Mexico and the World
Vol. 7, No 3 (Summer 2002)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume7/3summer02/introduccion_volumenI.html

Introducción

 
Daniel Cosío Villegas, Luis Chávez Orozco, José Muñoz Cota y Jesús Silva Herzog representan distintas vertientes dentro de las múltiples orientaciones de la actividad humanística mexicana. Sus discordancias interpretativas sobre la historia de México y las etapas que cada uno escogió como objeto de estudio se explican en gran medida por las circunstancias que individualmente afrontaron al vincularse en el quehacer intelectual. A pesar de tales diferencias, los cuatro gozaron de múltiples reconocimientos por parte de sus discípulos y colegas [1] e, incluso, ninguno de ellos estuvo exento de participar directamente en el devenir político de su país.
 
José Muñoz Cota, marxista y orador por excelencia, ejerció una praxis política que, como fiel cardenista, se prolongó por más de veinte años. Al ver a Lázaro Cárdenas como la única esperanza para el México que se debatía en la crisis y motivado por el experimento social que éste trató de implantar durante su gubernatura en Michoacán, Muñoz Cota se trasladó en 1930 a Morelia para ofrecer sus servicios en dicha causa. Cuatro años mas tarde, tuvo una actuación destacada como orador oficial en la campaña presidencial de Cárdenas y a partir de 1936 se dedicó a escribir varios libros de carácter polémico o poético en los que, amén de abordar innumerables temas, puso especial énfasis en resaltar la personalidad y la actuación de Ricardo Flores Magón, con quien siempre se identificó.
 
Luis Chávez Orozco, también marxista y cardenista, se adentró en la historia de México desde 1924, cuando empezó a “vivir en el pasado”, como investigador del Archivo General de Guerra. Revalorando las fuentes primarias no publicadas, Chávez Orozco ganó fama creciente como editor de colecciones histórico-documentales. Asimismo, las meticulosas investigaciones que realizó tuvieron un resultado pragmático para su vida pública, como puede ejemplificarlo el hecho que, acompañado a su interés por la vida indígena, precortesiana y colonial, tuvo la posibilidad de actuar sobre tal problema, al ser nombrado Director del Departamento de Asuntos Indígenas en 1939.
 
En contraste con el énfasis documental sobre Chávez Orozco, y la expresión poética de Muñoz Cota, Daniel Cosío Villegas dedicó muchos años de su vida intelectual a reseñar la historia mexicana comprendida entre los años de 1867 y 1911. Publicó la monumental obra denominada Historia Moderna de México que, integrada por diez tomos, salió a la luz entre 1955 y 1972. Desde antes de emprender este magno trabajo y durante su realización, estimuló la actividad intelectual mexicana al fundar las revistas El Trimestre Económico, Historia Mexicana, y Foro Internacional, de las que fue primer director en los períodos de 1934-1948, 1951-1961 y 1960-1963 respectivamente. Sus ideas tuvieron mayor impacto al ser co-fundador del Fondo de Cultura Económica (1934) y de la casa de España (1938), que en 1940 se constituyó como El Colegio de México. Aunque en 1972 Cosío Villegas organizó un equipo de investigadores para publicar una serie de libros sobre la Historia Contemporánea de México (cubriendo los años comprendidos dentro 1908 y 1960), tuvo mayor inclinación hacia los artículos periodísticos, en los que ofreció a sus lectores el tipo de notas críticas que había encontrado al estudiar la prensa decimonónica.
 
Jesús Silva Herzog entrelaza sistemáticamente su vida personal con la historia de México en el siglo xx, la cual ha escrito parcialmente. Sus actividades públicas incluyen los siguientes cargos: ministro de México en la Unión Soviética du­rante el gobierno del licenciado Portes Gil y principios del gobierno de Ortiz Rubio; subsecretario de Educación durante 1933 y parte de 1934 en el gobierno del general Abelardo Rodríguez; perito en el conflicto de orden económico de la industria petrolera (su dictamen e informe que culminaron con la expropiación de las compañías extranjeras en 1938); gerente general de la Distribuidora de Petróleos Mexicanos del 10 de mayo de 1939 al 8 de agosto de 1940; subsecretario de Hacienda y Crédito Público en el gobierno del presidente Avila Camacho del 3 de octubre de 1945 al 2 de diciembre de 1946. Pero, sobre todo, Silva Herzog ha ejercido la docencia durante 50 años, desde 1919 hasta la fecha. Sus servicios a la Universidad Nacional Autónoma de México se iniciaron en 1925. Fue director de la Escuela Nacional de Economía en los años de 1940 a 1942. Fue también miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad, de febrero de 1945 a noviembre de 1962. También Silva Herzog fue director de Cuadernos Americanos, revista que fundó en 1942.
 
Los cuatro intelectuales entrevistados opinaron sobre el México del siglo XX, cada uno desde un punto de vista anclado en diferentes épocas del pasado de México: Chávez Orozco en el lapso comprendido entre el mundo prehispánico y los primeros años de la Independencia; Cosío Villegas en la segunda mitad del siglo XIX, Muñoz Cota en una revolución del siglo XX que, para él, debió haber sido hecha por Ricardo Flores Magón, y Silva Herzog, en el período de 1928-1929, cuando se estableció el estudio formal de la economía en México.
 
 
 
DANIEL COSIO VILLEGAS
 
Al escribir estas líneas desde lo alto del Hotel María Isabel Sheraton, treinta años después de haber entrevistado a Cosío, frente a la estatua del Angel, en un día sin sol, la maravilla de la belleza moderna de la capital se manifestó de improvisto ante mí a través del aire transparente recién limpiado por la lluvia. Esta escena nos hizo recordar otra similar, cuando entrevistábamos a Cosío Villegas en la primavera de 1964: Desde la ventana de su despacho, en un piso muy alto de la Torre Latinoamericana, contemplábamos la Ciudad de México, metrópolis que él amaba aún más que Colima, la ciudad de su juventud. Cosío nos comentaba lo mucho que gozaba de esa vista. A nuestro comentario de que a él parecía no interesarle únicamente escribir sobre la historia de México, sino también contribuir a ella, Cosío respondió asintiendo pensativamente con la cabeza.
 
Y de hecho, Cosío contribuyó a la Historia de México. Octavio Paz, quizás describió esta contribución de manera más elocuente:
 
[Cosío Villegas] fue un gran historiador de nuestro siglo diecinueve y un gran cronista de nuestro siglo veinte, especialmente de la época contemporánea. No era un hombre de sistemas filosóficos, sino más bien de la tradición moral y psicológica antigua que se remonta a Tucídides. Además, era un excelente escritor, y entre sus grandes virtudes estaba la de poseer ese sentido del humor que es el sentido de las limitaciones. Cosío Villegas nos enseñó a ser conscientes de la dignidad humana. [2]
 
Desde muy joven Cosío construyó un mito de su formación estudiantil que le dio la confianza para convertirse en líder intelectual. Sin embargo, sostener este mito lo indujo a contradicciones al relatar, por escrito u oralmente, la cronología de los hechos importantes de su vida.
 
Aunque Cosío nació en la Ciudad de México en 1898, desde su adolescencia hasta el fin de su vida dijo: 1) que había nacido en Colima, y 2) en el año 1900. El invento del lugar de su nacimiento fue motivado ‑‑tal como él mismo sugiere en estas entrevistas‑‑ para asegurarse de que sus nuevos amigos en la capital compartieran con él la imagen que tenía de sí mismo: la de un muchacho de provincia, de carácter independiente, quien había tenido como responsabilidad, entre los seis y nueve años, cuidar de su propio caballo, en vez de ser un jovencito criado en un ambiente urbano protegido. En estas entrevistas reveló cuál era su verdadero lugar de origen.
 
La mentirilla de la fecha de su nacimiento (1900) parece haber surgido del deseo de parecer precoz para competir favorablemente como prodigio de su generación. Fue así como Cosío creo un “lore” que le permitía, de manera explícita, brillar más que sus contemporáneos y de manera implícita, compararse favorablemente con los Siete Sabios, el grupo de jóvenes brillantes que guió a la siguiente generación en la tarea de adquirir el poder intelectual y político del México posterior a Díaz. No cabe duda de que al fijar 1900 como el año de su nacimiento se le consideraría dentro del nuevo siglo y no un hombre decimonónico.
 
Una vez que Cosío incorporó a la historia de su vida estos “datos” (1900 y Colima) no podía contradecirlos sin comprometer el marco en que basaba su historia. De hecho, en esta entrevista él no reveló su edad real. La edad que daba Cosío resultó ser evidentemente incorrecta al verificar su declaración en las entrevistas, donde dijo haber llegado a ser catedrático universitario por primera vez a los diecisiete años, con los sucesos contemporáneos que lo indujeron a la docencia y que ocurrieron más tarde. A causa de esta contradicción, tuvo que aclarar su edad en sus Memorias (publicadas en 1976 por Joaquín Mortiz) aunque volvió a dar incorrectamente la fecha en que fue catedrático por primera vez.
 
Por consiguiente, para aclarar la cronología de la vida de don Daniel, enumeramos aquí los lugares y las fechas en que residió, datos que de otro modo resultarían imprecisos y contradictorios para quienes lean tanto esta historia oral, como las Memorias de Cosío y la Biografía Intelectual de Cosío Villegas escrita por Enrique Krauze [3] . Cuando Cosío tenía 8 años, su familia se trasladó de la Ciudad de México (en donde nació Daniel el 23 de julio de 1898) a Colima, lugar al que atribuía la formación de su carácter, entre 1906 y 1909. En 1910 la familia vivió en Toluca (en donde Daniel terminó la primaria); y en 1914 regresó a la Ciudad de México. Dada la confusión política que allí reinaba, el padre de Daniel envió a su hijo a Toluca a terminar el tercer año de la escuela preparatoria. Daniel logró evadir las tropas que merodeaban en búsqueda de nuevos “reclutas”, y en 1915 volvió a la Ciudad de México para completar los dos últimos años de la escuela preparatoria, donde se recibió de bachiller, supuestamente en 1917. Ese mismo año emprendió la carrera de ingeniero, pero pronto se dio cuenta de que en realidad no le interesaba ese campo.
 
Aunque ingresó a la Escuela de Derecho entre los diecinueve y veinte años de edad, había ya convencido a todos (y a sí mismo) que esto ocurrió cuando tenía diecisiete. Por eso nos dijo en la entrevista del 8 de abril de 1964:
 
A mí me divierte mucho cuando doy una conferencia, sobre todo entre gente norteamericana, a propósito de la Revolución Mexicana, les pregunto:           
 
¿A qué edad cree usted que yo llegué a ser profesor de la Universidad de México?
 
No me saben contestar y entonces yo les digo que a los diecisiete y la gente que me escucha pone una cara de asombro y creen que estoy presumiendo de que entré de profesor universitario a los diecisiete años porque era un genio.
 
Yo les explico que no; que entré a esa edad por este vacío físico de falta de profesores que produjo la Revolución Mexicana. Y en efecto, en el año de 1917, Vicente Lombardo Toledano era profesor de Ética en la Escuela Nacional Preparatoria. Lombardo pidió una licencia y yo lo sustituí porque era necesario sustituirlo, ¿verdad? Ya Lombardo Toledano era un profesor muy joven. Lombardo tenía entonces veintitrés años de edad.
 
La “verdad”, sin embargo, no es tan sencilla. Al escribir sus Memorias, Cosío decidió corregirse y dijo (p. 59) que tenía diecinueve años cuando le fue asignada la primera cátedra. No obstante, si los datos de Enrique Krauze son exactos, Cosío tenía más bien 21 años. Según Krauze [4] , Cosío sustituyó a Vicente Lombardo Toledano en 1920.
 
La importancia de aclarar lo ficticio en la historia de la vida de Cosío no reside en el afán de desacreditarlo, sino en mostrar la forma en que construyó su propio mito elitelórico de ser un líder intelectual equivalente a los Siete Sabios, quienes le llevaban cuatro años de estudios.
 
Cosío vivió de acuerdo con la imagen que tenía de sí mismo. A él se le reconoce como uno de los grandes iniciadores de actividades intelectuales de suma importancia. Entre las varias revistas, instituciones y seminarios de investigación que fundó destacan las siguientes: [5]
 
Revistas:
El Trimestre Económico (Director, 1934-1948);
Historia Mexicana (Director, 1951-1961);
Foro Internacional (Director, 1969-1963).
 
Seminarios de Investigación:
 
Seminario sobre la Historia Moderna de México, 1876-1911 que comenzó en 1948 y culminó con la Historia Moderna de México, obra de varios autores, publicada en 1955-1972;
 
Seminario sobre la Historia de la Revolución Mexicana, que comenzó en 1970, del cual surgió la publicación de muchas guías para libros, folletos, artículos y fuentes documentales; y culminó en la publicación de estudios interpretativos de los diferentes periodos de la Revolución.
 
Instituciones:
Escuela de Economía, UNAM (Director, 1933);
Fondo de Cultura Económica (Director, 1934-1948);
Casa de España en México (Secretario, 1938-1940);
El Colegio de México (Presidente, 1957-1963)
 
En el año 1936-1937, Cosío fue enviado, muy oportunamente, a Lisboa, como Chargé d'Affaires de la Embajada Mexicana. Cuando estalló la Guerra Civil Española, Cosío le sugirió al presidente Lázaro Cárdenas que se invitara a un grupo selecto de intelectuales españoles a reanudar sus actividades en México, y Cárdenas aceptó la propuesta. Esta idea llevó primero, al establecimiento de la Casa de España, la cual se convirtió ‑‑después de la derrota de los republicanos españoles por parte de Franco‑‑ en una institución mexicana; y después, a la fundación de El Colegio de México, el cual fue establecido con un núcleo formado por académicos que pertenecían al grupo original de refugiados españoles. Otros españoles republicanos fueron integrados al Fondo de Cultura Económica.
 
Cosío fue un intelectual poco común en México, no sólo por todo lo que logró establecer en el mundo académico y cultural, sino por el hecho de haber escrito sus memorias. [6] Entre los líderes latinoamericanos no hay la tradición de escribir memorias, ya que muchos de ellos viven bajo la máscara de su “dignidad”, que mantienen a toda costa, y la cual esconde lo que los intelectuales europeos y norteamericanos han tradicionalmente legado por escrito: la experiencia del liderazgo. Aunque en la América Latina se considera poco digno que un personaje “se jacte de su grandeza” públicamente al escribir sobre sí mismo (que no es lo mismo que conceder una entrevista, y responder cortésmente a las preguntas del entrevistador), Cosío decidió escribirlas. No obstante, las Memorias de Cosío conservan un aspecto muy importante de esta dignidad, de índole más bien nacionalista. Por ejemplo, aunque en ese libro menciona a sus profesores en Harvard y Cornell, no alude a ninguno de los académicos norteamericanos con quienes colaboró estrechamente, como Stanley Ross. De hecho, al único académico norteamericano que menciona es James Wilkie, no en su calidad de organizador del IV Congreso de Estudios Mexicanos, [7] sino como el profesor que lo fue a recoger al aeropuerto en Los Angeles en 1975 para llevarlo a su hotel en Santa Mónica, en donde Cosío presidió el Congreso y tuvo una actuación más brillante que las bien conocidas prima donnas del mundo académico, Nettie Lee Benson y Lewis Hanke.
 
Las Memorias que escribió Cosío contrastan notablemente con nuestras entrevistas de historia oral. En las memorias, él escoge cuidadosamente cada tema y cada palabra; en las entrevistas, los temas y las palabras surgen espontáneamente. Las memorias siguen una ruta linear, de la A a la Z, mientras que la historia oral, en vez de obedecer a un orden cronológico, sigue tangentes imprevistas, yendo, por ejemplo, de la C la a Z, y luego a la A.
 
A Cosío le gustaba el intercambio de ideas a que se presta la historia oral, y le placía un buen debate, aunque no siempre podía conseguirlo. Cuando accedió a que el Programa de Historia Oral de la Universidad de Columbia grabara sus memorias no sabía que le iban a poner un micrófono en frente y a pedirle que él mismo registrara el relato de su vida, ya que entonces dicho programa temía que al formular preguntas, los puntos de vista del entrevistado quedaran distorsionados. Aunque más tarde este programa cambió su política y agregó preguntas y debate a sus entrevistas de historia oral, de la misma forma en que lo hacemos nosotros, el cambio surgió mucho tiempo después de que Cosío se hubiera dado por vencido, abandonando la tarea poco interesante de hablar grabando, sin el estímulo del intercambio de ideas.
 
Dada su personalidad a la vez cáustica e imponente, no era frecuente que Cosío participara en debates provocadores o duelos intelectuales. En cierta ocasión lamentó que James Wilkie fuera uno de los pocos que estaban dispuestos a retarlo, ya que muchos temían, innecesariamente, dañar sus carreras intelectuales si parecían impertinentes frente a él.
 
Aparentemente, desde muy joven Cosío cultivó esta manera de ser cortante, que sin duda era un problema para muchos intelectuales que lo trataban. En los años de 1920, Alfonso Reyes lo describió así: “Parece un ser hosco pero es muy afectuoso.” [8] A principios de los años cuarenta, los estudiantes del Colegio de México lo describían como: [9]
espartano
antipático
soberbio
irónico
estoico
descortés
áspero
 
Considerando el prestigio y poder personal que Cosío había acumulado en el mundo intelectual, parece acertado que haya dedicado sus últimos proyectos al análisis del personalismo en la política mexicana. Además de las columnas que escribía en Excelsior, fue autor de los siguientes libros (los cuales gozaron de éxito de librería): [10]
 
El Sistema Político Mexicano (1973)
El Estilo Personal de Gobernar (1974)
La Sucesión: Presidencial (Daniel Cosío Villegas (1975)
La Sucesión: Desenlace y Perspectivas (1976)
 
El hecho de que sus libros y esta historia oral conserven una pertinencia continua, es testimonio del crecimiento de la conciencia histórica de don Daniel a medida que examinaba el desarrollo de México a través de varios siglos. Es él uno de los pocos historiadores en cuyas ideas está siempre presente el futuro.
 
Por otra parte, al remontarnos un poco atrás, recordamos que entre 1964 y 1965 tuvimos varias charlas no grabadas con don Daniel donde nos comunicó sus intenciones de volver a escribir en la prensa mexicana para recrear y dar vigencia a la tradición periodística de mediados del siglo XIX, que había permitido al intelectual expresarse con términos francos y claros. Don Daniel nos dijo además que, en contraste con los diarios actuales, la prensa mexicana comprendida entre 1867 y 1876 fue y sigue siendo una excelente fuente histórica. Por tal motivo, afirmaba que su deber como historiador era intentar reformar el periodismo contemporáneo y para ello ejemplificaba, aseverando que si en el pasado no hubo tanto “progreso”, en cambio existió “la libertad de expresión y la crítica seria al gobierno”, y que cuando él intentó hacerlo en 1947, al publicar su ensayo sobre la crisis de México, lo único que consiguió fue que le armaran un escándalo de amplias proporciones. En la entrevista del 8 de Abril de 1976, don Daniel nos dijo que fue a raíz de tal incidente que surgió su interés por estudiar la Revolución, pero que a ello se abocó sólo después de haber estudiado sus antecedentes.
 
El sentido histórico de don Daniel lo condujo a testimoniar en dos formas y por dos caminos, durante su paso por la vida: la primera cuando se hizo consciente de que las memorias no eran propiamente un género literario nacional y después de haber “instado sin éxito a varios políticos a que dejaran un recuerdo escrito de sus vidas”, decidió dar el ejemplo, escribiendo sus propias Memorias, y la segunda, al colaborar y mostrar interés por la historia oral, comprendía que la cinta magnetofónica podía reflejar fácilmente la personalidad y el pensamiento que no se manifestaban en los escritos “académicos” ni en las memorias autobiográficas.
 
Nuestras entrevistas tuvieron la cualidad de mostrar cómo fueron forjados sus planes e ideas intelectuales y, posiblemente, fue también gracias a ellas que don Daniel tomó el impulso necesario para reflexionar sobre conceptualizaciones ya “formadas”. Para ejemplificar podemos mencionar el caso de su estudio sobre la Doctrina Estrada, pues sus tesis al respecto fueron expuestas en las sesiones del 10 y del 17 de agosto del 1964 en el Colegio Nacional. Nuestra entrevista sobre esa Doctrina se realizó el 26 de enero de 1965, pero cuando en septiembre de 1968 solicitamos su autorización para citar varios párrafos que al respecto se encontraban en ella, su contestación fue: “Cuando ustedes y yo conversamos sobre la Doctrina Estrada, no había estudiado ese asunto como lo hice más tarde. Puede usted ver mi trabajo en el último libro Ensayos y Notas [11] .
 
También resulta interesante que en la entrevista del 26 de enero de 1965, Cosío Villegas confesara no acordarse bien de lo que escribió en 1947 sobre La crisis de México [12] , pues en tal trabajo expresaba, de manera alarmante, que las metas de la Revolución institucional estaban en proceso de agotamiento. Nos decía don Daniel: “Una de las cosas más fantásticas que a mí me ocurren es que una vez que yo escribo y publico una cosa, la olvido, y, en consecuencia, no estoy enteramente seguro de que la síntesis que usted acaba de hacer de mis ideas (sobre la crisis) sea una interpretación fiel o no”. Es más, al explicar en la entrevista del 8 de abril de 1964 que en cierto sentido la Revolución institucional aún tenía vigencia, nuevamente pronosticó que el partido oficial afrontaría una crisis de legitimidad si el gobierno de Díaz Ordaz no cambiaba las estructuras antes de concluir su régimen en 1970. [13]
 
Al entrevistar a Cosío Villegas en 1964 y 1965, no habían ocurrido aún los sangrientos sucesos de Tlatelolco y tanto la economía como la política mexicanas parecían ir en progresiva ascendencia, sin sospecharse la grave confrontación que se daría con los estudiantes durante 1968. En nuestra entrevista del 21 de Abril de 1964, don Daniel se mostró desacorde con la autonomía universitaria, pero el desencadenamiento de los hechos que condujeron a la matanza del 2 de octubre lo hicieron cambiar de opinión, al declararse en Excelsior contrario a las “Intromisiones a la Universidad” y afirmar: “Para mí, lo que hace verdaderamente preciosa la autonomía de la Universidad es que la ha convertido en el único islote sustraído a la dominación avasalladora del gobierno federal (Presidente de la República), dominio que mata todo espíritu cívico y que convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida” [14] .
 
Estos cambios o inconstancias en el pensamiento de un intelectual como don Daniel son a veces criticados o relegados al campo de la “evolución del pensamiento del hombre” cuando, en realidad, las ideas del intelectual no sólo surgen sino que se forjan a cincel y martillo, por decirlo así, necesitando a veces la ayuda del “picador” del intelecto.
 
Es interesante resaltar las polémicas Cosío Villegas-Chávez Orozco mencionadas por el segundo en nuestra entrevista del 7 de junio de 1974. Posiblemente esas polémicas no sólo surgieron de sus dispares opiniones sobre la forma en que debía escribirse la historia, sino también de las distintas orientaciones ideológicas que profesaban: Chávez Orozco, el marxismo y Cosío Villegas, el liberalismo constitucionalista.
 
Para Cosío Villegas, la historia de México se encontraba en un péndulo que oscilaba entre la libertad política y el bienestar del progreso material. Por ello, consideraba las etapas comprendidas entre 1867-1876 y 1911-1940 como triunfales, mientras que veía al porfiriato como un lapso en el que el triunfalismo había sido sacrificado. En 1947 y 1967, Cosío habló de que el México posterior a 1940 era neoporfiriano, en tanto que el estado daba síntomas de un retorno a la prisión de la empresa privada y evidenciaba el relajamiento en su impartición de justicia social, económica e individual [15] .
 
Con el propósito de desafiar al sistema político mexicano de los años setentas, don Daniel emprendió un análisis detallado del régimen de Luis Echeverría en su perspectiva histórica [16] . Por este hecho, podemos sacar a relucir los conceptos que externó en nuestra entrevista del 25 de enero de 1965. En ella don Daniel acusó a los líderes de la Revolución Mexicana de no haber brindado una confianza fehaciente a los intelectuales, pues consideraba que, con excepción de Vasconcelos durante el gobierno de Obregón, estos estudiosos no habían podido ser actores o creadores de la Revolución y sólo se les conminaba a ocupar puestos secundarios en la política o bien a desempeñar cargos como simples consejeros gubernamentales.
 
Así Cosío, consciente de su papel como intelectual, y en la búsqueda del liberalismo constitucional, se lanzó a ejercer influencia directa sobre la política, mediante la crítica al estilo personal de gobernar del Presidente de México. Esto no deja de tener cierta ironía, pues ello lo logró adoptando un estilo muy personal, que le permitió dejar a un lado la documentación masiva que había utilizado en sus anteriores obras, para escribir su ensayo.
 
 
 
LUIS CHAVEZ OROZCO
 
En una era en la que algunos historiadores han sido acusados de restringir sus estudios a lapsos de tiempo muy cortos y de no haber logrado integrar significativamente el pasado con el presente, resulta interesante examinar los puntos de vista de Luis Chávez Orozco, hombre considerado como un historiador prominente desde los inicios de 1930. Al profesor Chávez Orozco no sólo le interesaba la historia de México en su totalidad, sino que fue precursor en el estudio de la historia social y económica de su país. Su gran interés por reinterpretar el pasado de México, pudo haber provenido de los siguientes factores: a) los puestos que ocupó en le gobierno le dieron la oportunidad de actuar en asuntos de Estado y de formarse como un historiador autodidacta entre los últimos años de la década de los veintes y los primeros años de la siguiente década; y, b) que involucrado en la turbulenta vida política de los años treintas, llegó a la conclusión de que México necesitaba un nuevo tipo de interpretación intelectual para poder detectar el lugar que le correspondía en la historia.
 
Luis Chávez Orozco surgió en la vida político-intelectual en una época en que el cardenismo, el indigenismo y el socialismo fungían como ideologías dominantes. Por tal motivo, su visión de la historia quedó sumamente impregnada de esas corrientes, lo cual constató al afirmar que la reivindicación de las masas en México, prioritariamente las indígenas, estuvo muy estrechamente asociada a la actuación presidencial de Lázaro Cárdenas (1934-1940). Chávez Orozco fue también uno de los primeros intelectuales en anticipar la lucha que por el poder fue entablada entre el ex-presidente Plutarco Elías Calles, que había logrado perpetuar su influencia desde 1924, y Lázaro Cárdenas, que llegó a la presidencia de la República con ideas nuevas para lograr el desarrollo de México en una etapa de depresión mundial. En ese ambiente, Chávez Orozco se hizo cardenista y no fue sólo sino hasta su muerte, ocurrida el 16 de septiembre de 1966, cuando dejó de ser el gran admirador y crítico amigable de Cárdenas.
 
En 1934 el profesor Chávez Orozco publicó un texto escolar que se anticipó, con la exposición de sus ideas, al programa de educación socialista implantado bajo el gobierno de Cárdenas. Como subsecretario de Educación Pública, Chávez Orozco articuló dicho programa entre 1936 y 1938, pero nunca dejó de estar consciente de lo impracticable del mismo en un país que no era socialista y al que lo único que podría aportar, sería un encauzamiento hacia ese sistema. La historia del indígena mexicano, protegido por las Leyes de Indias y desde 1821 expoliado de sus tierras por la clase criolla acomodada, mereció especial interés para Chávez Orozco, quien supo aprovechar ampliamente sobre la materia, al ser nombrado por Cárdenas director del Departamento de Asuntos Indígenas de México, habiendo escrito varias obras y publicado documentos cuya importancia para la historia social y económica de México es vigente aún en nuestros días [17] .
 
Las entrevistas con Luis Chávez Orozco fueron grabadas en 1964, doce años después de su última participación política al apoyar la campaña presidencial del general “cardenista” Miguel Henríquez Guzmán. Fracasada la campaña, Chávez Orozco limitó sus actividades políticas al simple papel de asesor presidencial de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, quienes le proporcionaron las facilidades para continuar sus investigaciones históricas. Quizás porque Chávez Orozco estaba ya retirado de la actividad política cuando las entrevistas se llevaron a cabo, presentan más un cuadro intelectual del hombre, que de sus acciones personales.
 
Las entrevistas tienen un enfoque histórico y biográfico que se refleja en varias formas. Ya en la década de 1960, el profesor Chávez Orozco no sólo podía discutir sus escritos históricos con mayor objetividad que en los años anteriores, sino que sus conclusiones en cuanto a los problemas de la actuación del individuo y de cómo ha de escribirse la historia, al tener sus orígenes en 1920, se encontraban lo suficientemente maduras para ser consideradas como definitivas. Así, estas entrevistas se ocuparon en gran medida, del papel jugado por los líderes de la historia de México [18] y dan a conocer la forma en que los conocimientos históricos de Chávez Orozco influyeron su vida y acción política.
 
El propósito de las entrevistas, no fue hacer un examen analítico de los puntos de vista de Chávez Orozco, sino dar a conocer la forma en que éstos surgieron y la relación que existió entre ellos y la historia de México.
 
Se ha dicho con frecuencia, y tal vez con cierto prejuicio, que algunos intelectuales latinoamericanos no toman la delantera para influir sobre el pensamiento de su pueblo, sino que, al contrario, siguen los pasos de los políticos para justificar el camino que estos decidan trazar. Ciertamente, Chávez ilustra con su caso lo frágil de semejante afirmación: perteneció a la vanguardia intelectual que condujo a México por los cambios educacionales de la década iniciada en 1930. Tal vez este ejemplo sea útil, cuando menos, para modificar o reinterpretar esa generalización que se ha hecho de varios intelectuales de América Latina.
 
Puede ser que por la inclinación característica de Chávez Orozco a los estudios académicos, éste nunca se dedicara de lleno a la política. Don Luis Chávez Orozco nació en Irapuato el 27 de mayo de 1901 y en 1917 abandonó la escuela para iniciar su vida como historiador autodidacta. No cabe duda que dicha experiencia desarrolló su sensibilidad hacia la búsqueda de los temas recurrentes en la historia y sobre la manera en que estos han influido nuestro presente.
 
A diferencia de muchos historiadores latinoamericanos que se extendían demasiado en la época colonial, sacrificando para ello la historia reciente que originalmente se habían propuesto tratar, Luis Chávez Orozco delimitó siempre su objeto de estudio y para fundamentar su hipótesis, utilizó una infinidad de documentos con carácter económico y social que personalmente interpretaba acudiendo a los archivos de México [19] .
 
Es curioso que a Chávez Orozco se le conociera más como editor de documentos históricos que como historiador, educador y político [20] .
 
Es más, hay quienes desconocen el gran interés que tuvo en dilucidar los asuntos de la historia social y económica mexicana y lo han encasillado como un ensayista y autor de un número que se aproxima a los doscientos artículos que se encuentran diseminados en la mayor parte de los periódicos nacionales. La falta de información sobre la personalidad intelectual de Luis Chávez Orozco podría explicarse con el hecho de que, en los últimos años de su vida, una quebrantada salud le impidió testimoniar, en forma escrita, la amplia gama de conocimientos que logró acumular tras largos años de estudio y trabajo documental [21] . Muchas veces el profesor suspendió su conversación con nosotros para buscar aquel documento que apoyara las afirmaciones que nos hacía, y lo leía en voz alta.
 
Con la muerte del profesor Chávez Orozco, acaecida en 1966, concluyó un esfuerzo entusiasta por cerrar la brecha existente entre el mundo del estudioso y del político [22] .
 
 
 
JOSE MUÑOZ COTA
 
Nacido en la Ciudad de Chihuahua el 21 de enero de 1907, el profesor José Muñoz Cota estudió la primaria en el New English College de la Ciudad de México y con posterioridad se graduó en la Escuela Nacional Preparatoria. En 1926 obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Oratoria y el segundo en la fase internacional, lo cual le permitió gozar de un viaje a Europa. En 1931 recibió el título de licenciado que le otorgó el Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca donde más tarde fue profesor de Literatura.
 
Estimulado por sus inquietudes de justicia social, Muñoz Cota se adhirió en 1930 al gobierno reformista que Lázaro Cárdenas desempeñó en Michoacán entre 1928 y 1932. Fue orador oficial durante la campaña de Cárdenas (1934-1934) y al obtener este último el triunfo, ocupó el puesto de Jefe del Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública (1934-1937), hasta que en 1937 fue electo diputado federal por el Distrito Federal.
 

Preocupado por la designación de Avila Camacho, no de Mújica, para la sucesión presidencial, Muñoz Cota se convirtió en secretario particular de Lázaro Cárdenas hasta que en 1942 fue nombrado embajador de México: primero en Honduras, después en Colombia y por último en Paraguay.
 
El profesor Muñoz Cota regresó a México para participar en la campaña presidencial de Miguel Henríquez Guzmán que se efectuó entre 1949 y 1952. Convencido de que Henríquez tenía el apoyo de Cárdenas, Muñoz Cota fungió como secretario federal de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, fundada en 1951 por varios disidentes del partido oficial. Cuando culminó la campaña, se encontró totalmente decepcionado al constatar que Cárdenas había retirado su apoyo a Henríquez Guzmán para asegurar el triunfo de Adolfo Ruiz Cortines, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
 
En nuestras entrevistas de 1963, Muñoz Cota tenía aún pocos deseos de hablar sobre la cuestión Cárdenas-Henríquez Guzmán y como él mismo nos dijo en su carta del 20 de febrero de 1977:
 
“A decir verdad, encuentro la entrevista vaga, difusa, y, a veces oscura. Culpa es de la improvisación, de la falta de tiempo para redondear conceptos; pero por amor a la exactitud ‑‑otra cosa sería la falsa‑‑, la dejo tal y como salió. Releyendo el texto, efectivamente, lo hallo incompleto en muchas partes. Pero sería cosa de escribirlo y de intentar un libro y no es éste el caso. Estoy, después de diez años, de acuerdo con lo esencial; pero me duele no haber ampliado el contenido para hacer más explícita mi intención.
 
“Fundamentalmente sigo pensando que una revolución es el producto del dolor social y que la Revolución Mexicana saltó las etapas clásicas que señalan: primero, una revolución intelectual y luego, como consecuencia, una revolución armada. Tal es el caso de Francia, de la URSS, de China, etc.; pero en México los intelectuales estuvieron del lado de don Porfirio y los únicos libros que señalan el antecedente son: Los grandes Problemas Nacionales de Andrés Molina Enríquez: México Bárbaro de John Kenneth Turner, y La Sucesión Presidencial en 1910 de Francisco I. Madero. Y bien: el primero no circuló, puesto que apresaron a Molina Enríquez; el segundo, fue exclusivo, en artículos en inglés, de periódico norteamericano, y traducido ya muy tarde y el último, con circulación moderada, llegó sólo a manos de una minoría ‑‑la mayoría no sabía leer. Cierto que hubo periódicos de oposición, y debe citarse particularmente, El Ahuizote, El Diario del Hogar, etc., pero hay que suponer que no tuvieron los campesinos oportunidad de conocerlos. Sólo hay una excepción, Regeneración, el periódico de Ricardo Flores Magón --con ideología anarquista--; éste sí llegó a manos de campesinos y obreros. Estuvo en manos de Mújica, en las manos de Baca Calderón, de otros hombres que más tarde tomaron las armas.
 
“Los varones que se alzaron en armas fueron los peones, los rancheros humildes y los profesores pobres, algunos estudiantes que abandonaron las armas... Me atrevo a suponer que la Revolución ‑‑ya en su primera etapa, magonista‑‑ sí tuvo ideología, era anarquista. Las Vacas, Palomas, Viesca, Janos, etc., constituyen pruebas fehacientes; pero, cuando Madero encabeza la Revolución, para mí la segunda etapa, es ya una revolución política, por más que en el Plan de San Luis Potosí se hable de reformas agrarias y de derechos obreros.
 
“El sentido revolucionario de izquierda, se define en 1917. Mújica, por ejemplo, sí tuvo una orientación socialista. Con él, otros; pero la revolución ha sufrido zigzages evidentes. Si ustedes examinan la vida de Carrillo Puerto, de Alvarado, etc., se encontrarán la primera influencia de la Tercera Internacional; pero luego se abandonó...
 
“La revolución define un nacionalismo revolucionario. Creo que toda evolución implica esta corriente, en cuanto se trata de escapar a la presión internacional imperialista; es una forma de iniciar la personalidad, la individualidad, la unicidad de cada nación.
 
“Sigo creyendo que Cárdenas encarnó un socialismo sentimental; no marxista, puesto que no sabía de Marx, sino totalmente “populista”. Su gobierno fue avanzado, agrarista obrerista, y en educación, laico. No era jacobino, pero sí entendió la necesidad de separar la iglesia del Estado y de evitar la intromisión conservadora de la iglesia, dada nuestra experiencia histórica desde la Independencia, pasando por Maximiliano y las nefastas guerras de invasión que hemos sufrido. Pero Cárdenas dejó caer las banderas en 1940 entregando la presidencia, auspiciando la candidatura incolora, gris, mediocre, de un católico, Manuel Avila Camacho, en vez de dejar que Mújica llegara a la presidencia.
 
“Alemán, muy cercano, paralelamente a Lucas Alamán, aunque diferente a él, inició la industrialización y cobijó un capitalismo fuerte. Lo demás ya es historia contemporánea. Ustedes lo conocen bien.
 
“Sólo me resta aclarar la experiencia Henríquez Guzmán-Cárdenas. Hay episodios en la vida, que contarlos no se creerían; no hay documentos ni pruebas; es simplemente el testimonio personal. Esta es la historia. Yo quise y admiré a Cárdenas; lo seguí y le serví; no obtuve ventajas, dinero ni grandes puestos. Le fui fiel. Pero me dolió, primero, el caso Mújica y, luego, el caso Henríquez. En este segundo la cuestión fue dramática porque personalmente Cárdenas me dijo que entrara a la lucha al lado del General Henríquez, aduciendo que Miguel Alemán trataba de perpetrarse en el poder. Yo había llegado a México, de Paraguay, en plan de vacaciones y no deseaba volver a la política después de lo de Mújica. Me entregué a la lucha con pasión. Miguel Henríquez Guzmán fue un tipo enorme, de una excepcional calidad humana y espíritu mexicanista.
 
“Después Cárdenas nos abandonó ¿o antes?, y surgió el divorcio definitivo. No quise escribir un libro acerca de él. No lo haré. Le tuve cariño y pensaría traición hacerlo.
 
En su preocupación por la libertad y problemas sociales de México, el profesor José Muñoz Cota escribió varios libros en tono polémico con el fin de interpretar algunas épocas o eventos históricos. Entre ellos están: Apuntes sobre el Socialismo y la Confederación de Partidos Socialistas del Estado de Oaxaca (1928); Panorama de México; Una Opinión sobre la Jira del General Lázaro Cárdenas (1934); México en el Derecho Internacional Contemporáneo (1964); Ricardo Flores Magón: El Sueño de una Palabra (1966); Querétaro; Sinaí en Llamas; La Constitución de 1917 (1967) [23] .
 
Como las entrevistas a Muñoz Cota marcaron nuestra iniciación en la historia oral, pasamos por alto el género poético en el que nuestro entrevistado destacó con versos que cantan a la Revolución y especialmente a Ricardo Flores Magón, por quien profesó un culto innegable y manifestó en el poema que incluimos aquí para dar un cuadro más completo de su pensamiento. En este discurso poético, Muñoz Cota se refiere a su propia vida en la Revolución:

DISCURSO POR LA REVOLUCION MEXICANA
 
Nací cuando los astros tarahumaras conspiraban
sobre adustas montañas.
Mi madre, joven cactus herido por añoso machete,
puso sobre mis hombros una ternura en armas.
Toda madre es el vientre del tiempo,
para que en él germinen las espadas del tiempo.
Mi madre, en el reparto agrario de su sangre,
roturó en mí parcelas de luz y misterio.
Mi padre, su cuerpo de guarismos, era el álgebra seca de una fábrica.
¡Cómo, mi madre, era danzante flor en pautas musicales!
Yo ya nací insurgente.
Vivió mi voz en la trinchera de su vientre,
mi arenga se nutrió con sus pudores,
con la bandera de su sangre justa.
Un paisaje soldado me llevó de la mano cuando niño.
¡Qué canciones de cuna! Era el ronco piafar de los cañones,
el reptar de serpiente de las ametralladoras,
los pájaros carpinteros de los fusiles.
En la casa, mi abuela, crujía el almidón de sus plegarias.
Mis tíos, montados sus retratos a caballo.
Fue cuando el remolino se llamó Pancho Villa
y desgajó los pinos y los pintó dorados
y a sangre y a fuego conquistó la aurora.
 
Hoy sé, si leo las cicatrices de los árboles,
si miro los muñones del jacal y las muletas con que el río camina,
por qué mueren los hombres
y por qué las mujeres llevan como mochila el corazón a las espaldas,
por qué hay pan jornalero y su harina es de llanto.
Hoy sé, si la ternura es triste en ojos de mi madre,
es que recuenta retratos fusilados y las paredes viudas.
 
Yo nací en el Estado de Chihuahua,
un motín de montañas y cielos venideros.
México está cruzado por guitarras libertas.
Sobre el polvo el caballo. Sobre el caballo el hombre.
Sobre el hombre el sombrero.
Sobre el sombrero el águila devorándose al tiempo.
Con la guerra civil en el hombro, así ha vivido México.
La historia de mi patria: carga de corazones.
 
Tuvo bondad de profesor de escuela.
Tan breve y afilado como lápiz de niño,
huido de un cuaderno de tareas,
tierno como el horario de un reloj munícipe.
Un Quince de Septiembre que salió de él mismo,
huyó de su campana y se cambió de nombre y se llamó Madero.
El era bondadoso como cura de aldea, o médico rural,
pero es que lo pusieron a zancos en la historia y resultó gigante.
cuando extendió su vara ‑‑diminuto Moisés que recortó su barba‑‑
se dividió la noche. Las nubes soldaderas escoltaron los pueblos,
los luceros tocaron los tambores del pozo
y luego los magueyes se fueron al motín con sus puñales.
 
Eran los pobres más pobres, las lágrimas más lágrimas, más desnudo el maíz,
por eso es que la sierra ciudadana se llamó Pancho Villa
y los montes, por él, llegaron a la edad de los fusiles.
¡Con qué amoroso afán limpia la estrella su treinta-treinta villista!
¡A qué viento tan rebelde,
con la pistola de Villa
viene escribiendo su nombre
en las proclamas del cielo!
Cada pistola escondía
las lágrimas de los niños
que no tuvieron pañuelo.
Por el filo de la Sierra
Francisco Villa cabalga.
Un pueblo niño lo sigue,
toca su clarín y canta.
 
Dicen que fue en el sur, por Morelos, Guerrero, por Oaxaca,
los patrones, más ciegos que los ciegos,
no miraron, adentro, los ojos de los indios:
dos cananas crecían sus pájaros de fuego.
No supieron mirar los hacendados
que en el pecho del peón iba creciendo
un torito de pólvora
en una feria bronca de balas libertarias.
La luna entró a saqueo
asaltando ventanas de guitarra.
Estaba el General madurado en el árbol del maüser,
a caballo, Emiliano Zapata.
 
Dicen que no sabían leer, pero que pronto aprendieron
el alfabeto oscuro de la muerte.
No sé yo si es verdad que las tumbas le crecerán al monte,
pero pienso, que el día del juicio, en la resurrección de las banderas,
se han de gritar los nombres de toscos campesinos vestidos de jacal,
con petates de luna, bautizados en nombre de la milpa,
serán como pequeñas iglesias sumergidas
que retoñen al viento sus campanas de tierra y libertad!
 
No los pidamos santos. ¿Acaso usas la espada para podar rosales?
Pero una cosa es cierta: ¡Santo dolor del pueblo!
Cada fusil llevaba como mira una estrella.
Vino la muchedumbre, tan sembradora fiel, vino a sembrar sus muertos.
Igual que las semillas, unos muertos se mueren en la piedra
y en el luto del tiempo,
otros, mudos, dispersos, en la violenta arena se disgregan,
pero hay también los muertos que alcanzan tierra fértil,
germinan y fecundan espigas de esperanza!
 
Lloviznaron canciones.
Y fue que los fusiles, en horas de vivac,
por causa del amor se arrepintieron.
La bayoneta se deshizo en lágrimas,
el corazón, espuela de combate,
fue epístola de amor en sobre rosa
y en la florida cicatriz del hombre
la sangre se llamaba Valentina,
Adelita, Marieta, Jesusita,
si después del combate le sacaron cardillo a las heridas,
pulían los muñones y adornaban con flores las muletas.
 
Después llegó del norte, otra vez Coahuila, una maciza sombra,
ancha de espaldas y de barbas anchas, las manos generosas.
Vino a buscar la sangre de Madero, caída del puñal, a levantarla,
a colgarla de un rifle, para gritarla en alto igual que una proclama.
Porque el niño entendiera que la voluntad no muere asesinada,
ni muere el sacrificio de los limpios,
porque el adulto sepa que en la cárcel la libertad no acaba
y el anciano a los nietos legue de la justicia la palabra,
por ello, siempre por los demás, a levantar la sangre de Madero,
tan fluvial, tan desierto, tan río, tan montaña,
a levantar la sangre de Madero vino Carranza.
 
Amo la libertad.
Amo mi casa y mi casa eres tú, Revolución.
Con tus manteles limpios donde están los cuentos, anécdotas, corridos,
la toma de Chihuahua, Torreón y Zacatecas
y las escaramuzas donde la gente vio, no a Santiago el Apóstol,
sí a Morelos repartiendo machetes.
No todos se preguntan, ¿han comido los hombres?
Si las viudas comieron, si han comido los niños,
por responder a esto se fueron los paisajes a la guerra
pertrechados de almas.
Yo quisiera decir estas cosas con un tono sencillo,
como las cuenta el indio ensarapado de Chihuahua,
como un cigarro de hoja que estuviera en cuclillas,
decir sólo una cosa: los peones, los obreros,
volvieron a ser hombres.
 
Un viejo Coronel, por cierto fue villista, mutilado de un brazo,
el nervioso muñón amenazándome, solía relatarme la entrada a Zacatecas.
Era de Cuencamé, Cuencamé es el pueblo que dio más generales.
 
Hoy visité ese pueblo, Cuencamé, con el muñón al aire,
un caserío gris de pueblo fusilado,
o de pueblo colgado de estrella mutilada.
 
Diré que hubo Varón a quien creció la cárcel sobre el cuerpo.
Se quitaba y ponía sus vestidos de cárcel.
Cuando fue asesinado, debajo de la piedra
estaba el corazón en forma de águila.
Cristo, un Cristo de Oaxaca con su fusil al hombro,
llevó todas las cruces de los peones.
¿En dónde hay más espinas? Para ofrecer el pecho de Ricardo
en él caben las cárceles del mundo.
Flores Magón, Ricardo,
único héroe a la altura del pueblo.
Flores Magón, Ricardo, único apóstol
a la altura del surco.
Flores Magón, Ricardo,
única muerte que venció a la muerte
y la volvió más vida libertaria!
 
Ya no podré seguir este discurso.
En la piedra del sol están los signos:
Ricardo Flores Magón y Praxedis Guerrero,
Emiliano Zapata, Venustiano Carranza,
y Francisco I. Madero.
También el coronel, el del muñón rebelde,
a la diestra del tiempo están sentados.
Iluminan fusiles en vez de candelabros.
 
Amigos, mis amigos:
Un hombre de Chihuahua les pide un rinconcito
en el códice agrario donde la Revolución
ya pintó para siempre su alborotada historia.
En un rincón opaco este poema
con el discurso trunco que imitara
la gutural modulación del treinta-treinta [24] .
 
 
Además de sus poemas [25] , Muñoz Cota ha escrito infinidad de romances y corridos. Entre otros es autor de: Romance Tallado en el Alba (1932-1933); Romances de la Hoz y del Martillo (1934); Emiliano Zapata: Tres Corridos (1936); y Ricardo Flores Magón: Corridos (1963) [26] .
 
En años recientes también ha escrito sobre oratoria y sobre los méritos de aquellos discípulos que tuvieron gran éxito en concursos de oratoria [27] .
 
Sombra:
 
Este libro tiene un origen complejo y remoto. Es una prueba de amor a la libertad.
            En la época del “sarampión marxista”, siendo muy joven ‑‑¿quién que es, no ha sido marxista?‑‑, escribí unos malos versos bajo el signo de la hoz y el martillo. No los lamento ahora porque fueron necesarios entonces, por más que no alcanzara a definir la ubicación exacta de Ricardo Flores Magón, también publiqué algunos “corridos”, imitando la espontánea poesía del pueblo, aunque con poco éxito, y contaba en ellos las acciones revolucionarias de Palomas, Viesca, Las Vacas, la romántica, encendida figura de Praxedis Guerrero, y, naturalmente, la hercúlea semblanza de Ricardo.
            Tal vez, a la sombra del estudio biográfico de Diego Abad de Santillán, naciera en mí la intención de adentrarme en la existencia de ese ser excepcional que pasó como águila ardiendo por los campos mexicanos.
            Algunos años trabé amistad con un poeta uruguayo -de los de lanza en ristre-, don Angel Falco, metido por azares del destino, él que era anarquista, en achaques diplomáticos; pero entregado en cuerpo y alma a la devoción lírica de Ricardo Flores Magón a quien había dedicado una serie de poemas insurgentes.
            Era don Angel Falco varón maduro, de hablar lento y cadencioso, con el dejo de hamaca que imprime la cruz del sur; de corazón ancho y de bondad fácil; de mano generosa y ameno diálogo.
            Los habituales del café París-Express, a donde escapaba de la ruina consular y otros menesteres, oíamoslo, con atención preocupada, disertar, ¡quién lo dijera!, de Ricardo Flores Magón y de la revolución social mexicana.
            ¿Quién sabe dónde habrán quedado esos cantos! Guardo en la memoria, con afecto, la esencia de ellos, su mera almendra; pero una línea se me quedó tatuada para siempre en el recuerdo, cuando con metáfora feliz sintetizaba a Ricardo Flores Magón: “Un sol clavado en la sombra.”
            No he vuelto a tener noticias de don Angel Falco, señor y muy señor mío, tan quijotesco magonista, y, a esta distancia, no sé si llegó a publicar su producción; pero ciertamente que me agradaría charlar ahora con él sobre estos temas a los que tan apasionadamente me he entregado.
            Conocer a Diego Abad de Santillán y abrazar al hidalgo don Angel Falco - hablo de hidalguía espiritual y el don, aquí, es signo de respeto a la nobleza- colmaría recónditos afanes.
            Empero otras circunstancias, muy variadas, han intervenido en la integración, muy lenta de este libro.
            Poco a poco, a tumbos de meditación y de duras realidades, vi claro en el proceso de la historia que me ha tocado vivir.
            Entendí que la Revolución Mexicana no era una, sino dos diferentes: una de tipo social y otra estrictamente política.
            Revolución social la que plantea Ricardo Flores Magón con Librado Rivera y Praxedis Guerrero, la que ostenta en su programa el principio de ¡Tierra y Libertad!
            Revolución política la que, luego, se desarrolla bajo la consigna de Sufragio efectivo, no reelección, de Francisco I. Madero.
            El triunfo de Madero -seguramente posible gracias a lo sembrado previamente por los magonistas- es verdad que derrumbó la dictadura porfiriana y abrió nuevos cauces; esto es evidente; pero también es cierto que, en virtud de causas que, tal parece, la tabla de valores se reduce, con la ambición de poder en juego, a un cambio de personas, de nombres en el mando.
 
....
 
Declaro que, por exceso de admiración y de cariño, este libro ‑‑que no pasa de ser un ensayo en busca de un libro crítico-biográfico‑‑ es fundamentalmente polémico.
            Es un alegato; pretende ser una defensa y, a la par, una exaltación, casi lírica, sin abandonar la seriedad y el rigor de documentos y testimonios vivos, en favor de Ricardo, a quien la historia oficial silencia con toda premeditación, alevosía y ventaja; a quien los emboscados neo-porfiristas ‑‑que pululan en la República‑‑ calumnian y envilecen y a quien la juventud desconoce porque no han tenido la oportunidad ‑‑como dije al principio‑‑ de entrar en contacto con su relampagueante existencia.
            Alguien ‑‑cuando surja el Netlau que Ricardo merece‑‑ redactará la biografía exacta, la valorización cabal, de este extraordinario hombre quien, sin dejar su hombría, con las limitaciones y recortes que lo humano marca, fue, es, en la historia contemporánea de México, un ejemplo excepcional, desde el ángulo que quiera usarse para examinarlo.
            Estas cuartillas las he escrito, además, y principalmente, para satisfacer una urgente necesidad espiritual, estrictamente individual, para darme el placer de estudiar y conocer detalladamente esta vida que fue de cárcel en cárcel, cambiándose sus vestidos de piedra, águila de truncadas alas, sin permitir, ni un instante, que el desaliento, la enfermedad, el hambre, el encierro y la soledad erizada de angustias, le restara viento a su imaginación, espacio a su pensamiento, profundidad a su corazón, en donde cupo todo el dolor del mundo.
            Ricardo: un héroe a la altura del pueblo [28] .
 
Desde 1959 Muñoz Cota fue maestro de literatura y oratoria en la Preparatoria número 4 y en el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana. Fue colaborador de los diarios Novedades y El Nacional, y de la revista Impacto. Murió el 13 de marzo de 1993.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
JESUS SILVA HERZOG
 
Uno de los pocos mexicanos que han redactado sus memorias [29] , Silva Herzog no sólo comprendió la teoría que respalda los textos autobiográficos, sino que fue el primero en reconocer la importancia de la historia oral. De inmediato comprendió lo que muchos miembros de la Asociación Americana de Historia no habían captado del todo en el decenio de los sesentas. En 1940, la Asociación había declarado que a la historia grabada oralmente no se le podía otorgar la misma validez que al documento histórico por el hecho de no ser un registro escrito. Desde nuestra primera conversación en 1964 Silva Herzog concordó con nosotros que cuando la historia oral es transcrita se convierte, de hecho, en “historia escrita”.
 
Como Silva Herzog observó el desarrollo del registro magnetofónico de nuestras entrevistas con políticos y líderes intelectuales mexicanos, y después de haber sido él mismo uno de nuestros entrevistados, no sólo sugirió la necesidad de publicar las historias orales, sino que ofreció editar una sección de éstas con el propósito de ponerlas al alcance de un público educado más amplio como primicia de un nuevo género, necesario para el estudio de la historia mexicana [30] .
 
Silva Herzog fue un hombre extraordinario en tanto que, próximo a la ceguera total, consiguió publicar alrededor de treinta libros y por lo menos 170 artículos, al mismo tiempo que ayudó a establecer la Economía como disciplina de estudio en México. Más allá de su actividad personal, la actividad de investigación y publicación de temas de Economía de Silva Herzog comprende numerosos méritos. A saber:
 
1.          En 1928 fue el líder fundador del Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas (IMIE), la primera organización que llevó a efecto análisis de la economía de México después de 1917, el año en que comenzó la reconstrucción de la economía del país, trastornada por la guerra.
 
2.          Fue miembro del grupo que, con Cosío Villegas a la cabeza, fundó en 1934 el Fondo de Cultura Económica.
 
3.          Fue el fundador de Cuadernos Americanos como casa editorial y como publicación académica (la primera edición apareció en enero de 1942).
 
4.          Fue el “padre” intelectual de cientos de trabajos académicos, cuya publicación patrocinó y/o supervisó personalmente.
 
En relación con el “problema” de su vista en 1972, Silva Herzog aprovechó el homenaje que el Colegio Nacional de Economistas le rindió en ocasión de su 80º aniversario para decir:
 
“Yo no soy un hombre como todos, soy un hombre distinto, y la culpa o el mérito se encuentra en los dos personajes que más han influido en mi vida: mis dos ojos. No soy un hombre como todos, no existió para mí el espectáculo del crepúsculo vespertino, ni pude en las noches diáfanas mirar cabalmente la luz de las estrellas, no pude gozar de las pinturas de los grandes maestros en forma cabal, ni admirar las obras de los grandes pintores, de los grandes escultores, de los grandes arquitectos. La belleza, dijo Emmanuel Kant en la Crítica de la razón práctica, es un placer desinteresado y una finalidad sin fin.
 
“Yo he gozado de la belleza en lo que he podido gozarla; he gozado de ese placer desinteresado y de esa finalidad sin fin oyendo un concierto de Beethoven o una sinfonía de Shostakovitch. He tenido una memoria por encima del promedio normal porque no he podido ayudarme de la vista, y he tenido que ejercitarla. No, no he podido hacer muchas cosas pero he adquirido una capacidad de concentración por encima del promedio normal. Y si bien es cierto que no pude gozar del mundo exterior, entonces me refugié en mi mundo interior, en mi propio microcosmos, y descubrí mundos insospechados.” [31]
 
Además de sus trabajos de investigación y publicación, Silva Herzog fue uno de los fundadores intelectuales del estudio formal de la economía contemporánea en México. En una entrevista concedida a la revista Comercio Exterior en 1979, hizo el siguiente relato de cómo la Escuela de Economía de la UNAM surgió inicialmente como una sección de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.
 
“Los miembros del Instituto están convencidos de que en México hacen falta técnicos capaces de enfrentarse victoriosamente con el estudio de nuestros problemas. Creen que es urgente estimular a los pocos que existen en nuestro enrarecido ambiente intelectual y provocar la formación de otros nuevos. De lo contrario nos veríamos en la situación penosa de tener que llamar a técnicos de Norteamérica o de Europa para que vinieran a resolver alguno de nuestros problemas. Casos concretos hay en que los expertos extranjeros conocen mejor que nosotros las condiciones económico-sociales de México. Sería una vergüenza, una vergüenza sin posibilidad de disculpa, si no hiciéramos algún esfuerzo para evitar que esto continúe sucediendo indefinidamente. Necesitamos competencia, honestidad y buena fe, si queremos asegurar el porvenir de la República.
 
“Esto que acabo de referirles puede considerarse el comienzo de la concreción de las inquietudes que existían en numerosas personas. Pero hay otro aspecto verdaderamente interesante: el 28 ó 29 de noviembre de 1928 fuimos en plan de paseo a la ciudad de Taxco, Manuel Mesa Andraca, Narciso Bassols y Jesús Silva Herzog. La noche del 1º de diciembre de ese año ‑‑lo recuerdo exactamente porque ese día se hizo cargo de la presidencia don Emilio Portes Gil‑‑ platicamos los tres en el jardín Guerrero de la población antes citada, sobre la necesidad de que en  México se organizara una escuela de economía.
 
“No recuerdo con exactitud si cumplíamos una comisión o si actuábamos por cuenta propia, pero en los primeros días de enero de 1929, en mi oficina de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Federico Bach ‑‑un alemán versado en las disciplinas económicas que se hallaba en México‑‑, Antonio Espinosa de los Monteros -graduado en Harvard University- y yo hicimos un plan de estudios de cuatro años para la carrera de economista.  No hablamos de licenciatura, de doctorado o de lo que fuese, nada más del plan para la carrera de economista. Fue uno de los últimos días que estaría en esa oficina porque el 13 de enero partí rumbo a la lejana ciudad de Moscú.”
 
Nombres, datos y anécdotas 
 
“Pero bueno, ¿quién fundó los estudios de economía? Fue Narciso Bassols, mi amigo, con quien conversamos en Taxco sobre la necesidad de establecer esa carrera en México, quien fundó la licenciatura. Tengo en la memoria un comentario que en alguna ocasión, al regresar de mi misión diplomática, me refirió mi gran amigo, mexicano ilustre, Alfonso Caso. Como ustedes saben, en el gobierno de Portes Gil se nombró rector de la Universidad a Antonio Castro Leal. Este nombró a Narciso Bassols director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, fíjense qué curioso, a mi amigo, con quien conversaba en el jardín Guerrero. Pues bien, Caso me contó que él ‑‑como miembro del Consejo Universitario‑‑ escuchó la proposición de Bassols de fundar la licenciatura de economía y que al terminar la exposición le comentó a su vecino de butaca: “¡Qué inteligente Chicho, es una máquina de pensar!” Esto tiene su sabor anecdótico, de algún interés.
 
“Entre las personas que integraban el Instituto de Investigaciones Económicas hay varias que fueron profesores en el primer año de la licenciatura  de economía: Fritz Bach, que dio clases, ese y varios de los años subsecuentes, de economía industrial; Carlos Benítez Delorme, quien se encargo de geografía económica; Ramón Beteta Quintana, un poco más tarde, en 1931, dio clases de historia de las doctrinas económicas; Antonio Espinosa de los Monteros, que inició un curso de teoría económica; Miguel Othón de Mendizábal, que dio clases relacionadas con la historia económica de México y con otras especialidades que dominaba y, más tarde, en la Escuela de Economía, fue director de un organismo creado por mí cuando fui director: el Instituto de Investigaciones Económicas (que ahora depende no de la Escuela de Economía sino de la propia Universidad); Joaquín Ramírez Cabañas también dio clases de materias históricas, fue un distinguidísimo profesor y hombre de letras; Eduardo Villaseñor también dio clases de teoría económica, teniendo como texto los principios de economía política de Alfredo Marshall; Francisco Zamora fue profesor de la Escuela de Economía, pero un poco más tarde, en 1936. Debo aclarar que yo no di clases el primer año de la licenciatura porque estaba en Moscú.
 
“Al regresar yo de la Unión Soviética, en 1930, fui invitado a asistir a una reunión en el Consejo Universitario por quien era rector entonces: Ignacio García Téllez. Todavía no pertenecía yo a la Escuela de Economía, hacía poco que había llegado, en abril o mayo de 1930. En esa sesión se iba a discutir la supresión de la licenciatura de economía porque solamente se inscribió una persona a primer año. Se llamaba Manuel Aguilar Uranga; yo lo conocí después.
 
“En esa junta, los consejeros que representaban a la rama de derecho de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales y los que representaban a los contadores propusieron que fuera suprimida la licenciatura de Economía. A ésta la representaba Miguel Palacios Macedo, un brillante profesor de la licenciatura de Economía y que en esos mismo años dirigía una revista que se llamaba El Economista, con Daniel Cosío Villegas.
 
“En esa sesión memorable pronunciamos sendos discursos Palacios Macedo y yo, como ya dije, en calidad de invitado especial. Pediré que se lea mi discurso defendiendo la licenciatura de economía:
 
“Voy a terciar en esta discusión con absoluta franqueza, amparado por mi independencia de criterio, ya que no soy ni he sido profesor en la Escuela de Economía. Cuando ésta fue creada yo me encontraba ausente del país; pero como me he dedicado desde hace más de diez años exclusivamente al estudio de la ciencia económica y de los problemas mexicanos, tengo vivo interés por el asunto que se discute y deseo expresar mis opiniones sobre el plan de estudios propuesto por el licenciado Palacios Macedo.
 
“Cuando se estudia la historia de México, sobre todo la historia económica de México, se recibe a veces la impresión de que nuestro país ha sido una nación gobernada en ocasiones por gente desequilibrada o de una fantástica ignorancia. Si se examina, por ejemplo, la historia de nuestro comercio exterior, hay numerosos casos que revelan una impreparación impresionante de la mayoría de nuestros secretarios  de Hacienda; y algo semejante puede decirse tratándose de nuestra política agrícola, mineral e industrial. Incoherencia y desorientación en todas partes y si se piensa que si a través de la Historia de México hubiese habido consejeros técnicos, economistas, como ya los había en otros países, y si sus indicaciones hubieran sido atendidas, tal vez se hubiesen evitado muchos de nuestros fracasos y de nuestras experiencias dolorosas. La falta de técnica y de conocimientos siquiera elementales han sido factores no despreciables en los desastres financieros y económicos de la patria.
 
“Todavía ahora ‑‑yo generalmente digo las cosas un poco brutalmente‑‑ nuestra ignorancia es pavorosa. En estos momentos está celebrando sus sesiones un congreso de economía, que tiene por objeto, según se afirma, estudiar los grandes problemas económicos de México, problemas verdaderamente complejos y difíciles. Para discutir tales cuestiones han venido sobre todo representantes de cámaras de comercio de lugares pequeños y lejanos, que probablemente regentean estanquillos o tiendas de ropa hecha, de más o menos importancia, y hasta una representación de consumidores de energía eléctrica. No parece sino que sus organizadores juzgan que sólo el propietario de un pequeño comercio está capacitado para discutir nuestros problemas económicos. Estos organizadores están en la misma situación de la gente de la Edad Media, que veía con suma naturalidad al barbero ejerciendo funciones de cirujano.
 
“No se necesita esgrimir muchos argumentos para que se vea con toda claridad la necesidad de preparar técnicos en economía. No es un lujo el que la Universidad sostenga esa carrera; es cumplir con su misión, es llenar un vacío en la cultura nacional, evitando así en el futuro nuevos e irremediables males al país.
 
“Aquí he oído hablar ‑‑confieso que con un poco de sorpresa‑‑ de la similitud de actividades entre el economista y el contador, entre el economista y el abogado. Estas son totalmente diversas. ¿Qué tiene que ver, pongamos por caso, el abogado y el contador con el estudio de los precios, de los fenómenos del cambio o de los salarios de las clases trabajadoras? ¿Y no es cuestión importante estar preparado para estudiar  tales problemas? ¿Puede emprender esos estudios honradamente, con plena conciencia de sus responsabilidades, una persona salida de la Escuela de Derecho o de la de Comercio? Las respuestas tienen que ser completamente negativas.
 
“Las funciones del abogado y del contador son incuestionablemente respetables, pero es necesario, es urgente que no se confundan con las de economista. Es indispensable que hagamos esfuerzos para salir de la confusión en que vivimos.
 
“Ahora bien, se ha hablado  también aquí de que los alumnos que obtengan el grado de licenciados en economía no podrán satisfacer sus necesidades elementales por falta de lugar en la sociedad. El error es lamentable. A este respecto, quiero concretarme a referirles mi experiencia personal. Desde hace algunos años he tenido a mi cargo oficinas destinadas a llevar a cabo estudios de carácter económico.
 
“Primero participé en la organización de los bancos agrícolas ejidales y muy a menudo tropezamos con la dificultad de no encontrar personas preparadas en economía que fueran a ayudarnos al desempeño de las labores que teníamos encomendadas. Más tarde estuve encargado de la Dirección de Estadística Económica. Mis dificultades fueron grandes porque no encontraba quién pudiese colaborar conmigo eficazmente, los empleados eran burócratas rutinarios y de preparación deficiente; necesitaba no abogados ni contadores sino economistas capaces de interpretar los fenómenos sociales sintetizados en los cuadros estadísticos. Un año después se me encomendó la organización de la Biblioteca y los Archivos Económicos de la Secretaría de Haciendo y Crédito Público; idéntico problema. Se hizo necesario improvisar empleados a falta de economistas técnicos. Claramente se puede ver que para organizar una biblioteca económica no se necesita de abogados o contadores sino precisamente economistas. Por último tengo a mi cargo actualmente la Oficina de Estudios Económicos de los Ferrocarriles Nacionales de México. El problema subsiste, necesito economistas y no los encuentro, porque las personas que hay en México preparadas en esta materia son tan escasas que todas tienen acomodo, disfrutando por fortuna de una buena situación personal.
 
“Entre los estudios que se me han encomendado está en examen de las tarifas de los ferrocarriles; se trata de un examen serio, ponderado, con clara visión económica de los problemas de la nación y, para emprender esta ardua y compleja tarea, no es necesario un abogado ni un contador; son necesarios economistas y únicamente economistas.
 
“Por otra parte, cada día crece la demanda de las personas especializadas en esa disciplina, y cada día, por fortuna, se tiene más conciencia de ello. Yo creo que no pasará mucho tiempo para que las grandes industrias del país tengan que llamar a los economistas a que las asesoren. Desde luego, la tarea ya está iniciada.
 
“Como dato interesante podemos citar el hecho de que hace apenas cuatro años no figuraban plazas de economistas en el Presupuesto de Egresos del Gobierno federal; pero a partir de 1929 ha sido necesario establecerlas, se ha creado la plaza porque existe la necesidad.
 
“Sostengo, pues, que es absolutamente indispensable, una necesidad  de carácter nacional, el que continúe desarrollándose cada día más y más la carrera de economista, y que éste no será un parásito social sino un factor afirmativo en el progreso de la nación.
 
“Se ha dicho aquí que el economista no podrá lucrar... No creo que el objeto de una profesión sea lucrar; esto es una idea retardataria del individualismo del siglo pretérito. El objeto de una profesión no es el lucro, sino prestar servicio de carácter social, ser útil a la colectividad. Yo no sé si el economista podrá enriquecerse rápidamente y poseer automóviles de viente mil pesos; eso no importa a la sociedad, lo importante es que el economista se prepare eficientemente para que llegue a ser un elemento que contribuya a salvar esta patria tan desdichada y tan digna de suerte mejor.
 
“Tener como ideal supremo hacer una carrera para enriquecerse, para convertirse en un comerciante, en un explotador, es algo que causa pena siquiera pensarlo, porque es pequeño y mezquino. La Universidad Nacional Autónoma sabe muy, bien que su misión consiste en crear la alta cultura nacional y en producir hombres de ciencia desinteresados y generosos que sean elementos de importancia en el progreso de la humanidad.
 
“En las mejores universidades del mundo existe la carrera de economista. La Universidad Nacional Autónoma debe desarrollarse paralelamente a esos grandes centros de cultura mundial. No hacerlo así sería resignarnos a marchar a la retaguardia de la civilización
 
“Luego, claro, se salvó la licenciatura; la salvamos en realidad Palacios Macedo y yo. Bassols ya no era Director de la Facultad de Derecho. Recuerdo una anécdota posterior, por ahí de 1939 o 1940; iba en un camión de la colonia del Valle al centro y venían platicando tres muchachos: ‑‑Tú, ¿qué vas a estudiar? ‑‑Pues yo esto, yo aquello. ‑‑Pues yo economista, ‑‑dijo uno. ‑‑¿Y qué es eso?, ‑‑preguntaron los otros. Y contestó -vean como dan vuelta las cosas‑‑: ‑‑Pues yo no sé pero dicen que dan muy buenas chambas... ‑‑Esa es una conversación de camión que se las paso.” [32]
 
Silva Herzog consideró el establecimiento del Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, en 1928, como parte de la larga historia del interés de México por los asuntos económicos. No vio al imie como un inicio, sino como una nueva etapa. [33]
 
Influido por el marxismo, pero calificándose como “un marxista heterodoxo”, Silva Herzog reveló sus ideales utópicos cuando escribió sobre Cuba, país que visitó en 1968 y al cual pudo comparar con su visión de Rusia en 1929. [34]
 
“Recuérdese que estuve en la Unión Soviética casi todo el año de 1929, a 13 años de la Revolución de Octubre; y comparando aquello con lo de Cuba a 9 años de distancia de la toma del poder por las guerrillas castristas, llegué a la conclusión de que los cubanos habían alcanzado mayores logros que los rusos en 1929. Esto así, simplemente, sin ignorar las enormes diferencias geográficas ni las condiciones históricas. Sobre todo precisa tomar en consideración la ayuda del mundo socialista, particularmente la de la Unión Soviética. Sin el petróleo ruso la Revolución cubana hubiera fracasado, no se hubiera sostenido un par de meses por falta de fuentes de energía...
 
“¿Es acaso que en Cuba existe la ciudad azul, la ciudad maravillosa de Utopía? No por lo que se ha escrito en los párrafos anteriores hay que caer en semejante puerilidad. No, los cubanos están construyendo penosamente el socialismo, lo están construyendo a pesar del bloqueo norteamericano, de la hostilidad yanqui y de sus vasallos latinoamericanos. Pasar de una organización colonial con ingredientes capitalistas o precapitalistas al socialismo, implica necesariamente vencer formidables obstáculos; pero si crear un sociedad socialista es difícil, es más difícil aún crear al hombre socialista...
 
“Ninguno de los países del Segundo Mundo, es decir, los socialistas, han llegado al comunismo, recta final de la humanidad según teóricos idealistas que olvidan el proceso dialéctico de la historia y de todo lo que existe en el universo. En estos momentos, junio de 1969, con la salvedad de que fuerzas extrañas no interrumpan la marcha de la Revolución cubana, es posible que la isla en que Tomás Moro situó su Utopía llegue a ser la primera nación comunista de la tierra. Mas allí no se detendrá por largo tiempo ni tampoco otros pueblos que alcancen la misma organización. Vendrán nuevas fórmulas de convivencia que por ahora no nos es dable imaginar. Todo esto, siempre que el hombre, aprendiz de brujo, al desencadenar las fuerzas de la naturaleza, no destruya todo lo que existe en el planeta.”
 
Silva Herzog reconoció que la Revolución Cubana de Fidel Castro fue posible gracias a la ayuda financiera soviética, especialmente gracias a los fuertes suministros de petróleo, pero no pudo prever que el sueño de Fidel se evaporaría sin esos recursos externos. Una vez más, una “utopía” fuera del alcance de los intelectuales humanistas, entre los cuales Silva Herzog permanece, como es común, como un noble líder traicionado por la avaricia de poder de un vengativo dictador.
 
Conclusión
 
Quizás el valor más importante de este libro consista en haber plasmado el pensamiento de cuatro intelectuales a través de una luz muy diferente a la que caracterizan únicamente las interpretaciones de sus escritos. Mientras que el escribir la historia formalmente limita la libre asociación de ideas, y el publicar documentos muchas veces deja sin explicar las relaciones que existen entre estos y los eventos o personajes históricos que conoce muy bien el historiador, la historia oral nos presenta la ventaja de que en ella, el entrevistado se siente libre y animando a expresar sus pensamientos, juicios e ideas sueltas que no han salido a la luz en sus obras, y sobre los cuales ha meditado mucho a lo largo de su carrera [35] .
 
Es nuestro deseo que las entrevistas que presentamos aquí sirvan a los futuros estudiantes de la vida intelectual mexicana, para comprender la forma en que cuatro hombres se dedicaron de lleno a la política y a la historia. Ya sea que esté de acuerdo o no con los puntos de vista de Cosío Villegas, Chávez Orozco, Muñoz Cota o Silva Herzog, lo importante es que el cuadro biográfico-intelectual de los cuatro contribuya al entendimiento de las complejidades e inconsistencias que son inevitables en el proceso de captación de cualquier tipo de historia.
 
 
NOTA ACLARATORIA
 
La metodología empleada en las entrevistas de historia oral ha sido tratada en otras publicaciones de los autores [36] , por lo que nos limitaremos a hacer unas cuantas aclaraciones [37] . Las preguntas que se hicieron en las entrevistas no reflejan, necesariamente, las opiniones de los entrevistadores, sino que muchas de ellas tuvieron el propósito de incitar al entrevistado a debatir o a proveernos de información histórica. Tomando en cuenta que la transcripción eficaz de una grabación de historia oral destinada a ser publicada puede compararse en cierto modo con una traducción de un idioma a otro, esta obra ha sido revisada para facilitar su lectura. Para poder capturar el significado de alguna idea que quiso expresar el entrevistado, se han omitido varias frases inconclusas o confusas, y comentarios sin importancia, que sólo interrumpen el hilo de la conversación. Algunas frases han sido corregidas, sin que por ello se haya cambiado el sentido original que contenían. La cronología de la narración no fue alterada. La grabación en cinta magnética de las entrevistas permanece en su forma original.
 
Dicha compulsa fue necesaria para completar las ideas inconclusas, agregar datos que se omitieron involuntariamente y corregir errores, como fechas inexactas. Aunque Cosío Villegas y Chávez Orozco ya no revisaron estas entrevistas, los profesores Jesús Silva Herzog (Director de Cuadernos Americanos), y Lyle C. Brown (Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Baylor) las leyeron en su totalidad. A ellos manifestamos nuestra gratitud por las muchas horas que dedicaron a la corrección de algunos aspectos de este trabajo.
 
Con respecto al capítulo de Chávez Orozco, agradecemos al profesor Alvaro Matute (de la Universidad Nacional Autónoma de México) su participación en la revisión; a la señorita Patricia Howard (de al Biblioteca Bancroft de la Universidad de California en Berkeley) su ayuda en localizar fuentes bibliográficas; y a doña María de los Angeles Azcárate de Chávez Orozco, quien nos proporcionó datos indispensables para la documentación el capítulo.
 
Finalmente, expresamos nuestro reconocimiento a Catherine B. de Macotela, por su revisión cuidadosa de una introducción preliminar que fue incorporada a ésta.
 
 
 
 
James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie
 
 
Octubre de 1995
 

 


[1] .         Véase, por ejemplo, Eugenia Meyer. “Luis Chávez Orozco, en memoria”, El Heraldo, 24 de septiembre de 1947; Extremos de México: Homenaje a don Daniel Cosío Villegas, México, D. F., El Colegio de México 1971; Homenaje a José Muñoz Cota: Discursos. México D. F. Impulsa Impresores, 1962.

[2] .         Síntesis de la cita de Paz, obtenida de la traducción al inglés por Stanley R. Ross, “Obituario: Daniel Cosío Villegas (1898-1976),” Hispanic American Historical Review 57:1 (1977), pp. 91-103. La cita está en la p. 97. También en la Conference on Latin American History Newsletter 12:2 (septiembre de 1976), pp 46-47. Para una bibliografía de los trabajos escritos por don Daniel, ver Stanley R. Ross, “Daniel Cosío Villegas (1898-1976)”, Para una cronología de la vida de don Daniel Cosío, ver Extremos de México: Homenaje a don Daniel Cosío Villegas, pp. 6-

[3] .         Enrique Krauze, Daniel Cosío Villegas: Una Biografía Intelectual (México, D. F.: Joaquín Mortiz, 1980).

[4] .         Ibid. p. 29.

[5] .         Según Ross, en su obituario a Cosío. Ibid.

[6] .         Para conocer el creciente número de excepciones a la tradición de no escribir memorias, ver Roderic Camp, “Autobiography ... in Mexico: A Review Essay,” Journal of Inter-American Studies and World Affairs 19 (1977), pp. 275-283. Dos líderes merecen ser felicitados por ser de los primeros presidentes latinoamericanos que escribieron sus memorias: Juan Perón (Yo, Juan Domingo Perón: Relato Autobiográfico, Barcelona: Editorial Planeta, 1976) y José López Portillo (Mis Tiempos: Biografía y Testimonio Político, México, D. F.: Fernández Editores, 2 vols, 1988). De estos dos, las memorias de Perón son mucho menos pomposas que las de López Portillo. Dos libros aún más recientes son Así lo recuerdo: Testimonio político, de Luis M. Farías (México, D. F. Fondo de Cultura Económica, 1992) y Yo, Jorge Díaz Serrano, (México, D. F. Planeta, 1989).

[7] .         Previa y subsecuentemente conocidos como los Congresos de Historiadores de México y los Estados Unidos.

[8] .         E. Krauze. Ibid. p. 40.

[9] .         Ibid., p. 109. Comparar con Antonio Alatorre, “Una Imagen de Don Daniel ... Homenaje a ... Cosío Villegas,” en Extremos de América (México, D. F.: El Colegio de México, 1971), pp. 1-4.

[10] .      Publicados por Joaquín Mortiz.

[11] .      “Vida azarosa de la Doctrina Estrada”, Ensayos y Notas (2 tomos; Hermes, 1966).

[12] .      Cuadernos Americanos 6:2 (1947), pp. 29-53; reimpreso, por ejemplo, en Ensayos y Notas, Y. pp. 133-151.

[13] .      Cfr. James W: Wilkie, “Permanent 'Revolution', Permanent 'Crisis'“ Los Angeles Times, 5 de diciembre de 1976, p. VIII-17.

[14] .      Reimpreso en Daniel Cosío Villegas, Labor Periodística, Real e Imaginaria, 18 de agosto al 2 de abril de 1971. (México, D. F.: Era, 1972), p. 205.

[15] .      También ver Charles Hale, “The liberal impulse: Daniel Cosío Villegas and Historia Moderna de México”, Hispanic American Historical Review 54:3 (1974), pp. 478-498, especialmente p. 486.

[16] .      Para una reseña concisa y pertinente, ver Martín C. Needler, “Review Essay: Daniel Cosío Villegas and the Interpretation of Mexico's Political System”, Journal of the Inter-American and World Affairs 18:2 (1976), pp. 254-255. Needler reseña El Sistema Político Mexicano: Las posibilidades de Cambio (segunda edición rev., 1972); El estilo personal de Gobernar primera edición, 1974); y La Sucesión Presidencial (Primera edición 1975). Subsecuentemente salió La Sucesión: Desenlace y Perspectivas (primera edición, 1975). Todos estos libros fueron publicados por Joaquín Mortiz, México D. F.

[17] .      Véase Humberto Serralde Nieto, “Bibliografía de Don Luis Chávez Orozco” en: Ernesto de la Torre Villar y Luis Chávez Orozco (eds.), El Contrabando y el Comercio Exterior en la Nueva España. México, D. F., Banco Nacional de Comercio Exterior, S. A., 1967. pp. 160-208.

[18] .      Véase la lista de los gobernadores de México desde 1821 en el Apéndice A, al final de este libro, la cual sirve de guía para localizar la posición cronológica de los gobernantes, y en ella se pueden ver en una cápsula los cambios frecuentes de gobierno antes de 1934, sobre los cuales opina Chávez Orozco.

[19] .      Según una fuente autorizada, Chávez Orozco fue el primer mexicano en utilizar los términos “historia económica y social” en los títulos de sus libros: véase Enrique Florescano y Alejandra Moreno Toscano, “Historia Económica y Social” veinticinco años de investigación Histórica en México (2 tomos; México, D. F.: el Colegio de México, 1966), pp. 160-228. (Esta obra constituye los números 50-60 de la revista Historia Mexicana).

[20] .      Véanse los escritos recientes que tratan de poner en perspectiva la obra de Chávez Orozco: Vicente Fuentes Díaz, “Luis Chávez Orozco: El Investigador y el Hombre”. El Día, 9 de octubre de 1966, Carlos J. Sierra, “Biblio-Hemerografía de Luis Chávez Orozco”. Suplemento del Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 352 (1966); Eugenio Meyer, “Luis Chávez Orozco, en Memoria”, El Heraldo, el 24 de septiembre de 1967; Vicente Fuentes Díaz y Alberto Morales Jiménez, Los Grandes Educadores Mexicanos del Siglo XX (México, D. F.: Editorial Altiplano, 1969).

[21] .      Ya para mediados de la década de 1960, Chávez Orozco había acumulado una de las mejores bibliotecas de historia de México, la que, junto con sus anotaciones y guías (como por ejemplo, la guía del Archivo General de la Nación) constituyen una fuente clave para la historia de México. Esta valiosa colección (la cual consiste en miles de volúmenes y panfletos, así como recortes de periódicos, rollos de microfilm y copias fotostáticas de documentos) está ahora bajo la custodia del Centro de Estudios de Historia de México, una fundación particular establecida por Condumex, S. A. (La Fundación Cultural de Condumex fue fundada en 1953 por inversionistas particulares que representan intereses mexicanos, norteamericanos, y más tarde europeos. Condumex es una fábrica de conductores para electricidad y comunicaciones).

[22] .      Como ejemplo de los últimos intentos de Chávez Orozco de lograr este objeto, véase la recopilación de sus artículos tomados de las páginas editoriales de Excelsior: Luis Chávez Orozco, El Presidente López Mateos Visto por un Historiador (México, D. F., Editorial Patria, 1962). Cfr. Jean Bazant, “Don Luis Chávez Orozco y la Historia Económica de México”, Historia Mexicana 62 (1967), 427-431, quien interpreta estos (y otros) artículos.

[23] .      Libros publicados, respectivamente, por Talleres de Imprenta y Encuadernación del Gobierno del Estado de Oaxaca; Mundial; Castalia; Editorial Doctrínez; Costa Amic. Todos ellos editados en México, D. F., excepto el primero, que fue publicado en la Ciudad de Oaxaca.

[24] .       José Muñoz Cota, ¿Quién Hablará por la Revolución? (México, D. F.: Tribuna de México, 1960), pp. 19-24.

[25] .       Los libros de poesía de Muñoz Cota incluyen Poemas Escogidos (México, D. F.: Editorial Orientaciones, 1936); Breve Voz: Poema (México D. F.: Editorial Juventudes de Izquierda, 1938).

[26] .       Publicados, respectivamente, por Mundial; Ediciones F.E.P; s.p.i.; Castalia.

[27] .       Ver El Hombre es su Palabra en Torno a la Oratoria (México D. F.: s.p.i., 1974) y Jóvenes en Espiral: Semblanzas (México D. F.: Costa-Amic, 1976). Para la iniciación de Muñoz Cota a la oratoria, cfr, su trabajo que fue premiado en el concurso de filosofía, en Universidad Nacional de México, Concursos de Filosofía e Historia, Abiertos por la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria el Año de 1924 (México, D. F.: Secretaría de Educación Pública, 1925).

[28] .       (México, D. F.: Editores Mexicanos Unidos, 1963), pp. 5-7 y 124-125.

[29] .       Jesús Silva Herzog. Una vida en la vida de México (México, D. F.: Siglo XXI, 1972), que cubre su vida hasta 1946, y Mis últimas andanzas, (1947-1972 (México, D. F.: Siglo XXI, 1973). También publicó De lo dicho y escrito. 1931-1976: Discursos y conferencias (México, D. F.: Edición privada del autor, 1977). Debido a que creyó en el decisivo papel que el individuo tiene en la historia, fue más allá de la escritura de la historia para coleccionar y reeditar folletos con los cuales ayudó a cambiar el curso de la historia mexicana ‑‑ver, por ejemplo, el trabajo que Silva Herzog dirigió titulado La cuestión de la tierra, 1910-1917: Colección de folletos para la Historia de la Revolución Mexicana (4 volúmenes; México, D. F.: Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, 1960-1972). Sus numerosos volúmenes de historia interpretativa incluyen, por ejemplo, Breve Historia de la Revolución Mexicana: I. Los antecedentes y la etapa maderista. II. La etapa constitucionalista y la lucha de facciones. 2 Tomos; México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1960; El agrarismo mexi­cano y la reforma agraria; exposición y crítica, México, D. F., Fondo de Cultura Econó­mica, 1959; La expropiación del petroleo en México, México, D. F., Cuadernos Americanos, 1963; Trayectoria ideológica de la Revolución Mexicana del Manifiesto del Partido Liberal de 1906 a la Constitución de 1917, México, D. F., Cuadernos Americanos, 1963; “México a 50 años de su Revolución”, Cuadernos Americanos, 132 (1964),7‑30; El pensamiento eco­nómico, social y político de México, 1810‑1904, México, D. F., Instituto Mexicano de Inves­tigaciones Económicas, 1967.

[30] .       En Mis últimas andanzas (pp 170-171) Silva Herzog hace un comentario acerca de su decisión sobre la necesidad de publicar las entrevistas de Historia Oral en Cuadernos Americanos, en 1969, bajo los auspicios del Instituto Mexi­cano de Investigaciones Económicas. Conviene observar que otros proyectos de historia oral en México han enfocado a seguidores, más que a líderes, como el caso de los proyectos dirigidos por Alicia Olivera y Eugenia Meyer. En cuanto al trabajo de Oscar Lewis, nos referimos al tema en nuestras entrevistas con Rafael Rodríguez.

[31] .       Jesús Silva Herzog, p. 320 de “Examen de conciencia”, Comercio Exterior, abril de 1985, pp. 319-320.

[32] .       Jesús Silva Herzog citó su artículo inaugural de la Revista Mexicana de Economía del IMIE, en 1928, y continuó sus declaraciones en las pp. 311-314 de “Confieso que he trabajado”, Comercio Exterior, abril de 1985, pp. 311-318. Cosío Villegas difiere de Silva Herzog respecto de la forma en que surgió la idea de establecer los estudios económicos formales. En sus Memorias ‑‑(pp. 139-140)‑‑ Cosío Villegas arguye que fue idea suya y que se la tuvo que imponer a Narciso Bassols, a la sazón, director de la Facul­tad de Derecho, quien estableció la Sección con reticencias. Sin embargo, tanto Silva Herzog como Cosío Villegas pu­dieron desempeñar ese papel, puesto que es común que a las decisiones políticas importantes se les en­cuentren muchas raíces, como lo ha sugerido Alfonso Trueba. Al reseñar México visto en el siglo XX, Trueba puso como título de su artículo “La elección de Cárdenas” para destacar que nuestras entrevistas de histo­ria oral revelan, por ejemplo, que la “idea” de nombrar a Cárdenas como canditato del Partido Oficial a la Presidencia durante el sexenio que comenzaría en 1934 no surgió tanto del jefe máximo, Plutarco Elías Calles, como de las sugerencias convergentes de muchos líderes sobre el tipo de “decisión” necesaria, dada la coyuntura de circunstancias en los primeros años del decenio de los treintas. (Ver la reseña de Trueba en la edición de Excelsior del 29 de septiembre de 1969).

[33] .      Mis últimas andanzas, pp. 146-151. Sobre la historia general de este aspecto de la historia de los estudios económicos en México, ver La estadística económica de México. Los orígenes, de Sergio De la Peña y James Wilkie, (México, D. F.: Siglo XXI y Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 1994).

[34] .      Mis últimas andanzas, pp. 229-229.

[35] .      John A. Garraty expresa una opinión similar a ésta en cuanto a las ventajas de la historia oral, no obstante que él ha usado un método muy diferente al nuestro en sus entrevistas (el cual consiste del uso de un cuestionario preparado en lugar de hacer las preguntas al entrevistado de manera espontánea, como se hizo en este caso), Garraty trata, específicamente, el tema de historiografía, haciéndoles preguntas al respecto a historiadores especializados en los Estados Unidos. Estas entrevistas las publicó en su libro Interpreting American History: Conversations with Historians (2 vols.; New York; Macmillan, 1970.

[36] .      Véase, por ejemplo, James W. Wilkie, “Elitelore”, en Jorge Balán (de.), Las historias de vida en ciencias sociales: Teoría y Técnica (Editorial Nueva Visión, 1974), segunda parte.

[37] .      El trabajo lo repartimos de la siguiente manera: James Wilkie condujo las entrevistas; él y Edna Monzón de Wilkie llevaron a cabo las diferentes fase de investigación en preparación a las entrevistas y escribieron la introducción a al obra. Edna participó en todas las entrevistas y supervisó la transcripción y revisión final. Las transcripciones originales fueron hechas por Jorge E. Monzón y Trudy Monzón Titus.

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