importante son la industria de la ropa (16.1 por ciento), la agricultura (15.5 por ciento), la industria de alimentos (13.8 por ciento), la industria del cuero y calzado (10.9 por ciento), el servicio doméstico (9.7 por ciento), empleos en restaurantes y negocios afines (7.1 por ciento) y las industrias del plástico (6.7 por ciento) y de juguetes y artículos deportivos (6.1 por ciento). Por el contrario, en los servicios profesionales a empresas, electricidad, gas y agua, la administración pública, los bancos, seguros y similares, así como el sector comunicaciones, los mexicanos aportan menos del 1 por ciento de la fuerza de trabajo, y en no pocos casos menos del 0.5 por ciento (véase cuadro 8).

     Por otro lado. al considerar en forma más desagregada la estructura ocupacional se observa un proceso de diferenciación similar en el que los mexicanos tienden a insertarse en el mercado laboral en las ocupaciones de menor nivel salarial, peores condiciones contractuales y alta precariedad e inestabilidad, mientras que la población angloamericana se emplea en ocupaciones de alta calificación, insertas en el centro del proceso de globalización y que forman parte de las nuevas ocupaciones emergentes y «ganadoras» en la era de la información.

     En efecto, el 54 por ciento de los mexicanos se concentra en sólo seis ocupaciones diferentes, entre las que destacan las no calificadas como, por ejemplo, jornaleros agrícolas, operadores de máquinas, trabajadores manuales y ayudantes, cocineros, oficios diversos de la construcción y tareas de limpieza y mantenimiento. Por el contrario, el 60 por ciento de los trabajadores angloamericanos se concentra en sólo cuatro ocupaciones: ejecutivos, profesionistas, administrativos y servicios de ventas. Todas ellas se ubican en la parte alta del escalafón ocupacional y requieren de altos niveles de formación técnico-profesional (véanse gráficas 7 y 8).


 

     Esta segmentación y diferenciación ocupacional entre mexicanos y angloamericanos, que incluye sin duda a otros grupos étnicos, se refuerza al comparar las ocupaciones en que los mexicanos son muy importantes con aquellas en que su participación es más bien marginal. En el primer grupo se encuentran los jornaleros agrícolas, obreros textiles, cocineros, obreros de la construcción, servicio doméstico, operadores de máquinas, limpieza y mantenimiento y trabajadores manuales y ayudantes. Por el contrario, la participación de los mexicanos resulta prácticamente marginal en el mercado de profesionales, técnicos, servicios de protección, ejecutivos y administrativos (véase cuadro 9). En todos ellos la fuerza de trabajo representa menos del 1 por ciento del personal ocupado.

     Destaca el importante papel que desempeñan los mexicanos en las ocupaciones agrícolas: uno de cada cuatro jornaleros es migrante mexicano, lo que da una idea no sólo del peso real de la migración mexicana en determinados mercados laborales y ocupaciones de Estados Unidos, sino también su concentración en aquellas que se caracterizan por estar alejadas de los beneficios de la globalización, pero no necesariamente excluidas de ella. Son ocupaciones de bajo nivel, no calificadas, inestables, desreguladas, expuestas a formas de flexibilidad extrema, con sistemas de subcontratación y otras formas de precariedad y casualization del empleo. Sin embargo, no se trata necesariamente de actividades y ocupaciones «marginales», que hayan quedado rezagadas por los cambios tecnológicos y que estén excluidas de los procesos de globalización económica.

     Nadie podría pensar, por ejemplo, que la actividad agrícola en California se haya quedado tecnológicamente rezagada. Por el contrario, se sabe que en dicho estado se dan los mayores niveles de uso intensivo de tecnología de punta, de procesos basados en la biotecnología y en la incorporación de diversos componentes informacionales al proceso productivo. (19) Sin embargo, esta modernidad de la producción agrícola, que se manifiesta en la incorporación de la agricultura a la era de la información, tiene una importante base laboral preinformacional. No se trata de que los jornaleros mexicanos queden excluidos de la era de la información, marginados de la globalización, sino más bien de que su inserción es desde abajo, desde la precariedad e inestabilidad, desde la no calificación, desde trabajos no informacionales (20)

OCUPACIÓN E INGRESOS

La precariedad de las ocupaciones se expresa en diversos aspectos. Uno de ellos, tal vez de los más importantes, es la relación con los ingresos salariales de los trabajadores. En este rubro la información disponible nos permite confirmar la hipótesis que hemos venido presentando en términos de que la inserción laboral de los trabajadores mexicanos en la economía norteamericana está signada por condiciones de precariedad, segregación e inestabilidad, y expuesta a formas extremas de flexibilidad y desregulación de las condiciones contractuales.

     En efecto, al considerar el promedio anualizado de los ingresos del trabajo para diferentes grupos étnicos vemos cómo la diferenciación y segmentación laboral reseñada previamente afecta en forma directa los salarios e ingresos del trabajo de los mexicanos. Como se ilustra en la gráfica 9, los mexicanos reciben en promedio poco más de 16 mil dólares anuales (antes de Impuestos), cifra 20 por ciento menor que la que perciben los mexicoamericanos y casi la mitad de los ingresos que reciben los migrantes asiáticos y los angloamericanos.

     Ahora bien, estos promedios, si bien ilustran el nivel de las diferencias de ingresos entre distintos grupos étnicos, oculta la estructura distributiva de ellos en cada grupo social. En este sentido, al considerar la distribución del ingreso para cada grupo étnico se observa un patrón de diferenciación aún más claro y que nos informa más directamente cómo la segregación laboral incide de manera directa en las condiciones de reproducción de cada grupo étnico.

     Si consideramos la distribución del ingreso a nivel agregado por deciles iguales de población y vemos en qué deciles de ingresos se ubica cada grupo étnico, comprobaremos que los mexicanos conforman la población de menores ingresos. En condiciones de una distribución del ingreso más o menos homogénea entre diferentes grupos étnicos, seria de esperar que en cada decil hubiera alrededor del 10 por ciento de la población.

     Sin embargo, como se observa en la gráfica 10, casi el 80 por ciento de los trabajadores mexicanos se ubican en los primeros cinco deciles de la población (los de menor ingreso), y menos del 5 por ciento tienen ingresos del trabajo que los ubiquen en los últimos dos deciles (los de mayor ingreso). Por el contrario, la población angloamericana presenta una distribución inversa, aunque no tan marcada como en el caso de los mexicanos. En efecto, casi el 25 por ciento de los angloamericanos se ubican en los dos deciles de mayor ingreso, mientras que otro 25 por ciento se ubica en los tres deciles de menos ingresos.

     Estas diferencias en los ingresos laborales de la población trabajadora se reproducen para los diversos empleos y ocupaciones de una manera particular. Por un lado. en cada categoría de actividad y ocupación los trabajadores mexicanos muestran los menores niveles de ingresos laborales. Esto es particularmente cierto en el caso del empleo en servicios a la producción, en donde su ingreso anual promedio es menos de la mitad que el estimado para el resto de la población en las mismas actividades económicas. Por otro lado, considerando las diferencias de ingreso en la población mexicana, se observa que en los empleos en que los trabajadores mexicanos tienden a ser más importantes los ingresos promedio tienden a ser menores (actividades extractivas y servicios personales, por ejemplo). Inversamente, en las ocupaciones y empleos donde la participación de los mexicanos es marginal los ingresos promedio anualizados tienden a ser mayores (véase cuadro 10).


     Finalmente, al considerar las diferencias de los ingresos promedio según actividad y ocupación dentro de cada grupo étnico podemos afirmar que éstas tienden a ser menores en el caso de los migrantes mexicanos. De hecho, entre los angloamericanos las ocupaciones mejor pagadas reciben un ingreso promedio anual que es 4.2 veces superior al que perciben los trabajadores empleados en las ocupaciones de menor ingreso, relación que es aún mayor para el caso de los migrantes asiáticos. Entre los migrantes mexicanos, en cambio, esta diferencia es de sólo 2.7 veces (véase cuadro 10). Esta menor diferencia de ingresos laborales indica, entre otras cosas, que la tendencia a discriminar a los mexicanos en sus ingresos y salarios es una constante que se da incluso en ocupaciones de alto estatus, como son los empleos de ejecutivos de empresas, profesionistas y otros puestos de rango similar. O lo que es lo mismo, que la segregación que afecta a los migrantes mexicanos no se da únicamente en las actividades y ocupaciones de mayor precariedad, sino también en las «ganadoras».

     Estos datos sobre los niveles de ingresos laborales y sus diferencias entre grupos étnicos y patrones de ocupación nos confirman lo que hemos venido señalando en este trabajo, en términos de que la inserción laboral de los mexicanos se orienta hacia sectores de baja calificación, bajos salarios, alta precariedad e inestabilidad. Sin embargo, como hemos mostrado también, ello no es sinónimo de que los trabajadores migrantes de México estén insertos en circuitos laborales ajenos al proceso de globalización y desconectados de la dinámica laboral impuesta por los cambios tecnológicos y productivos en la era de la información. Por el contrario, ellos participan de dichas transformaciones, pero de un modo particular, aportando la mano de obra necesaria tanto para actividades y ocupaciones desvalorizadas por el proceso de transformación productiva como para las nuevas ocupaciones de baja calificación que emergen junto con el proceso de globalización.

     En síntesis, la polarización de la estructura ocupacional parece ser la tendencia fundamental en la sociedad informacional. Ello implica un doble proceso: auge de «lluevas» ocupaciones «ganadoras», pero junto a ello incremento de ocupaciones «perdedoras», que no «marginales» o «excluidas» de la globalización. La inserción laboral de los migrantes mexicanos, en contraste con otros grupos étnicos, refleja en parte esta polarización. En particular, los trabajadores migrantes mexicanos tienden a emplearse en actividades y ocupaciones de bajo perfil y que implican bajos salarios, alta inestabilidad y, en general, empleos precarios. Sin embargo, no corresponden necesariamente a actividades desplazadas por la modernización tecnológica, sino que en no pocos casos son ocupaciones insertas en la era de la información pero desde la precariedad, desde lo local, sin llegar a gozar de los beneficios de lo global, de ser globalizado. No obstante, a diferencia de empleos y ocupaciones que han sido desplazadas por la modernización tecnológica, se trataría más bien de empleos precarizados por la globalización pero que son necesarios y requeridos para la reproducción de las sociedades globales y posindustriales.

CONCLUSIONES

En las últimas décadas la economía estadounidense ha estado inserta en un importante proceso de transformación productiva en la cual, sin embargo, parece predominar una estrategia de polarización donde la combinación de diversas formas de flexibilidad laboral y productiva tiende a generar una creciente diferenciación y segmentación en la estructura y el funcionamiento de los mercados de trabajo, especialmente en las grandes ciudades. En no pocos casos los medios para mejorar los niveles de competitividad internacional se han basado en distintas formas de flexibilidad laboral que inciden directamente en la estructura de ocupaciones, el nivel de empleo y salarios, y el sistema de relaciones laborales, los cuales no siempre tienden a favorecer al trabajador (De la O y González, 1994).

     En otras palabras, el sentido de las transformaciones económico-productivas, y de sus principales efectos en la dinámica de los mercados de trabajo, parece estar vinculado con el tipo de estrategia que se sigue en el proceso de reestructuración productiva, En algunos casos -los menos por cierto- el énfasis se pone en formas de flexibilidad interna, apoyándose en un mayor involucramiento del trabajador en dichas transformaciones. En este caso se opta por una estrategia de cambio tecnológico en torno a la cual se establece una nueva estructura de ocupaciones que favorece a los trabajadores de mayor calificación, que pueden adaptarse flexiblemente a los nuevos requerimientos tecnológicos, pudiendo rotar de una tarea a otra (trabajadores polivalentes), Sin embargo, por su naturaleza, esta estrategia implica una diferenciación de la fuerza de trabajo y una reducción de las opciones de empleo para gran parte de ella,

     En otros casos la opción es hacia formas de flexibilización externa, en especial de desregulación del mercado laboral a través de prácticas flexibles de contratación y despidos, así como de reducción de los niveles salariales. La estructura ocupacional se transforma y favorece a los empleos de tiempo parcial, a domicilio y otras formas de subcontratación. Esto lleva necesariamente a una precarización del empleo y la mayor vulnerabilidad del trabajador ante estas nuevas condiciones de funcionamiento del mercado laboral.

     Ahora bien, lo importante es que estas transformaciones no son necesariamente homogéneas, sino que tiende a darse una amplia variedad de combinaciones entre ambas formas de flexibilidad. La heterogeneidad resultante constituye, a nuestro modo de ver, la base de las nuevas formas de polarización y segmentación de los mercados laborales. sobre la que se configuran diversas maneras de exclusión, discriminación y segregación social que afectan, entre otros, a los trabajadores migrantes (Canales. 2000).

     De esta forma, entonces, podemos señalar que dicha estrategia de flexibilidad y desregulación laboral parece ser la base de una nueva oferta de puestos de trabajo para la población migrante, situación que por lo mismo tiene implicaciones directas en la dinámica de la migración y sus cambios en la última década (Zlolniski, 1998). Así, podemos explicar el crecimiento de la migración, lo mismo que sus nuevas modalidades y perfiles sociodemográficos, como resultado en parte de estos cambios en la demanda de mano de obra en las principales ciudades estadounidenses. En concreto, podemos señalar que los mexicanos tienden a ser preferidos como fuerza de trabajo en diversas ocupaciones de bajos salarios, entre las que destacan las siguientes:

l. Por un lado, el mercado urbano más importante sin duda es el de servicios intensivos en trabajo, tales como restaurantes, repartidores, mensajeros y otros servicios de consumo. (21)

2. Por otro lado. en industrias que tradicionalmente se han abastecido de mano de obra migran te, tales como las de ropa y vestido. En éstas las mujeres migrantes son la fuerza de trabajo predominante.

3. Un tercer tipo es el autoempleo en la economía informal, o de venta en la calle. Un ejemplo es la venta de flores en el centro y el metro de Manhattan.

4. Por último. un cuarto tipo de empleo es el trabajo por día.
Este es más o menos reciente y reproduce los patrones de contratación de trabajadores migrantes en la agricultura del sur de California.

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(1) Cabe señalar que hacia 1990 la economía norteamericana aún generaba el 46 por ciento del producto interno de los países capitalistas desarrollados. el 43 por ciento de su producto industrial y el 37 por ciento de la inversión. Estos datos ilustra que. no obstante la crisis de productividad y competitividad. Estados Unidos es aún la principal potencia económica mundial.

(2) Entre otras cosas. esta rigidez de los contratos de trabajo y I bajo poder de negociación de los sindicatos se manifiesta en u menor crecimiento de las nuevas ocupaciones. junto con un mayor desempleo, al menos respecto al comportamiento de dicha variables en la economía estadounidense.

(3) Como han señalado diversos autores, esta polarización de la estructura ocupacional abre un importante espacio para la inserción laboral de los migrantes que llegan de los países del tercer mundo. Este punto lo retomaremos más adelante.

(4) Se trata de una muestra representativa de las mil mayores empresas listadas por la revista Fortune.

(5) De acuerdo con Arauja (1996) diversos estudios parecen confirmar los resultados de Osterman en términos del creciente impulso de prácticas de calidad total, equipos de trabajo. involucramiento del trabajador y nuevos sistemas de remuneración.

(6) Tal situación se da, por ejemplo, en algunas ciudades del medio oeste que fueron sede de importantes industrias en décadas pasadas.

(7) Se estima que el trabajo de tiempo parcial (part-time) creció de 22 por ciento en 1977 a más de 33 por ciento en 1986. Asimismo, más del 80 por ciento de estos trabajadores (alrededor de 50 millones de personas) ganaban menos de 11 mil dólares anuales (Sassen y Smith, 1992).

(8) Usamos el suplemento de marzo de 1998 de dicha encuesta. la que incorpora aspectos demográficos y laborales de la población residente en Estados Unidos. Esta encuesta capta la población migrante con base en el país de nacimiento, así como a los hijos de migrantes con base en el país de nacimiento del padre y/o la madre. Con estas preguntas se puede construir una variable que hemos denominado origen étnico, para hacer un análisis comparativo de las características demográficas y laborales de los migrantes mexicanos respecto a los asiáticos y a la población nativa de origen mexicano (hijos de mexicanos) y angloamericanos

(9) Sin embargo. cabe señalar que en general las encuestas demográficas de hogares, así como el Censo de Población. tienden a subestimar a la población mexicana en Estados Unidos. lo cual genera una especie de "invisibilidad. estadística de los migrantes ante dichos instrumentos de medición. Desde esta perspectiva. es de suponer que la cifra real de la población mexicana residente en Estados Unidos sea aún mayor que los 7.4 millones reportados por la CPS-98. Estimaciones más precisas se basan en supuestos y consideraciones especulativas que escapan a los objetivos de este trabajo.

(10) Lo anterior no implica desconocer que un importante componente de la migración mexicana también se dirige a mercados -feminizados- y de importante participación de la mujer (por ejemplo el servicio doméstico y la industria de la ropa, entre otros). de hecho más adelante señalaremos algunos datos sobre este particular. En este sentido, lo señalado en el texto debe entenderse únicamente en el marco de la comparación de la migración mexicana con la de origen asiático.

(11) Aun sabiendo estos problemas. hemos querido presentar los datos en forma separada. para ilustrar la "distorsión» demográfica que genera la migración. Es decir. la magnitud de esta "distorsión' es en cierta forma expresión del impacto demográfico de la migración.

(12) Cabe señalar. sin embargo, que esta cifra es significativamente superior a la que prevalece en México. Más adelante retomaremos el tema

(13) En 1995, por ejemplo, en México de cada 100 mujeres en edad activa sólo 35 participaban en el mercado laboral, mientras que las 65 restantes se dedicaban a las actividades del hogar, los estudios o alguna otra forma de inactividad económica. manteniéndose al margen del mercado laboral (INEGI, 1995).

(14) De hecho el término mismo de «sociedad posindustrial» hoy día cuestionado en tanto que genera no pocos equívocos. Por lo pronto dicho término no pone énfasis suficiente en que la sociedad posindustrial sigue siendo industrialista.

(15) Las sociedades serán informacionales no porque encajen en un modelo particular de estructura social. sino porque organizan su sistema de producción en torno a los principios de maximización de la productividad basada en el conocimiento mediante el desarrollo y la difusión de las tecnologías de la información y mediante el cumplimiento de los prerrequisitos para su utilización' (Castells, 1998: 232-231).

(16) Para una revisión de estas dos caras de la estrategia de flexibilidad laboral véanse Lagos (1998) y Canales (2000).

(17) Hemos agrupado las distintas ramas y sectores de actividad siguiendo a Castells (998), quien propone una clasificación en la cual las actividades terciarias son desagregadas en diferentes categorías, lo que permite identificar las más flexibles e insertas en el actual modelo laboral de las más tradicionales. de baja calificación y más expuestas a formas de precarización de las condiciones contractuales.

(18) Por lo mismo, la migración internacional no implica únicamente un problema de -oferta- de mano de obra. sino muy especialmente una problemática de estructura y dinámica de la «dernanda» de fuerza de trabajo. Digamos que a nivel de los puestos ofrecidos en las empresas se está dando una transformación sustantiva que tiende a la polarización. Junto con puestos de alta remuneración, high tech etc., se abren espacios para puestos de trabajo de baja calificación, desregulados, con base en subcontratistas y diversas formas de precariedad. De esta forma, la cuestión migratoria en los noventa está estructuralmente ligada a los procesos de globalización y transformación productiva que impone la era de la información.

(19) Tal es e! caso, por ejemplo, de formas automatizadas en el sistema de riego. el uso de modernas tecnologías para prevenir los cambios climáticos, de equipos computacionales para regular procesos de cultivos en invernaderos y otros medios de control tecnológico de las condiciones de la naturaleza.

(20) Siguiendo la tesis de Bauman (1999), podemos decir que los jornaleros agrícolas de California (de los cuales más del 50 por ciento son migrantes mexicanos) son obreros «locales» insertos en una economía agrícola «globalizada •. La globalización del agro californiano transforma a los migrantes mexicanos en simples trabajadores locales. incluso más allá de su condición migratoria. que los podría transformar en obreros globales. Es decir, como trabajadores de! agro californiano, y dado su origen mexicano, pueden considerarse trabajadores transnacionales. pero no por ello han de ser necesariamente trabajadores globalizados. Forman parte de la globalización, pero sólo como trabajadores «localizados».

(21) En los restaurantes. por ejemplo, se da una curiosa división del trabajo. Mientras que los mexicanos se ocupan en la preparación de la comida y en lavar los trastes, los no mexicanos se dedican a la atención al cliente, tomando las órdenes y sirviendo la comida (véase Sassen y Srnith, 1992).

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