Mexico and the World
Vol. 7, No 3 (Summer 2002)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume7/3summer02/introduccion_volumenII.html

Introducción
 
 
Por James W. Wilkie
y
Edna Monzón Wilkie


 
 
Al recordar los inicios de nuestro método de hacer historia oral, confirmamos la evidencia de que en enero de 1964, cuando comenzamos efectivamente a captar los testimonios de líderes en pro y en contra de la Revolución Mexicana del siglo XX, en México no había diálogos de historia oral con enfoque en los líderes del siglo XX. Aún hoy son pocos. Es cierto que existe un Archivo de la Palabra, [1] pero la mayor parte de los líderes mexicanos durante la primera mitad del siglo xx están falleciendo sin dejar su voz y mensajes orales para beneficio de la posteridad.
 
          La idea de nuestro proyecto es alentar a los líderes mexicanos a que revelen la variedad de “realidades” que han influido sobre la trayectoria de la historia de México desde 1910. Hemos argumentado que hay muchas maneras de percibir y juzgar “la verdad” y que las verdades individuales son tan importantes, y a veces aun más importantes que la “realidad”, y que la “verdad” del momento histórico. En la mente del líder, ese factor es la base para tomar decisiones que obran recíprocamente con la historia y cambian su trayectoria. Así, lo que las personas creen que sucedió, es tan importante para la “historia” como lo que en realidad haya sucedido. [2]
 
          De los diecisiete personajes que presentamos en los cuatro tomos de esta serie que publica la Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad de México, aparecieron siete en 1969 en nuestro libro México Visto en el Siglo XX: Entrevistas de Historia Oral con Ramón Beteta, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Miguel Palomar y Vizcarra, Emilio Portes Gil, Jesús Silva Herzog (México, D.F. Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas).
 
          En cada uno de los cuatro volúmenes de esta serie, incluimos algunas entrevistas jamás publicadas anteriormente así como una o más de las editadas en 1969. Caracterizamos a los personajes de acuerdo con la contribución que con sus puntos de vista ofrecen a esta nueva publicación de nuestras entrevistas de historia oral. Dividimos a los entrevistados en grupos de intelectuales, ideólogos, líderes políticos, candidatos y presidente. Es evidente que con esta división no incluimos a una gran variedad de posibles participantes y diferentes puntos de vista.
 
           Este tomo sobre “ideólogos” contiene las voces de
ß   Ramón Beteta, hacendista de Cárdenas y Alemán; director del periódico Novedades
ß   Juan de Dios Bojórquez, actor y cronista de la jornada del Constituyente de 1917, líder del Bloque do Obreros e Intelectuales, primer biógrafo de Zapata, Calles y Cárdenas.
ß   Manuel Gómez Morín, estadista y fundador del Banco de México y del Partido Acción Nacional (pan)
ß   Germán List Arzubide, poeta, militante irreligioso, agrarista y teórico del “estridentismo”.
ß   Miguel Palomar y Vizcarra, católico militante y líder de los cristeros urbanos
 
Al denominar a un personaje como "político y hacendista", "agrarista", "teórico”, etc., reconocemos plenamente que todos ellos eran versátiles y que estos términos representan tan sólo algunos de los aspectos, acaso los más sobresalientes, de su personalidad.. También hacemos notar que al clasificar a estos personajes como "un católico militante", o "un periodista”, no pretendemos suponer que su punto de vista sea una opinión típica de todos los católicos militantes o de todos los periodistas. Al ofrecer sus opiniones, nos parece oportuno recordar al lector que probablemente no haya dos líderes que estén completamente de acuerdo (o en desacuerdo) el uno con el otro.
 
          Comenzamos en orden alfabético:
 
Ramón Beteta
 
           El relato de un hacendista, diplomático y periodista es lo que nos ofrece Ramón Beteta. Entre la actuación de Beteta sobresalen los siguientes cargos: fue subsecretario de Relaciones Exteriores durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas; subsecretario de Hacienda en el gobierno del presidente Avila Camacho; secretario de Hacienda en el gobierno de Miguel Alemán; embajador de México en Italia durante el gobierno del presidente Ruiz Cortines; y periodista, director general de dos diarios Novedades y The News de la Ciudad de México, (éste último en inglés), en los años del gobierno del licenciado Adolfo López Mateos. Fue director general del periódico Diario de la Tarde, también publicado por Rómulo O’Farrill Jr. Beteta escribió varios libros, entre ellos: (en orden cronológico):
 
La Mendicidad en México. (México, D.F.; Departamento de Acción Educativa, Eficiencia y Catastro Sociales, 1930)
 
Editor y Traductor], Programa Social y Económico en México
¡Una controversia! (México, D.F. 1935). Traducido al Inglés como
Economic And Social Program Of Mexico: A Controversy (Mexico City: 1935), texto de discursos de W.W. Cumberland, R.A McGowan, y Joseph Thorning
 
[Traductor,] La palacracia mexicana: Breve explicación, irónica y sencilla, de los desajustes, errores y aberraciones del régimen capitalista, sobre todo en lo relativo al monopolio de la tierra ... por Craig Ralston [México, D.F.:] Partido Nacional Revolucionario, 1936
 
En Defensa de la Revolución (México, D.F.: dapp, 1937), Presentación del Dr. Ramón Beteta, Subsecretario de Relaciones Exteriores de México traducido como The Mexican Revolution; a Defense (Mexico, D.F.: DAPP, 1937)

Adverse Propaganda on Mexico--an Explanation. Undersecretary of Foreign Affairs of Mexico, May 24, 1940 (New York: Town Hall Club, 1940] (México, D.F.: dapp, 1937)
 
Mexico, The Next Six Years; A Radio Discussion From Mexico City By Ramón Beteta, Alejandro Carrillo and Robert Redfield. Introduction byPresident Miguel Alemán. (Chicago, s.p.i., 1946)
 
Pensamiento y Dinámica de la Revolución Mexicana, Antología de Documentos Politicosociales (México, D.F.: Editorial México Nuevo,1950
Tierra de Chicle [Quintana Roo] (México, D.F.; Editorial Nuevo México, 1951)
 
Tres Años de Política Hacendaria, 1947-1948-1949: Perspectiva y Acción. México, D.F.: Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Publicación de Memorias, 1951
 
Dos Discursos y Una Doctrina (México, D.F.: s.p.i, 1951)
 
Disertaciones sobre México desde Europa (México : Ediciones de la RevistaHoy, 1955
 
Camino a Tlaxcalantongo ( México, D.F.: Fondo de Cultura Económica,1961)
 
De un viaje a Oriente; Apuntes (México, D.F.: I. Vado, 1964), con Ignacio María Beteta
 
Jarana [también Jarano] (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1966)
 
Jarano , traducción de Jarana al inglés por John Upton (Austin: University of Texas Press, 1970)
 
Existe por lo menos un libro escrito sobre Beteta:
 
Vida y obra de Ramón Beteta, por Edgar Llinas Alvarez (México, D.F. Impresora Galve, 1996)
 
            Ramón Beteta en su libro Camino a Tlaxcalantongo [3] relata la trágica huida de la Ciudad de México del presidente Carranza y los fieles de su ejército con el propósito de trasladar el gobierno constitucional —que incluía a militares, burócratas y hasta un vagón con el tesoro nacional— en trenes, por la Sierra, a Veracruz.
 
Beteta cuenta cómo siendo un joven de 19 años, se unió a la Gendarmería Montada en compañía de su hermano el 7 de mayo de 1920 y emprendieron así la odisea llena de los estragos, esperanzas y desilusiones que experimentaron Carranza y sus seguidores, sólo para caer en una trampa que les tendió el enemigo, la cual culminó con el asesinato del Primer Jefe. Esta experiencia fue un recuerdo indeleble para Beteta. En su relato, cándido y muy personal, Beteta escribe:
 
“... muy cerca de nosotros alguna gente gritando:
—"¡Muera Barbas de Chivo, carranclanes jijos de la. . .!", y la noche había cerrado por completo y seguía lloviendo copiosamente. Mi hermano, que había salido en busca de órdenes, volvió con buenas noticias: rendiríamos allí la jornada. Como no se sabía qué tan seguros estábamos, el general Mariel había continuado la marcha hasta Villa Juárez para entrevistarse con el teniente coronel Aarón Valderrábano —que era gente de confianza— y de esa manera verificar si las fuerzas de la región eran efectivamente leales al gobierno. Él así lo creía, pues antes de partir había expresado al Presidente Carranza su completa fe en Herrero, quien le había reiterado su anhelo de demostrar la gratitud que sentía por los favores recibidos tanto de Mariel como del mismo Primer Jefe. A pesar de ello, el Presidente no estaba tranquilo, pero dentro de las circunstancias tampoco podía rehusarse a aceptar ofrecimientos de adhesión. Se limitó, por ello, a ordenar que estuviéramos pendientes y que nadie se acostara hasta nueva orden.
Se establecieron los rudimentarios servicios de vigilancia que se habían venido poniendo y esperamos. Las horas que siguieron fueron de gran tensión. El Presidente, instalado en un jacal no muy distinto ni muy alejado del nuestro, no descansaba. Esperaba con ansiedad —¡él, siempre tan sereno!— los informes del general Mariel. Nosotros aguardábamos también, comiendo unas tortillas untadas de chile colorado que habíamos conseguido en la mañana y que ahora, recalentadas, constituían nuestra cena. Habíamos amarrado los caballos junto a nuestro jacal y ahora podía oírlos comer ruidosamente el maíz que había comprado en Patla, pues aquí, en Tlaxcalantongo, no había sido posible conseguir nada. El caserío estaba prácticamente desierto: los hombres habían desaparecido y sólo en una que otra casa habíamos encontrado algunas mujeres con sus niños; pero tampoco allí habíamos hallado nada qué comer.
Ya bien entrada la noche llegó el emisario que mandaba Mariel. Después de leer el recado que traía, el Primer Jefe autorizó que nos durmiéramos. Fue el asistente del general Murguía quien nos trajo las instrucciones. Nos dijo que había llegado un “propio” del general Mariel diciendo que estábamos entre amigos. Su general nos autorizaba a acostarnos. Podíamos dormir tranquilamente.
Nos apresuramos a descansar. Nadie pensó en tomar precauciones especiales. Precauciones ¿contra quién? La gente de Herrero que probablemente estaba ya para entonces dentro del pueblo, podía, de todos modos, entrar y salir sin dificultad pues se suponía que estaban ahí para protegernos.
A la luz de un ocote prendido, pues ni siquiera teníamos una vela, arreglamos mi hermano y yo nuestras camas encima de la amplia mesa, utilizando los sudaderos doblados como almohadas, y nos envolvimos en dos sarapes. Los asistentes se acomodaron en el suelo. ¡Cómo me alegraba de no tener que salir en esa noche tempestuosa! La oscuridad era impenetrable. Soplaba un viento helado que se colaba por las hendiduras de las paredes. (Cuando logré calentarme me dormí profundamente).
El estruendo de unos balazos cercanos me hizo despertar sobresaltado. Busqué a tientas los huaraches que me había quitado para dormir y me los puse; me cubrí con uno de los sarapes que quité de la mesa y me aproximé a la puerta del jacal. Fuera, la oscuridad era absoluta. Una oscuridad que no conocemos los citadinos; sin relieves, sin bultos. Era como si no tuviera ojos. Era la nada. Muy cerca seguían sonando los disparos y se oían pasos de gente que corría por el rumbo del jacal en donde se albergaba el Primer Jefe. Salimos. Ahora se veían los fogonazos de los disparos como cerillos que se prendieran en la oscuridad, a unos cuantos pasos de nosotros. A su luz efímera se adivinaban las sombras un poco más oscuras de quienes los disparaban. Un asistente preguntó a mi hermano si podía hacer luz.
—No hagan luz ni ruido—contestó éste en voz apenas perceptible. No sabemos qué está pasando.
Como dando explicación a sus dudas, pasó en ese momento alguna gente gritando:
--“¡Muera Barbas de Chivo, carranclanes jijos de la. . .!” y disparando sus armas.
El ruido que ocasionó la caída en un charco, casi a nuestros pies, de uno de nuestros caballos, probablemente herido o muerto, y el lodo que nos salpicó, nos dio a entender que habían disparado sobre el jacal en donde antes estábamos.
—“¡Vámonos de aquí!” —me dijo mi hermano. "Estas paredes no protegen y sólo sirven para denunciarnos."
Seguían los gritos y los disparos. La lluvia caía a torrentes. Empezamos a alejarnos del jacal, tocándonos unos a otros para no separarnos. ¿A dónde ir? En la oscuridad era imposible orientarse. Anduvimos por unos minutos en lo que suponíamos era la dirección opuesta al lugar de donde provenían los balazos y los insultos; pero no sabíamos si lo era efectivamente, porque a poco andar las voces y los disparos se sentían más cerca. ¿No nos estábamos aproximando a ellos? Llevaba en la mano la pistola que me había regalado el licenciado Cabrera. La apretaba fuertemente pensando que con ella me defendería. Pero, ¿de quién? ¿Quién nos atacaba? Disparar era, incluso, peligroso, pues se corría el riesgo de herir a uno de los nuestros. Nos detuvimos aguantando la respiración. A poco, los gritos cesaron. ¿Se había alejado el enemigo? ¿Había cumplido ya sus propósitos? ¿Los tiros habían sido sólo para amedrentarlo? Oí a mi hermano que me decía en voz muy baja:
—Sígueme sin hacer ruido.
¿De dónde venía la voz? Lo busqué a tientas. No estaba. El ruido del furioso aguacero impedía percibir sus pisadas. Caminé con las manos hacia el frente, como un ciego, en la dirección en la que creía haberlo oído. A los pocos pasos tropecé con unos árboles. Estaba ya fuera del pueblo. Pero ¿dónde? En un momento dado sentí que el suelo cedía bajo mis pies, comencé a resbalar. Unas ramas mojadas me rasguñaban la cara. Ante los ojos de mi imaginación apareció el barranco junto al que habíamos subido y que rodeaba una buena parte de Tlaxcalantongo. Era un despeñadero profundísimo. Decidí detenerme. Con el pie sentí un bulto con el que estaba a punto de tropezar y que imaginé era un tronco de árbol caído.
Me senté en él y esperé a que algo ocurriera. Varias veces estuve tentado de llamar a mi hermano, a quien suponía cerca de mí, pero temí descubrirme o, incluso, comprometerlo a él. Silbé suavemente, como solíamos hacerlo cuando niños. Nadie me contestó. Me sentí indescriptiblemente solo, desamparado. Supe lo que significa sentir angustia. Estaba a punto de dejarme vencer por el pánico, ese pánico que se experimenta en las pesadillas. Procuré tranquilizarme, pero de cuando en cuando volvía a asaltarme un miedo casi supersticioso. Percibía el latir de mi corazón en el cuello. Durante largas horas —¡no sé cuántas!—, esperé bajo la lluvia sin que nada aconteciera. Sólo en una ocasión alguien debió haber pasado cerca de mí, porque pude escuchar voces y pisadas de caballos que pronto se perdieron.
Después de una eternidad, amaneció. Probablemente había dormitado sin darme cuenta, porque me sorprendió que hubiera luz y no estuve consciente del momento en que apareció. La lluvia había cesado poco antes, pero una intensa niebla se posaba sobre los árboles. Estaba mojado de pies a cabeza y entumecido. Me puse de pie y me estiré. Esperé otro rato a que se disipara la neblina. Entonces, con verdadero pánico, descubrí dónde me encontraba. Me había detenido instintivamente a la orilla del precipicio. Unos pasos más hubieran bastado para que rodara hasta el torrente que corría cientos de metros más abajo.
Me senté de nuevo sobre lo que antes había yo tomado por un tronco de árbol y que en realidad era una piedra musgosa, y me puse a considerar qué debía hacer. Era evidente que de algún lado había caído el enemigo sobre nosotros sin darnos la menor posibilidad de defensa. ¿Qué habría pasado con los demás? ¿Dónde estaría mi hermano? ¿Cerca de mí? ¿Se habría desbarrancado? ¿Habría sido hecho prisionero? ¿Herido, tal vez? ¿Y el Presidente? ¿Habría logrado escapar? . . .
De tales reflexiones pasé a considerar mi situación personal. ¿Qué podía yo hacer? ¿Entregarme al enemigo? ¿Escapar? ¿Cómo, sin conocer el lugar? ¿Que habría hecho mi hermano? ¿Qué camino habría tomado? A1 hacerme esta pregunta, la palabra "camino" me dio la solución. ¿Por qué no tratar de desandar el camino que habíamos recorrido de Cuautempan a Tlaxcalantongo? Era el único que conocía y que sabía a dónde llevaba. Ya en Cuautempan buscaría al guía que me había contratado Cabrera y acaso consiguiera llegar hasta México. De todos modos, lo peor que me podía pasar era caer prisionero, que era lo que sin duda me acontecería si regresaba al pueblo.
Resuelto lo que debía hacer, comencé a caminar con las mayores precauciones, procurando no hacer ruido ni ser visto, y escuchando atentamente a cada paso. El agua que los árboles habían acumulado durante la noche, goteaba ahora irregularmente y me daba la falsa impresión de que alguien caminaba detrás de mí. . . .
Me puse a caminar con rapidez. La bajada no era tan penosa como había sido el ascenso y aunque de cuando en cuando resbalaba y hacía parte del descenso sentado, lo único que me importaba era alejarme lo más rápidamente posible de aquel lugar, que ahora se me representaba como lo que realmente había sido: una asquerosa trampa. . . .
Era yo uno de los intrusos. La sierra poblana, ahora declaradamente enemiga, había permitido el paso de don Venustiano y de su comitiva. En Patla, la gente me miraba con curiosidad y recelo; pero al menos no encontré elementos militares, como temía. Se habían concentrado en la Unión o en Tlaxcalantongo, según me informaron en el tendejón al que me dirigí en llegando. Allí era en donde habíamos comprado el maíz para los caballos. Le pedí a la dueña me dijera dónde podía conseguir algo qué comer. Me señaló un jacal distante a unos cuantos pasos. Aun antes de llegar a él pude oír el tla, cla, tla, de las manos de la mujer indígena que estaba echando tortillas. Le di los buenos días y le pedí que me vendiera unas. Sin hablarme, hincada frente al metate y sin moverse de su posición cerca del comal, sacó varias "gordas" de un chiquihuite que tenía cerca y me las entregó. Le pregunté cuánto le debía y a señas me dijo que no era nada. Insistí, tratando de darle una moneda, pero ella, sonriendo, me dijo a media lengua.
—Nada, no es nada.
Le di las gracias y le pedí un poco de sal. Se levantó y me la trajo en una cazuela. Era una sal oscura, de granos gruesos y húmedos. Volví a agradecerle el favor y le pregunté si no hablaba castellano. Sonrió nuevamente, enseñándome unos dientes pequeños, muy blancos y parejos; movió la cabeza para indicarme que no.
—¿Pero me entiende?—inquirí.
Con la cabeza me dijo que sí.
     —¿No sabe de algún guía que me lleve a Cuautempan? . .
No contestó.
—Le pago bien. . . .
Entonces se levantó, me indicó que la esperara y salió del jacal.
Pasó un rato al final del cual la mujer regresó acompañada de un viejo también indígena, que hablaba correctamente el español. Tan luego me vio me preguntó de mala gana:
—¿Qué quiere?
Le expliqué que necesitaba un guía para salir de la sierra.
—No hay —me contestó.
—Es que yo no sé cómo salir.
—Pero sí supo cómo entrar.
—Teníamos guías.
—Pos ora no hay.
Me vi perdido. La sierra era un mar de montañas.
Tratar de salir solo resultaba imposible. La único que se me ocurrió fue seguir suplicando. . .:
—Soy estudiante. Tengo que regresar a la escuela. Ayúdeme!
EL viejo me recorrió con la vista de arriba a abajo y se detuvo en las pantalones del uniforme de la Gendarmería Montada que llevaba puestos.
—Usted vino con la “otoridad” del Centro, ¡pa'qué lo niega!
—No lo niego. Sí, vine con la comitiva del señor Presidente—repuse, un tanto irritado.
—Aquí no semos de ustedes. El jefe Barrios quiere que se vayan.
—Pues ayúdeme a irme. . . .
—¿El señor de las barbas blancas era su jefe?
—Sí, mi jefe y jefe de ustedes también —le respondí con la esperanza de impresionarlo. Luego expliqué :
—Es el Presidente de todo México.
—¿Presidente? ¿Don Porfirio?
—No, don Porfirio dejó de ser Presidente hace ya muchos años. El actual Presidente es don Venustiano.
—¿El mero jefe?
—Sí.
 —Pos ya se lo echaron... Mandaron palabra que anoche lo mataron mientras estaba durmiendo.
—¿Pero quién? —volví a preguntar.
—Pos usté ha de saber mejor que yo —me dijo con socarronería. Le vieron bajando de por allá.
—Sí, vengo de Tlaxcalantongo, pero no sabía que hubieran matado al Presidente.
Dije esto con sencillez, pero mis propias palabras produjeron en mí un extraño efecto, como si la magnitud de lo acontecido estuviera contenida en aquella frase: "Habían asesinado al Presidente de la República”...
Mi aflicción debió haberse retratado en mi rostro, porque el viejo me preguntó:
—¿A dónde quiere ir?
—A Cuautempan.
—Está lejos. Se le hará de noche.
—No importa.
—¿Cuánto dijo que paga porque le encaminen?
—¿Cuánto quiere?
—Cincuenta pesos.
—Está bien, pero me lleva hasta Zacatlán.
—Sólo hasta Cuautempan.
—Bueno, vámonos...
[Después de días, finalmente llegué a la ciudad de México donde] encontré a mi padre y a mi hermano, quienes se pusieron felices al verme sano y salvo, si bien un poco más flaco. Mi padre había regresado del Norte sin mayores tropiezos, y mi hermano había caído prisionero en Tlaxcalantongo, como la mayoría de los acompañantes del Primer Jefe.
Más tarde le habían puesto en libertad, pues pese a la “regañada” que Obregón nos había dado “por no haber sabido defender al señor Carranza” no llegó hasta el atrevimiento de castigar a los últimos fieles a Carranza por el delito de lealtad al gobierno constituido y al Presidente. Sólo a los más destacados en el gobierno o en el ejército se les había detenido.
A los demás, se les hizo la gracia de que pudieran acompañar al cadáver del ex Presidente hasta su última modestísima morada en el panteón de Dolores, en donde fue enterrado —me narró mi hermano— ante el mudo dolor y el sincero respeto de una multitud en la que se encontraban tanto el cuerpo diplomático como una mayoría de gente humilde.
Nos contamos nuestras respectivas peripecias y me di cuenta de cuán superfluas habían sido las precauciones que habíamos tenido para no ser descubiertos en la última parte de nuestro viaje, ya que, triunfante el Movimiento de Agua Prieta, nadie quería pensar en los procedimientos ni en la forma empleados para conseguir la victoria. El nuevo gobierno no demostraba gran interés en perseguir a los carrancistas. Su preocupación del momento era la elección del presidente sustituto, la cual se disputaban De la Huerta y don Pablo González...
La nueva del día era la gira triunfal del general Obregón por San Luis Potosí y sus explicaciones a la Prensa Unida de Nueva York respecto a la muerte de Carranza, a quien —con fino sentido del humor— en el fondo culpaba de su suerte por no haber atendido a la invitación “de que se retirara de la zona peligrosa”.
Así terminó aquella aventura que para mí fue una gran enseñanza. Gracias a ella, supe más de México y de su política que lo que pude leer en todos los textos en mi carrera de Derecho. Acaso fue una enseñanza también para el país, ya que nunca más volvió a triunfar un cuartelazo contra el gobierno legítimo. La disputa entre civilistas y militaristas se había de resolver a su debido tiempo, después de otra que también para mí fue aventura, la campaña del licenciado Miguel Alemán, el primer presidente civil de México, en la serie de gobernantes revolucionarios.
 
 
 
 
 
Juan de Dios Bojórquez [4]
 
 
   Bojórquez nació en San Miguel Horcasitas, Sonora, el 8 de marzo de 1892. Cursó la primaria en Hermosillo y obtuvo el grado de profesor de Historia Mexicana en la Escuela Normal de esa ciudad. Una beca lo llevó a la capital en 1908 a estudiar en la escuela de agricultura de San Jacinto, y se recibió de agrónomo en 1912. Regresó a Sonora a ejercer esta profesión y trabajó en la compañía constructora Richardson en la región del Yaqui.
 
   En 1913 se incorporó a la Revolución Constitucionalista. Venustiano Carranza lo nombró secretario del ingeniero Ignacio Bonillas, oficial mayor de Fomento y Comunicaciones. Acompañó a Carranza durante su entrada a la capital en agosto de 1914, año en que fue nombrado director general de Agricultura, en el Estado de Veracruz.
   Antes de cumplir los veinte años Bojórquez había ya desempeñado varios puestos importantes. En 1915 fue jefe del 29 batallón de Sonora y participó en los combates del Bajío. Ese mismo año fue secretario particular del general yaqui Lino Morales. En 1916 fundó la primera comisión local agraria en Sonora, y a fines de este año y principios de 1917 fue diputado constituyente en Querétaro. En 1918-1919 se dedicó a la agricultura, y en 1920 formó parte de la delegación comercial mexicana a Centroamérica. Ese mismo año fue electo diputado federal a la xxix Legislatura.
 
   En 1921 Bojórquez ingresó al servicio exterior y fue nombrado ministro de México en Honduras. Desempeñó el cargo de ministro plenipotenciario en 1922 en Guatemala, y en 1926 en Cuba.
 
   En 1928 regresó a México, y ese mismo año fue nombrado jefe del departamento autónomo de Estadística, y como tal organizó el primer censo completo que se hizo en México después de la Revolución. [5]
 
   Bojórquez asistió a varios congresos internacionales de estadística y como presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística organizó el congreso internacional de Estadística en 1933 durante el gobierno del Presidente Abelardo L. Rodríguez.
 
   En 1933 y 1934 Bojórquez fue jefe del nuevo Departamento Autónomo del Trabajo (más tarde Secretaría). El primero de diciembre de 1934 fue nombrado Secretario de Gobernación bajo el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas, puesto que desempeñó hasta la escisión Calles-Cárdenas en 1935.
 
   Con la ruptura entre Cárdenas y Calles, Bojórquez dejó el gabinete en 1935. Como declara en nuestras entrevistas, siguió siendo amigo de Lázaro Cárdenas, pero sabía que ya había llegado a su fin la era de los norteños, que él representaba. Así, en 1935 enfocó su atención en el mundo de los negocios. Paulatinamente, Bojórquez volvió a trabajar para el gobierno en puestos de segundo rango. En 1944 fue presidente de la Junta Directiva de Pensiones, y fue durante 10 años director general de Maíz Industrializado hasta 1964, cuando llegó al Senado como representante de su estado natal.
 
   En otras actividades intelectuales, cuando las famosas batallas del Bajío, fundó en Celaya “el Sector” y después, en 1929, El Crisol, que vivió diez años. Fue gerente de El Nacional y propietario de El Matinal, primer diario matutino de Hermosillo, y colaboró con asiduidad en diarios y revistas de la capital. Fue presidente del Bloque de Obreros Intelectuales.
 
   Bojórquez fue, además, escritor y periodista. Escribió más de diez libros. Bajo el seudónimo “Djed Bórquez”, el cual fue bastante conocido en el país, escribió libros y artículos presentando semblanzas coloridas de muchos líderes y además relataba sucedidos para captar el sentido de la Revolución.
 
   Las publicaciones de Bojórquez incluyen:
 
            Sonot: Libro ‑semi salvaje‑ de Amor y rebeldías yori‑yoqui
                        (México, D.F.: s. p. i., 1917)
                        [Djed Bórquez, pseud.]
 
            Sonot; libro semi-salvaje de amor y rebeldías yori-yaqui
                        (México, D.F; Imprenta mundial, 1929)
                                    [Djed Bórquez, pseud.]
 
                        Mis lares (de "Sonot") (México, D.F.: Ediciones Bloque de
                                    Obreros e Intelectuales, 1930)
                                    [Djed Bórquez, pseud.]
 
            Yórem Tamegua; Novela (Ciudad de Guatemala: Sánchez &
De Guise, 1923. [Djed Bórquez, pseud.]
 
                        Calles (Ciudad de Guatemala: Sánchez y de Guise, 1923
                                    [Djed Bórquez, pseud.]
 
            Calles. (México, D.F.: Botas, 1925)
                                    [Djed Bórquez, pseud.]
 
                                                                  Pasando por París: Notas de viaje (México [Imprenta Mundial]
                                                                                1929)
 
            El Héroe de Nacozari [Jesús García] (México, D.F.: Secretaría de
Educación Pública, 1926)
 
            Orientaciones de la Estadística en México (México, D.F.: Mundial,
1929)
 
            Obregón, apuntes biográficos (México, D.F.: Ediciones Patria
Nueva, 1929). Prólogo de Luis L. León.
 
                        La inmigración española en México; conferencia sustentada ante el Grupo cultural "Jovellanos", del Centro asturiano de México, el domingo 25 de septiembre de 1932. México, D.F.: Crisol, 1932).
 
                        Lázaro Cárdenas, Líneas Biográficas. (México, D.F.: Mundial,
                                    1933)
                                    [Djed Bórquez, pseud.]
 
            "Champ" : Rodolfo Campodónico, autor de "Club Verde"
            (México: A. del Bosque, 1936)
                                    [Djed Bórquez, pseud.]
 
            Crónica del Constituyente (México, D.F.: Botas, 1938)
.           [Djed Bórquez, pseud.]
 
                        Monzón (México, D.F.: s.p.i., 1942)
                                    [Djed Bórquez, pseud.]
 
            Los agrónomos de México (México, D.F. Ediciones del boi, 1959)
 
            Forjadores de la Revolución Mexicana (México, D.F.: Instituto Nacional de Estadística e Historia de la Revolución Mexicana, 1960)
 
            Hombres y Aspectos de México en la Tercera Etapa de la
                        Revolución  México, D.F.: Instituto Nacional de Estadística e                                              Historia de la Revolución Mexicana, 1963)
 
            Plutarco Elías Calles. Rasgos Biográficos. (México D.F.: PRI, 1976)
 
            En la Crónica del Constituyente, su libro más importante,Bojórquez hace un resumen interesante e instructivo de lo que aconteció —etapa por etapa— en las sesiones, que duraron setenta días, en las que se elaboró la Constitución de 1917, la cual dio forma escrita a la filosofía revolucionaria de ese período de la historia de México. La primera parte del libro se refiere a los antecedentes de la Revolución desde sus primeros brotes hasta llegar a los preparativos del constituyente. La segunda parte es la crónica misma. Aquí incluimos algunas citas del libro que dan una idea de las preocupaciones y participación de Bojórquez en la elaboración de este documento.
 
            En su crónica del 6 de enero de 1917, Bojórquez relata lo siguiente:
 
          Por la tarde, hay más dictámenes. Desde luego, el del artículo 55, que establece las condiciones requeridas para ser diputado. La presidencia ordena que se dé lectura a la opinión en contra, suscrita por el diputado Bojórquez: “Dice la comisión: “ser ciudadano mexicano por nacimiento”...
          En estos momentos voy a hablar al Congreso no como mexicano, sino como ciudadano de la América Latina:
                 “En el sentido más amplio del vocablo, las tendencias del revolucionario consciente de su misión, el mundo no tiene fronteras; por eso la revolución gloriosa del 89 no escribió en sus anales los derechos del francés, sino que proclamó los derechos del hombre.”
                 “Por eso los socialistas universales se unen a través de todas las creencias y de todas las naciones: el sufrimiento es uno; el clamor que se levanta en México por los mejoramientos, es el mismo que conmueve a Europa y será el mismo que venga a conmover a todas las naciones, mientras sigamos persiguiendo ese ideal lejano, porque el hombre no podrá jamás llegar a la perfectibilidad de las instituciones sociales.”
                 “El ideal marcha a la misma velocidad que nuestros deseos de conseguirlo.”
                 “Y sin embargo, es preciso luchar. Mientras seamos revolucionarios, tendremos que conmovernos siempre ante las miserias universales. Nos será grato ayudar al trabajador de cualquier país y dar impulsos a los proletarios de cualquier nación.”
                 “La humanidad tiene que ser única ante quien sufre, para calmar las ansias de los oprimidos.”
                 “Por eso los revolucionarios mexicanos vemos con tanta simpatía a los negros de Allende el Bravo, a pesar de que son «gringos». Por eso los revolucionarios mexicanos nos sentimos satisfechos cuando se nos dice que nuestros émulos de Guatemala hacen progresos, en su marcha contra la tiranía del país vecino. Por eso los revolucionarios mexicanos ayudaríamos, si pudiéramos, a cualquiera otra nación americana que pretendiera desentronizar a un dictador.”
                 “¿Quién de los honorables constituyentes no tuvo simpatías por Rubén Darío, cuando vino a la República para hablarnos de confraternidad latinoamericana? . . . .
                 “Por otra parte, señores revolucionarios, ¿no aplaudimos la labor del C. Primer Jefe Carranza en pro del acercamiento de las naciones latinoamericanas?; ¿no creéis que es patriótico, que es político y que es pertinente abrir una puerta de nuestra Constitución a nuestros hermanos de América?
                 “Yo sí. Y porque así lo considero, vengo a proponeros que la fracción I del artículo 55 no se acepte como la comisión presenta, sino en esta forma:
                 “Artículo 55._Para ser diputado se requieren los siguientes requisitos:_”
                 “I._Ser ciudadano mexicano por nacimiento o latinoamericano nacionalizado, en el ejercicio de sus derechos y saber leer y escribir.”
                 “De esta manera el Congreso Constituyente, dará en América la primera llamada hacia el latinoamericanismo.” [6]
 
            También Bojórquez incluyó en sus observaciones del Constituyente capítulos sobre algunos de los personajes que formaron parte de éste momento histórico. Así Bojórquez escribió: [7]
 
                 [“Luis G. Monzón] fue una de las figuras más pintorescas del constituyente. Venía de la revolución y su palabra hiriente hizo mella desde que comenzó a ser escuchada. Con su pequeño discurso inicial, hizo polvo a Heriberto Barrón, quien tuvo que marcharse de Querétaro sin ser admitido por el congreso.
                 “Luis G. Monzón es un tipo raro, extravagante. Viste, casi siempre, de negro. Usa sombrero de anchas alas. Es aficionado a usar pistola y armas punzocortantes.
                 “Monzón ha sido de los primeros bolcheviques mexicanos. Su casa la tiene casi toda cubierta de papel rojo. Su esposa y seis hijos militan en las filas del comunismo.
                 “Monzón maneja la sátira como pocos. En un mismo tono de voz y aparentando no dar importancia a sus conceptos, dice las mayores groserías o vierte las ideas más estrafalarias. Parece muy mansito. Hay que temerle aun cuando no se altere su semblante.
                 “De mediana estatura. La frente alta. Mirada penetrante. El bigote de largas guías. El profesor Monzón fue uno de los
diputados más interesantes del congreso. Su influencia se dejó sentir en muchos artículos de la Constitución. En el tercero, fue más lejos que la primera comisión de reformas, a la cual perteneció. En un formidable discurso anunció y hasta declinó un programa para la Secretaría de Educación Pública, que años después había de fundarse como Monzón lo predijo.
                 “Este don Luis G. vio la primera luz en la hacienda de Santiago, colocada a quince leguas al suroeste de la ciudad de San Luis Potosí. El acontecimiento tuvo lugar el 15 de noviembre de 1872, el año en que murió Juárez. Se educó en S.L.P.; pero nunca ha tenido muy buena educación. Es un talentoso profesor normalista. Es culto y piensa bien. Siempre ha sido un rebelde.
                 “Luis G. ha trabajado en muchas escuelas: San Luis Potosí, Hermosillo, Estación Torres, Nogales, Nacozari de García, etc. Ha sido muchas veces inspector escolar y alguna vez dirigió la Normal de Hermosillo, espantando con sus ideas modernas a la burguesía sonorense.
                 “Monzón es un verdadero precursor de la revolución. Fue magonista. Después, figuró en el maderismo. En marzo de 1913 se le ocurrió atacar la plaza de Alamos, defendida por federales huertistas. Lo derrotaron y fue a dar a la cárcel. Cuando Hill tomó la ciudad en abril del mismo año, Monzón quedó libre para seguir sirviendo en el constitucionalismo.
                 “En Hermosillo dirigió el diario revolucionario Reforma Social.. No lo aguantaron porque tenía un criterio extremadamente independiente.
                 “Apoyado por sus antiguos discípulos de la región más minera de Sonora, fue electo para el Constituyente en 1916.
                 “Monzón descolló entre los diputados radicales del congreso. Estaba en la plenitud de sus facultades físicas e intelectuales. Sorprendió a todos por la justeza de sus conceptos. Era lacónico e hiriente. Nunca dijo palabras de más. Conocedor del país y de las debilidades humanas como pocos, sabía exponer, con su pensamiento, los males por remediar, los vicios por corregir y los anhelos de redención social que iban a tornarse en leyes fundamentales.
                 “¡Ah qué Monzón!
    “¡Cómo le gusta el bacanora! Pero qué recto en sus intenciones, y qué fortaleza interior la suya, para defender, como sea necesario las ideas más avanzadas de la revolución internacional ¡Arriba el querido y viril camarada de 1917!”
 
            Bojórquez fue el biógrafo de los Forjadores de la Revolución Mexicana, obra que sirvió como guía oficial durante varias décadas. En efecto, este libro fue publicado en 1960 por la Secretaría de Gobernación y su Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana como parte de las celebraciones de cincuenta años del movimiento que comenzó en 1910.
 
            Finalmente es interesante notar que tanto Bojórquez como su amigo Germán List Arzubide fueron Presidentes del Bloque de Obreros Intelectuales de México.
 
 
Manuel Gómez Morín
 
          Una reacción a la política de Cárdenas fue la que describió el principal fundador del pan, Manuel Gómez Morín, al explicar las razones por las cuales él y otros fundaron un partido de oposición al partido oficial en 1939. A pesar de que algunos han creído que el movimiento sinarquista fue una continuación de la oposición cristera, la que más tarde habría de convertirse en organización panista, Gómez Morín declara que cada uno de estos movimientos tiene orígenes y fines propios y que no deben ser clasificados como diferentes etapas de un mismo proceso.

 
          Gómez Morín, quien en los años anteriores a Cárdenas fue consejero de los regímenes revolucionarios de Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles, le dio al pan un carácter de "oposición leal" a la Revolución; y en este volumen Gómez Morín discute la relación que tiene el pan con el cristianismo y la Iglesia.
 
          Manuel Gómez Morín, fue el autor de la Ley de Crédito Agrícola, de la primera ley del Banco de México y del primer proyecto de ley del impuesto sobre la renta.
 
          En su capacidad de profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, y sobre todo como rector de la unam durante 1933‑1934, Gómez Morín fue un defensor de la libertad de cátedra y de la autonomía para garantizar la búsqueda de la verdad.
 
          Como las entrevistas que realizamos con él constituyen la única declaración que haya dejado acerca de su vida política y el establecimiento de su partido, el pan las publicó separadamente en un volumen en 1978, el cual fue reimpreso en 1989:
 
          México Visto en el Siglo XX: Entrevistas con Manuel Gómez Morín por James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie. (México, D.F.: Editorial Jus.)
 
          Algunas de las publicaciones más importantes de Gómez Morín incluyen obras escritas en diferentes décadas:
El Crédito Agrícola en México (Madrid: Espasa‑Calpe, 1928)
Acción nacional: doctrina precisa, organización permanente, afirmación resuelta. Una entrevista con Manuel Gómez Morín, por Diego Tinoco Ariza. (México, D.F.: 1939)
Suplementos del Boletín de Acción Nacional (México, D.F., 1941)
Seguridad Nacional (México, D.F.: pan, 1966)
_  Las conferencias y folletos de Gómez Morín se han vuelto a publicar en:
Manuel Gómez Morín: “1915” y Otros Ensayos, (México, D.F. Editorial Jus, con Prólogo a la edición de 1973 por Miguel Estrada Iturbide; y Prólogo a la Segunda Edición de 1988 por Carlos Castillo Peraza)
 
Este tomo contiene:
_   “1915”, escrito en 1926 y publicado como folleto en 1927,
_   “Introducción a su libro de 1927 sobre "El Crédito Agrícola en México",
_   “España Fiel”, conferencia de 1928 sobre “España, la casa paterna, visitada por la primera vez,”
_   “La Universidad de México—Su Naturaleza Jurídica”, Memorándum Aprobado por el H. Consejo Universitario” en 1933,
_   “La Universidad de México—Su Función Social y la Razón de Ser de su Autonomía”, folleto publicado en 1934.
_   “Envío” [mensaje de 1945 a la revista La Nación “Con Motivo de las Fiestas del Cincuenta Aniversario de la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe en 1895.”]
 
          Afortunadamente, El Centro Cultural Manuel Gómez Morín, A.C. conserva la biblioteca y el archivo personales de Gómez Morín y tiene como fin principal promover el estudio y la investigación de los temas y problemas de México que fueron su constante y principal preocupación, además de difundir su pensamiento y su obra. [8]
 
          Existen varias obras sobre Manuel Gómez Morín:
_   Testimonio en la Muerte de Manuel Gómez Morín [el 19 de abril 1972] (México, D.F.: Editorial Jus, 1973).
_   Alfonso Escárcega, Anecdotario Chihuahuense de Manuel Gómez Morín (México. D.F: Editorial Jus, 1978.
_   Castillo Peraza, Carlos, ed. Manuel Gómez Morín, constructor de instituciones : antología (México, D.F. : Fondo de Cultura Económica, 1994.
_   El Banco de México en la Reconstrucción Económica Nacional [y el Papel de Manuel Gómez Morín en su Fundación] (México, D.F.:
_   Editorial Jus, Centro Cultural Manuel Gómez Morín, Instituto Tecnológico Autónomo de México, 1996).
 
En este último volumen (p. 119), Francisco Gil Díaz capta muy bien el propósito de nuestro libro de entrevistas cuando, al preparar sus comentarios con el doble propósito de conmemorar el 70 aniversario del Banco de México y relacionar las ideas de Manuel Gómez Morín con la problemática situación económica actual, cita nuestra entrevista con éste último:
 “Es un orgullo para mí haber participado en la primera reforma fiscal, en la introducción de sistemas nuevos como el impuesto sobre la renta, en la formación de un régimen de presupuestos y de la ley de ingresos moderna y eficaz; en la creación del Banco Central, en la organización del primer banco de crédito agrícola.
          Al hacerle frente a la tarea difícil de justificar su trabajo en la creación del Banco de Crédito Agrícola, Manuel Gómez Morín escribió en 1927: [9]
Desde 1910, y especialmente desde 1915, viene desarrollándose en México, con grandes trastornos y dificultades, una acción dirigida a modificar la situación de la agricultura y de la población rural mexicanas. Tal acción se ha manifestado casi exclusivamente por una serie de medidas encaminadas a hacer un nuevo reparto de la tierra cuya propiedad estaba concentrada en unas cuantas manos.
     Cualesquiera que sean los defectos de esta acción, ella ha sido consecuencia del más elemental espíritu de justicia en cuanto ha tratado de restituir a la población rural propiedades de que “legal” o ilegalmente había sido ésta despojada, o precedente forzoso de todo programa de organización económica de México.
     Pero hasta ahora la acción agraria poco ha adelantado a la fórmula de los días de lucha. En esos días, el objetivo de la acción era vencer una resistencia jurídica, establecer un nuevo postulado social. Vencer la resistencia de un régimen de propiedad individualista, exclusivo, napoleónico, y acuñar el principio de que la tierra es bien público y está sujeta a las exigencias de la colectividad.
     Por eso, la fórmula agrarista para la lucha proclamó solamente —y con un gran acierto de fórmula polémica— la necesidad de restituir las tierras a quienes habían sido despojados de ellas y de dotar con tierras a los agricultores que no las tenían. No se hicieron discriminaciones, no se pensó en una organización distinta de la militar necesaria para la guerra, no se intentó un programa de realización posible, sistemático y comprensivo. Ni hubieran podido hacerse estas cosas, porque la guerra no exige —ni tolera— la lenta labor de una discriminación.
     Mas una vez pasado el período de lucha, vencida la resistencia jurídica y económica del antiguo régimen y proclamado el nuevo principio de organización, se ha seguido creyendo que toda la tesis agraria, que todo el programa de mejoramiento en ella implicado, no demandan otra cosa que tomar tierras de los latifundios y entregárselas a los campesinos.
     Por odio y por violencia inútil y verdaderamente contrarrevolucionaria, la acción del Estado nacida de la revolución mexicana, en el problema del campo, ha sido deplorablemente estrecha.
     La acción agraria, con raras excepciones, pasó de impulso vital a tópico burocrático, cuando no a mera conveniencia política. Se inventaron necesidades donde no las había y se han dejado sin satisfacción necesidades verdaderas. En vez de investigar en cada caso concreto la situación espiritual y económica de los agricultores y de la tierra; en vez de llevar una acción ordenada a un fin serenamente establecido, después del triunfo militar y político, se han despilfarrado energías...
     El momento simbólico del reparto de tierras debe convertirse ya en trabajo fecundo...
     Como una de estas medidas complementarias del reparto de tierras, se dictó la Ley de 10 de febrero de 1926, y por eso, porque con ella no se trata solamente de lograr el fin inmediato de proporcionar crédito a los agricultores, sino el más amplio de organizar la economía rural y, sobre la base firme de una estructura económica, de alzar un nuevo régimen social del campo mexicano. La Ley se extiende a temas que en otras circunstancias o en otros países serían ajenos al estricto concepto de una Ley para organizar el crédito.
     Por otra parte, si se analiza la historia del crédito popular, y particularmente del crédito agrícola, en todo el mundo, se verá cómo ha sido siempre menester en la creación de este crédito acudir a una multitud de elementos que no son propios al crédito ordinario y que aun exceden el campo de la economía.
     Particularmente desde mediados del siglo pasado, es interesante el desarrollo de las actividades privadas o legislativas para obtener una organización del crédito popular. . . .
  En primer término, se ha reconocido como indispensable para que el crédito popular pueda existir, la organización de los que van a usar de él, la formación de asociaciones que, sumando las necesidades y las posibilidades económicas de los pequeños usuarios de crédito, ofrezcan al capital una inversión costeable por su cuantía y garantizada por el gran numero de individuos que se asocian para recibir el préstamo.
     Después, se ha admitido la necesidad de que el crédito popular no se ajuste, en cuanto a garantía, al régimen ordinario, y se han creado diversos procedimientos para procurarle una garantía especial, estableciéndose, a la vez, como ideal en el caso, la garantía personal, cuya plena eficacia no puede lograrse sino mediante la asociación y la responsabilidad solidaria de los deudores.
     Particularmente en cuanto al crédito agrícola, se ha impuesto la necesidad de una gran descentralización, porque sólo una acción local puede hacer accesible a los pequeños campesinos el uso del crédito.
     Por último —y sin que esta enumeración contenga sino los principios fundamentales—, si no para hacer gratuito el crédito, que ello es imposible en el estado económico y político actual, por lo menos, sí para reducir su precio, para disminuir la carga que el crédito significa sobre la producción, se han intentado diversos procedimientos...: la ayuda del capital del Estado y la organización cooperativa..., suprimiendo en lo posible a los intermediarios y haciendo revertir en gran parte las utilidades del crédito sobre los deudores, [reduciendo así] la tasa de interés...
     Así, en Alemania, a pesar del rigor técnico de sus procedimientos legislativos, la acción oficial sobre crédito popular es muy inferior en espíritu a la obra admirable y ejemplar realizada por la acción privada; en Francia, esta acción se ha visto contrariada a menudo por las torpezas de la legislación política; en España, a pesar de algunos proyectos legislativos muy interesantes, la vieja y castiza institución de los “pósitos”, con tan hondas raíces en la vida económica y política española, ha estado en trance de desaparecer, siguiendo el camino por donde han desaparecido otras instituciones, como las libertades locales, tan importantes para la vida de España.
     En Inglaterra y en los Estados Unidos, la existencia de un régimen bancario peculiar y de una organización jurídica distinta de la que existe en Europa continental y en Hispanoamérica, han permitido la penetración del crédito hasta los pequeños agricultores sin requerir con particular urgencia, como en otras partes, un régimen peculiar.
     En los Estados Unidos, sin embargo, después de su gran reforma bancaria, son numerosos los proyectos de organización especial para facilitar el crédito a los agricultores, y es muy importante la legislación establecida al efecto y que, no obstante la mayor amplitud que allí ha tenido siempre la práctica bancaria, reconoce la necesidad de aplicar a las operaciones con los agricultores un régimen especial, así como la conveniencia de que los agricultores se asocien para obtener crédito.
     El más importante movimiento de crédito popular es indudablemente el iniciado en Alemania y seguido después, con éxito general, en casi todas partes. El ha hecho luz sobre los principios esenciales del crédito agrícola y demostrado plenamente las excelencias de una organización inicial y fundamentalmente económica, pero basada y orientada por valores humanos que superan la economía.
     Y es debido citar los nombres de Schulze, Haas y Raiffeisen, apóstoles de este movimiento, y especialmente el último, padres de una organización que ha salvado de la miseria y elevado la condición espiritual de millones de campesinos.
     La Ley mexicana de 10 de febrero de 1926 ha tenido en cuenta esta experiencia universal, e intenta aplicar principios eficaces de ordenación a la economía rural mexicana y de mejora a la infeliz situación del campesino mexicano.
 
            Según Carlos Castillo Peraza, Gómez Morín fue el primer “técnico” de México de buena fe. Así, Castillo Peraza escribió: [10]
A Gómez Morín, el técnico --que entiende la técnica como algo que adquiere su sentido si sirve a la justicia, como ciencia más conciencia— lo mueve, y lo mueve a “mover a las almas”, el dolor que genera la revolución, en abierto abandono de su propia modernidad. Traición de algún modo inevitable cuando la modernidad arranca de una antropología de la inocencia, de una política sin presupuestos ni programas y dispuesta a hacer suyo o abandonar cualquier proyecto que contribuya a su propio afianzamiento, de una razón erigida en su propio absoluto y rebajarla a astucia para la conservación o la obtención del poder. Tal modernidad comienza como “intento de controlar al poder” y termina “reconociendo al poder como único criterio de aprobación”. Revertir esta tendencia requiere arrancar de la compasión, del compartir el dolor de los que sufren y ponerse de su parte.
De aquí que Gómez Morín se proponga y proponga a su generación unir conciencia y pericia, ciencia y ética, inteligencia y moral. De aquí su acción polifacética al servicio de la revolución naciente que necesita instituciones aptas y éticamente concebidas y operadas para no perder su alma. De aquí su decisión política de organizar una herramienta que deje atrás al caudillismo; su invitación al cumplimiento personal del deber político; su afirmación de la supremacía de la política entendida de este modo. Cuando el régimen revolucionario comienza a caer en esa especie de teocracia—la de las medidas “irreversibles” —arcaica y premoderna que, además, funciona en bien de un grupo reducido y sin escrúpulos, Gómez Morín advierte la necesidad del instrumento que reencarne el ideal y que permita superar la condena puramente ética. Sabe que no es suficiente el escepticismo ilustrado que anuncia la muerte de los ideales pero que carece de vigor, de asideros y de medios para definir e impulsar la realización de los nuevos o la restauración de los antiguos, olvidados o traicionados.
Es entonces cuando el joven revolucionario acude al modelo agustiniano que pone a la razón debajo de la sabiduría para hacer posible la edificación de la ciudad fraterna, solidaria y caritativa. Descubre que los hombres de la ciencia y de la técnica no son necesariamente inocentes: pueden enloquecer por su propia razón, idolatrar el instrumento o medio hasta la complicidad con las obras más perversas y ahogarse —y arrastrar en su asfixia— a los mismos que se propusieron salvar. Del Noce recuerda, a este respecto, cómo los sansimonianos acogieron virtualmente sin parpadear aquel “Consejo de Newton” que tendría que tratar como a cuadrúpedos a quienes no se sometieran a los imperativos de la “razón científica”. Gómez Morín, el revolucionario creador de estructuras e instituciones, descubrió entre la sangre de Huitzilac que de la técnica no sólo se puede hacer buen empleo. Y, porque quería una revolución real, supo ver al dolor como convocatoria al amor social, a la acción razonable y colectiva, al uso de la técnica guiada por la justicia, a la práctica eficaz de la caridad social que es solidaridad concreta con y por el hombre que sufre...
Se trataba de encontrar, poco a poco, en la fidelidad al pueblo adolorido y sufriente, el “nuevo hilo conductor de la verdad”; superar la actividad individual, “normalmente condenada a la ineficacia, la esterilidad y el desaliento”; dar “congruencia a la organización jurídica y a la acción política con las realidades y los intereses materiales y espirituales de la nación”...
 
            Con motivo de las “Fiestas del 50° Aniversario de la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe”, Gómez Morín envió un mensaje a la virgen, para su publicación en la revista La Nación de octubre de 1945 que decía: [11]
 
“Señora:
“Hemos visto, hemos vivido esta portentosa realidad. Sabemos que hay un camino en la encrucijada de los caminos, que es nuestro camino; el camino del pueblo de México, el camino de los pueblos de América, el camino. En la encrucijada de los caminos, en la turbulencia de las luchas, en la obscuridad de los alejamientos, en la fatiga de las desviaciones sin meta, en el desierto de las negaciones, en la espesa indiferencia y en la rebeldía encrespada, hay un camino, habrá un camino. La brújula de los corazones volverá siempre a señalar el Norte verdadero. Lo ha señalado, lo señala siempre aunque nos empeñemos en negarlo, en no verlo, en no entenderlo. La brújula indefectible, el corazón del Pueblo, de Tu pueblo.
 
                          “Señora:
“Frente a nuestra escasez, a nuestra exigüidad, a nuestro mezquino entender y querer, Tú nos has mostrado la existencia de un caudal inmenso, de un ancho e impetuoso río de posibilidades: el caudal del amor del Pueblo y el río de la fe, de la esperanza, de la caridad del Pueblo; el caudal de todos, de cada uno; el río teologal subterráneo que —tantas voces sin saberlo, sin quererlo, rechazándolo—nos ha dado vida, ha nutrido la raíz de México; el caudal, el río de los corazones mexicanos; el secreto de su abnegación, de su afirmación, de su paciencia; la caridad, la esperanza, la fe del Pueblo, que todo lo podrían, que todo lo podrán; que pueden unirnos sin reservas, que pueden acometer y cumplir las empresas mejores: las de aquí y ahora, las del pan para todos y las de la alegre paz, de la libertad profunda y de la justicia cierta, y las más altas, también y sobre todo: las de la salvación.
“Un don, Señora, una enseñanza, un mandato; una responsabilidad, un consejo; una promesa, una merced, un deber imperioso, una revelación, un llamamiento que no es posible desoír; un consuelo, una exigencia, un apoyo, una compulsión.
 
                          “Señora:
  “Que podamos entender, que sepamos querer; que seamos, como el pequeño de Tu elección; capaces sin embargo de llevar el alto mensaje, de cumplir la ancha tarea; que no midamos con nuestras medidas sino con esas otras que Tu manifestación nos ha enseñado; que no olvidemos, que volvamos siempre; que no se seque el río teologal que es nuestra vida; que Tu gracia, Señora, Mediadora de toda gracia, haga florecer en rosas la humildad de nuestro vacilante y endeble esfuerzo.”
 
          El espíritu religioso de Gómez Morín puede compararse con la irreligiosidad de List Arzubide, cuyas entrevistas siguen a continuación.
 
 
Germán List Arzubide
 
          La vida de List es importante porque él representa una de varias élites en la oposición que trataban de efectuar cambios en México. En la década de 1920 List estuvo involucrado en el Estridentismo, movimiento sobre el cual escribió en su libro El Movimiento Estridentista (1928, publicado nuevamente in 1987) [12]
 
          Este movimiento fue fundado en diciembre de 1922 y enero de 1923. Manuel Maples Arce, junto con Germán List, Salvador Gallardo y Miguel N. Lira, lanzaron un ataque contra la “sociedad”. Maples Arce explicaba el Estridentismo no como “una escuela, ni una tendencia, ni una mafia intelectual sino como una razón de estrategia.” En las palabras de éste, el Estridentismo fue “un gesto. Una irrupción.”
          El Estridentismo es el movimiento que define la vanguardia literaria mexicana de la década de 1920, de un espíritu rebelde e iconoclasta, [13] influida por los movimientos de la vanguardia internacional que estaban en auge en los veintes en otros países de América Latina, como el futurismo del italiano Fernando T. Martinelli —severamente criticado por escritores como Amado Nervo, quien lo calificó de snobismo— o el creacionismo del chileno Vicente Huidobro, el unanimismo, el dadaísmo (la revuelta absoluta contra todo lo que existe) y el ultraísmo español. También se afirma que tres escritores influyeron a su manera al estridentismo: Walt Whitman, y los mexicanos José Juan Tablada y López Velarde.
 
          Los jóvenes de la vanguardia literaria mexicana leían artículos de los semanarios Revista de Revistas, Zig-Zag y El Universal Ilustrado, que publicaban noticias sobre la vanguardia escritas por corresponsales durante sus visitas a Europa o por mexicanos residentes allí, quienes enviaban también artículos traducidos de publicaciones francesas o italianas. Rafael Lozano, residente por largos años en París, fue un importante sembrador y mensajero de la vanguardia en México, quien creó y dirigió en 1922 la revista Prisma, publicación orientada a difundir la nueva poesía mexicana y el pensamiento internacional de la vanguardia. Este tenía amistad con los más célebres innovadores, como Marinetti, Huidobro, Reverdy, Tzara, Yvan Goll, Apollinaire, Breton, y otros.
 
          Las tesis del movimiento fueron enviadas en una serie de manifiestos a todos los diarios del país y fijadas, en una proclama, en los muros de la ciudad de Puebla. En el segundo manifiesto, los firmantes se definían “irreverentes, afirmales, convencidos” y finalizaban su exposición ideológica con un
 
                          “¡Viva el mole de guajolote!”
 
En el manifiesto número cuatro el encabezado principal en el Congreso Estudiantil de Ciudad Victoria era:
                           “chubasco estridentista
                            ¡¡Chopin a la silla eléctrica!!”
En estos manifiestos se proclamaba la verdad estridentista como la única verdad. “Defender el estridentismo es defender nuestra vergüenza intelectual...” Al aparecer el segundo manifiesto, List Arzubide “acosado por el asombro hirviente de los poblanos, tenía que explicar el credo estridentista en cada lugar...” [14]
 
          El año 1922 fue escenario de un cambio fundamental en las artes de América Latina: los jóvenes americanos exhibían, en brotes de diferentes movimientos, su ruptura total con el pasado.
 
           El estridentismo nació en Puebla, creció en Xalapa (Estridentópolis) donde fue apoyado por el gobernador, Gral. Heriberto Jara, y llegó a la capital, donde tomó asiento en el “Café de Nadie” de la Colonia Roma. Al principio, el movimiento representaba una subversión intelectual que perseguía el escándalo para provocar reacciones que inquietaran el ambiente artístico. En los manifiestos y los artículos subversivos del estridentismo se tachaba a la literatura en boga de amanerada, ficticia carente de vigor y aspiración entusiasta y honesta de educar y elevar el nivel de las emociones. El movimiento causó una reacción de parte del periodismo y originó un debate de autocrítica literaria en México. Pasada la época de los manifiestos, el movimiento comenzó a buscar apoyo en el orden social y a conducirlo a integrarse con las ideas de la Revolución Mexicana.
 
          Los manifiestos, poesía, discursos y libros de Maples Arce, List Arzubide, Arqueles Vela así como las máscaras del escultor Germán Cueto, ilustraciones de Alva de la Canal y Leopoldo Méndez y otros fueron acogidos por el mundo intelectual latinoamericano de vanguardia con gran entusiasmo y solidaridad.
 
Veamos un poema de List escrito en 1923: [15]
 

Ciudad

Número 1

 
Ciudades que inaugura mi paso
mientras los ojos de ella
secuestran el paisaje
 
El grito de las torres
en zancadas de radio
 
Los hilos del telégrafo
van colando la noche
y en las últimas cartas regresó la distancia
 
y con la boca abierta
el crepúsculo espera
que se resbale la primera estrella
 

             Las aceras                          El balcón

se enredan                  de su adiós
a mi planta                  se entrega entero en una conversión
 
En las esquinas
       las muchachas inéditas
han encendido los voltaicos
y el paisaje metido en los eléctricos
va diciendo los nombres retrasados
 
Un vals en el exilio
remendado de notas de colegio
                                 Y
cruzado de brazos
                        el HOTEL
 
lacrado con el grito de todos los países
        y un pobre tiempo viejo
 
Esta ciudad es mía
y mañana
la arrojaré a puñados
al camino de hierro
 
         Luis Mario Schneider, en su minucioso e interesante libro El estridentismo; una literatura de la estrategia [16] afirma que el movimiento fue esencialmente poético y unido estrechamente al despertar de la nueva corriente plástica nacional de los años 20. El estridentismo es sin lugar a dudas el primer movimiento literario mexicano que en este siglo introduce algo novedoso. Está inscrito dentro de un auténtico sistema lingüístico de vanguardia...observa una dirección de lenguaje puramente emotivo, desdeñando cualquier interferencia descriptiva, cierto artificio provocado por un refinamiento interior unido a un individualismo real que otorga al poema estridentista un clima de orgullo, pedantería desprecio a lo práctico y odio a lo burgués. Utiliza un lenguaje agresivo, insultante, provocador, y a veces hasta soez. Da gran importancia a la metáfora, a la omisión de frases medianeras, de nexos gramaticales, adjetivos inútiles, de lo ornamental. Los estridentistas tenían la moral dual de toda escuela vanguardista: por un lado jugaban con el orden imaginativo y por el otro deseaban fusionarse desesperadamente a la realidad más objetiva y próxima.
 
          Según Schneider, aunque uno de los factores distintivos de los movimientos de vanguardia es su carácter efímero, “el estridentismo fue el movimiento vanguardista en español que más duración tuvo y el que más libros en conjunto dejó en sus cinco años de existencia.” [17]
 
          Durante los años que List y Maples Arce trabajaban con el gobernador Heriberto Jara en Xalapa, el espíritu rebelde del grupo los llevó a identificarse con los “verdaderos” héroes de México, siendo Emiliano Zapata uno de los más importantes. Fue así que en 1927 List escribió el primer libro que redimió la imagen de Zapata, quien hasta entonces había sido relegado a la canasta de basura de la historia como un bandolero sin valor social alguno. El pequeño libro de List Arzubide sobre este personaje, Emiliano Zapata: Exaltación, fue publicado por Talleres Gráficos del Gobierno de Veracruz. En este libro List declara:
 
“Zapata no fue para los diarios de México y de todo el mundo, sino el bandolero y sus tropas calificadas de hordas de asaltantes; y sin embargo, aun fuera de México, los periódicos se preguntaban:
“¿Cuáles son las condiciones de estos bandidos? Si no andan peleando por botín, ni por diversión, ni por ambición, por qué andan peleando? Si no son bandidos, ¿qué son pues?
“Preguntémoslo a nuestras conciencias; que cada uno de nosotros diga ahora, cuando hasta con su muerte probó Zapata la pureza de su ideal y la de los que lo seguían, qué eran esos hombres; qué pedían... [Los] ignorantes, los analfabetos, los que el mundo califica de rémora, quienes comprendieron el llamado de Zapata; fue entre la turba donde halló a sus defensores; y es que arrancando su ansia del dolor, sólo los que sufrían lo comprendieron...
“[A Zapata, Madero y Carranza] le ofrecieron riquezas y honores: Madero le dijo en Cuautla: "Deje usted esto del agrarismo, que el Gobierno no puede por ahora echarse esos compromisos; yo le ofrezco una o dos haciendas de las mejores de Veracruz; lo mando a Europa..." y él no acepto. . ..
[Esos hombres seguían a Zapata porque él había proclamado en 1911] ‘mientras haya un campesino armado, no toleraré que las haciendas continúen con los terrenos del pueblo’ y por querer que la tierra fuera libre, que sus frutos fueran tan sólo para el que la trabajara; por tener un sueño de justicia, nadie estuvo con él, fuera de sus indios; escasos elementos, tan escasos que se pueden contar por unidades, de entre los que lla­mamos presuntuosamente "hombres de razón” . . .
[Después los seguidores de Zapata oyeron muchas veces hablar de su carta a Carranza, que decía:]
‘Bancos saqueados; imposiciones de papel moneda, una, dos o tres veces, para luego desco­nocer, con mengua de la fe pública, los billetes emitidos; el comercio desorganizado por estas fluctuaciones monetarias; la industria y las empresas de todo género, agonizando bajo el peso de contribuciones exorbitantes, casi confiscatorias; la agricultura y la minería, pereciendo por falta de garantías y de seguridad en las comunicaciones; la gente humilde y trabajadora, reducida a la miseria, al hambre, a las privaciones de toda especie, por la paralización del trabajo, por la carestía de los víveres, por la insoportable elevación del costo de la vida.
‘En materia agraria, las haciendas cedidas o arrendadas a los generales favoritos; los antiguos latifundios de la alta burguesía, reemplazados en no pocos casos, por modernos terratenientes que gastan charreteras, kepí y pistola al cinto; los pueblos burlados en sus esperanzas.
'Ni los ejidos se devuelven a los pueblos, que en su inmensa mayoría continúan despojados; ni las tierras se reparten entre la gente de trabajo, entre los campesinos pobres y verdaderamente necesitados.
‘En materia obrera, con intrigas, con sobornos, con maniobras disolventes, y apelando a la corrupción de los líderes, se han logrado la desorganización y la muerte efectiva de los sindicatos —única defensa, principal baluarte del proletariado en las luchas que tiene que emprender por su mejoramiento. . . .
“¿Existe libre sufragio? ¡Mentira! En la mayoría, por no decir en la totalidad de los Estados, los Gobernadores han sido impuestos por el Centro; en el Congreso de la Unión figuran como diputados y senadores, criaturas del Ejecutivo, y en las elecciones municipales, los escándalos han rebasado los limites de lo tolerable, y aun de lo verosímil.
‘En materia electoral, ha imitado usted con maestría y en muchos casos, superando, a su antiguo jefe, Porfirio Díaz.
‘Pero ¿qué digo? En algunos estados no se ha creído necesario tomarse siquiera la molestia de hacer elecciones. Allí siguen imperando los gobernadores militares, impuestos por el Ejecu­tivo Federal, que usted representa . . .
‘En los campos [su ejército] roba semillas, ganados y animales de labranza; en los poblados pequeños, incendia o saquea los hogares de los humildes, y en las grandes poblaciones, especula en grande escala con los cereales y semovientes robados, comete asesinatos a la luz del día, asalta automóviles y efectúa plagios en la vía pública, a la hora de la mayor circulación, en las principales avenidas, y lleva su audacia hasta constituir temibles bandas de malhechores, que allanan las ricas moradas, hacen acopio de alhajas y objetos preciosos, y organizan la indus­tria del robo. . .”
“[Aunque] Carranza respondió a esta carta, enviando al General Pablo González con órdenes terminantes de acabar con el zapatismo en cualquier forma (. . . ) [Zapata] sembró un nuevo ideal; discípulo de un Cristo más cerca de estos tiempos, no del Cristo de la derrota que espera el reino de Dios en otro mundo, sino del que lucha porque el reino de Dios venga con nosotros, del Cristo de Rodó, Cristo a la jineta, que con su carabina decía los sermones para los desesperanzados; al abrir con el pecho de su caballo las filas de los que luchaban por mantener viva la explotación del hombre por el hombre, hizo huir el reino de la sombra y de la injusticia.” [18]
 
          Además del libro sobre Zapata, List fue autor de muchos libros:
 
_    El Robo de la Mujer de Rubens: Cuentos de Viajes (México, D.F.: B. Costa‑Amic, 1976)
_    ¡¡Mueran los Gachupines!! (Puebla, 19??.
_    El Movimiento Estridentista (Jalapa, Ver.: Horizonte, 1926)
_    "Práctica de Educación Irreligiosa para Uso de las Escuelas Primarias y Nocturnas para Obreros". [s.i.]: Integrales, 1933.
_    Esquina: Poemas (México, D.F.: Talleres Gráficos del Movimiento. Estridentista, 1923)
_    Plebe: Poema de Rebeldía (Puebla: Casa Editorial Germán List Arzubide, 1925)
 
_    Tlatoani. Vida del Gran Señor Nezahualcoyotl. (México, D.F.: Librería de M. Porrúa, 1975)
_    La Huelga de Río Blanco (México, D.F.: SEP,1935.
_    El Río (México D.F.: Talleres Gráficos Nacionales, 19??)
_    Madero: El México de 1910. Homenaje a los Cien Años de su Nacimiento. (México, D.F.: Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1973)
_    Puebla: Síntesis Histórica‑Geográfica del Estado (México: SEP, 1946)
_   Troka El Poderoso (cuentos infantiles). (México: El Nacional, 1939)
_    La Batalla del 5 de Mayo. (México, D.F. (?): Margen, 1962)
_    Tres Comedias para el Teatro Infantil (México: SEP, 19??) Co-Autor.
 
   List escribió prólogos, incluidos en:
 
_    Banqueta de Renato Leduc. México: Margen, 1961.
_    Hacia una Lectura Proletaria de Lorenzo Turrent Rozas. Xalapa, Ver.: Integrales, 1932.
 
            Acerca de List, hay un importante artículo publicado en 1981 por Miguel Angel Morales, en el cual el autor denomina a List “El Último Estridentista”. Dice Morales: “Hace año y medio, entrevisté a Maples Arce y me confesó “Ya no soy estridentista porque tengo ochenta años; lo fui en los veintes.” [19]
 
            A List le hubiera agradado saber que ya en el año 2000 se encuentra una vez más a la vanguardia de los líderes mexicanos que fueron sus contemporáneos —esta vez en el Internet. Existe en esta red mayor información biográfica sobre él y extractos de sus obras que sobre cualquiera de los demás personajes entrevistados en esta serie. Por ejemplo, encontramos una nota de Eduardo Deschamps R. de 1998 —con motivo del deceso de List a los 100 años y anunciando la venta, en 170 dólares de un ejemplar ya casi imposible de encontrar desde hace varias décadas, de su libro Práctica de educación irreligiosa. Deschamps escribe sobre este libro: [20]
 
“Se trata, en verdad, de una visión ideológico-política abierta del desarrollo de la historia de Occidente hasta nuestros días. Hechos, nombres y fechas intentan probar el interés materialista de la iglesia, su proclividad al poder sin importar medios, su honda raigambre terrestre con fachada de cielo. En fin, su traición hacia las clases desposeídas.
“Leer o releer ambos textos editados en 1934, poco antes de ascenso al poder del general Cárdenas, explica el ambiente que vivía México en aquellos días. .
“En julio de 1933, en Morelia, por el Partido Nacional Estudiantil Pro-Cárdenas que se propuso la sustitución de la enseñanza laica por la socialista desde los grados primarios hasta la profesional. La discusión y aprobación definitiva de este nuevo tipo de educación por la Cámara de Diputados para llevarse al artículo Tercero ocurrió en 1934. Por supuesto, se hablaba del socialismo científico.
“Y en aquellos tiempos también Germán List Arzubide contribuía con su Práctica de educación irreligiosa. . . .
“En [libro contiene dos partes: en el primero] el autor hace recomendaciones al maestro, al profesor encargado de educación básica... List Arzubide propone al profesor como un ‘camarada’ y convierte su práctica de asamblea en operación mínima y democrática de un sindicato escolar...
“Más virulenta es la segunda parte, dedicada a niños mayores de diez años y las escuelas nocturnas para los obreros, incipientes ‘escuelas Artículo 123’ que muchos cursamos.
 
          En el Internet las páginas del Internet sobre List incluyen:
www.jornada.unam.mx/1998/may98/980531/sem-german.html
www.pueblaonline.com/sociedad_y_cultura/poblanos_ilustres/german_01.html  www.oxfordcoach.com/auth/arzu.html 
www.cnca.gob.mx/cnca/nuevo/diarias/191098/glistarz.html
http://serpiente.dgsca.unam.mx/voices/1999/ene/escobar.html
www.uom.edu.mx/trabajadores/03list.htm
 
                  La última página del Internet citada nos ofrece una conclusión a nuestro análisis de la vida de List cuando escribe:
 
 
 
 
 
 
 
         “El Premio Nacional de Artes y Ciencias en el campo de la Lingüística y la Literatura, 1997, le fue otorgado a Don Germán List Arzubide, el poeta de los tres siglos [quien respondió] ‘viví los últimos años del siglo xix, disfruté todo el xx y estoy viendo los principios del siglo xxi.’
       “A punto de cumplir un siglo de vida, Don Germán, el poeta estridentista, el último representante de la única vanguardia literaria en la historia de nuestro país; el militante casi desconocido, el que trasladó, escondida en su pecho, la bandera norteamericana —una bandera que Sandino les quitó en combate— desde Nicaragua hasta Alemania a un congreso antiimperialista; el revolucionario ignorado, el que vivió la historia de México antes de leerla.
 
              Al aceptar el premio, List dijo: “En efecto fui revolucionario, soy veterano y jamás nadie me ha pelado por eso; el hombre que solamente esperaba conmover a alguien con su poesía, recibe la noticia del premio entre confundido y agradecido, no entiendo por qué me lo entregan y ahora... no lo puedo creer.” [21] .
 
              El Archivo de List Arzubide está al cargo de Refugio Solís. [22]
 
Miguel Palomar y Vizcarra
 
          Las memorias de Miguel Palomar y Vizcarra representan un aspecto importante y poco estudiado de los años de 1920. Palomar y Vizcarra fue uno de los fundadores y dirigentes de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (lndlr), movimiento católico laico que coordinó una rebelión armada en contra del gobierno mexicano de 1926 a 1929. [23] Así como el licenciado Palomar y Vizcarra niega que el gobierno antirrevolucionario de Victoriano Huerta haya contado con apoyo católico en 1913 y 1914, describe claramente la ideología católica que impulsó a la rebelión cristera.
 
          Palomar participó de manera importante en los Congresos Sociales Católicos, anteriores a la Revolución, y ha escrito varios estudios sobre el movimiento cristero, entre ellos, El caso ejemplar mexicano (1945).

          Después de los arreglos en 1929 entre la jerarquía de la Iglesia mexicana y el Gobierno de México, los cuales pusieron fin a la Guerra Cristera, el  prelado mexicano que participó en las negociaciones trató de destruir el archivo  cristero, tal como lo había hecho el prelado estadounidense que intervino en los arreglos. Según Palomar, durante la guerra, las hermanas de Vasconcelos habían  guardado el archivo en la Biblioteca Nacional, y después de los arreglos fue escondido en una farmacia. Palomar rescató el archivo a fines de la década de 1930. Y a prinicipios de  la década de 1950 éste, con el apoyo del arzobispo de Durango, José de Jesús Valencia, se apoderó de una parte del Archivo V.I.T.A.-México que contiene los documentos de la LNDLR en Roma, a través del cual, de 1926 a1929,  cabildeaban los cristeros ante el Vaticano en contra de los arreglos y obtenían la ayuda económica y el respaldo moral de los feligreses católicos europeos a los Cristeros.   
 
          Los documentos personales de Palomar, que incluyen el Archivo Cristero, están actualmente depositados tanto en el Instituto Nacional de Antropología e Historia como el Archivo Histórico de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México. También pueden obtenerse porciones selectas de ese Archivo Cristero en microfilm en la Biblioteca Bancroft de la Universidad de California en Berkeley.
 
          Palomar escribió varios libros:
_    El Pensamiento Cristero (2a. ed.; Puebla: Nieto, 1943)
_   El Caso Ejemplar Mexicano (Guadalajara: Editorial “Rex-Mex,” 1945) [2a. edición; México, D.F.: Jus, 1966, de la cual citamos aquí parte del texto]
_   La Epopeya Cristera. Afirmación de Nuestra Estirpe: Conferencia (México, D.F.: Editorial RevMex, 1951)
_   La Vida Pintoresca del Beato Sebastián. (Colima: RevMex, 1951)
La Acción Católica y la Acción Cívica (conferencia sustentada por Miguel Palomar y Vizcarra) en la Tercera Asamblea Nacional de la Acción Católica Mexicana, el 19 de junio de 1936). (3a. ed.: México, D.F.: Ara, 1963)
_   La Comunión de los Hombres: La Eucaristía es un Sacramento Esencial Viril (México, D.F.: Ara, 1963)
_   La Misión Histórica de México (conferencia leída el día 17 de septiembre de 1937) (México, D.F.: Ara, 1966)
 
A la historiadora Alicia Olivera le corresponde el mérito de haber rescatado la historia de Palomar. Ella condujo la primera entrevista importante de historia oral con Palomar:
 
Miguel Palomar v Vizcarra y su Interpretación del Conflicto Religioso de 1926 (entrevista por Alicia Olivera Sedano de Bónfil)  (México, D.F.: inah, 1970)
 
Y fue Alicia Olivera Sedano quien microfilmó el archivo y escribió el primer análisis académico del papel que desempeñó Palomar en la historia:
 
“Aspectos del Conflicto Religioso de 1926 a 1929; sus Antecedentes y Consecuencias” (México, D.F.: Tesis de Maestría en Historia, unam, 1963)
 
Olivera hizo un penetrante análisis de los proyectos de Palomar, desde 1917, para establecer una Liga Cívica, que en 1925 llegó a ser la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religosa.
 
          La obra misma de Palomar tenía por objeto “reivindicar las glorias de la Epopeya Cristera, e impedir que esas glorias se vean sumergidas en el olvido”. Según Palomar, la obra fue elaborada por la más vieja guardia de los cristeros y de la lndlr.
 
          Así, Palomar publicó, con motivo del 50° Aniversario de la Coronación de la Virgen de Tepeyac, El caso ejemplar mexicano con los siguientes propósitos:
1)  exponer la interpretación de la historia de México con la perspectiva cristera;
2)  distinguir entre el catolicismo de los Estados (controlado por el protestantismo) y el de Latinoamérica (basado en su cultura hispana),
3)  y recordar al público la importancia del manifiesto de la fundación de la lndlr.
 
A continuación presentamos el manifiesto:
“L1GA NACIONAL DE LA DEFENSA RELIGIOSA :
“Su razón de ser:
“Ya es tiempo de que nos unamos los católicos mexicanos para defender la Religión y la Patria.
“La Constitución que nos rige elaborada en Querétaro por un grupo de gente armada, ha originado la persecución religiosa en forma permanente, como institución del Estado.
“A los católicos no nos reconoce los derechos que concede a los ciudadanos.
“No tenemos verdadera libertad de enseñanza.
“No podemos publicar periódicos que comenten asuntos políticos nacionales, ni agruparnos en partidos políticos con elementos y nombre propio;
“No podemos cumplir con nuestros deberes religiosos con entera y plena libertad.
“Coloca la Constitución a nuestros sacerdotes en situación tan restringida y humillante, que de hecho los incapacita para ejercer libremente su ministerio; les exige que sean mexicanos de nacimiento y les quita todos los derechos y las prerrogativas del ciudadano mexicano; los declara profesionistas y no les concede ninguno de los derechos de que gozan las personas, extranjeras o no, que ejercen en la República una profesión honesta, y los entrega atados de pies y manos al capricho de las autoridades que pueden limitar su número de la manera más arbitraria y ridícula; en una palabra, no sólo desconoce a la Iglesia, sino que puede despojarla de cuanto tiene; la incapacita para poseer de cualquiera manera que sea; la escarnece, la pone fuera de la ley y de toda clase de consideraciones, llevando la injusticia para con ella hasta el punto de establecer que los procesos por infracción a las anteriores prescripciones nunca sean vistos en jurado; y por último, ni la tiranía de los de arriba ni el desenfreno de los de abajo parecen estar satisfechos, presentándose muy oscuro el porvenir.
“Además, el socialismo revolucionario, aprisionando en una férrea malla las fuerzas vivas de la patria, mina a toda prisa sus fundamentos esenciales e imposibilita con sus excesos la vida nacional; integrados los sindicatos socialistas en gran parte por católicos que a su pesar se amparan bajo sus banderas para poder vivir, constituyen en Méjico, no grupos de obreros que buscan su mejoramiento, sino ejércitos capitaneados por líderes que hacen maniobras políticas; la fuerza sindical revolucionaria en nuestra patria no es propia, sino emanada del poder público.
“Pues bien: ¿qué hemos hecho y qué hacemos los católicos mejicanos para poner coto a tamañas injusticias y un dique á la devastación comunista que ya nos ahoga? ¿qué hacemos actualmente para detener al enemigo?
“Nada, o casi nada. La apatía, el egoísmo, la falta de unidad en la dirección, nos hacen vivir vida de vencidos sin ánimo para empeñar una lucha decidida y vigorosa; por otra parte hay en nuestras filas cultura, abundancia de buenas voluntades, esfuerzos generosos personales, amor patrio vivísimo, amor acendrado a nuestra Religión, elementos suficientes para librar la batalla e ir a la victoria, uniendo las pocas fuerzas ahora dispersas para convertirlas en un solo ejército con unidad de miras y de mando.
“Tal estado de cosas no debe durar por más tiempo; porque además de ser injusto, antinatural y antidemocrático, mantiene entre nosotros, hijos de una misma Patria, esto es, de una misma madre, un espíritu de división que ya ha degenerado en odio; y bien se sabe que el odio entre ciudadanos es el mayor enemigo que tiene la Patria; y también es un deber para nosotros los católicos el poner un hasta aquí a los desmanes de los enemigos de nuestras creencias.
 “Es preciso, pues, que nos unamos, concertando todas nuestras fuerzas, para que a su tiempo y a una hagamos un esfuerzo enérgico, tenaz, supremo e incontenible, que de una vez para siempre arranque de raíz de la Constitución, todas sus injusticias, sean las que fueren, y todas sus tiranías vengan de donde vinieren.
“Se nos ha llamado al combate, se nos obliga a ello con persecuciones injustas y tiránicas; lamentamos la guerra, pero nuestra dignidad ultrajada y nuestra fe perseguida nos obligan a acudir para la defensa, al mismo terreno en que se desarrolla el ataque.
“Esta es la única manera de que tengamos libertad y de que se nos haga justicia; y para esto precisamente se funda la liga nacional de defensa religiosa
 
“NATURALEZA Y PROGRAMA DE LA LIGA
 
“La Liga es una asociación legal, de carácter cívico, que tiene por fin conquistar la libertad religiosa y todas las libertades que se derivan de ella en el orden social o económico, por los medios adecuados que las circunstancias irán imponiendo.
“La Liga quiere ser una asociación de todos los verdaderos católicos mejicanos, cansados ya de tantos atropellos en contra de su Religión, del orden social y de sus derechos cívicos tan cínicamente burlados en los comicios electorales.
“Esta unión se impone. Los elementos que nos son contrarios se sindicalizan en todas partes, imponiendo al país la tiranía más audaz que se conoce y preparándose para ulteriores atropellos aún más inauditos. ¿Cómo se explica que siendo ellos la minoría, se hayan, sin embargo, atrevido a maniatarnos, a los que somos la mayoría incontestable de la Nación? Sencillamente porque nos saben desunidos.
“Unámonos, pues, y seremos, ya no sólo las innumerables gotas de agua que separadas fertilizan el suelo mejicano, sino también la corriente caudalosa formada por la reunión de estas mismas gotas, corriente que engendre fuerza ordenada y avasalladora. Las luchas del porvenir serán sindicalistas, y la victoria será de aquellas organizaciones que presenten mayor unión y mayor consistencia.
“La Liga será una asociación legal. Según la Constitución, «no se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito; pero solamente los ciudadanos de la República podrán hacerlo para tomar parte en los asuntos políticos del país» (Art. 9), y más adelante (Art.35), al tratar de las prerrogativas del ciudadano, apunta la de «asociarse para tratar los asuntos políticos del país».
“Ahora bien: la cuestión religiosa en Méjico es cuestión política, desde el momento en que ha tenido cabida en la Constitución de la República y se han apropiado los poderes públicos el derecho de legislar sobre ella.
“Luego pueden los ciudadanos mejicanos asociarse constitucionalmente, esto es, legalmente, bien para tomar parte en los asuntos políticos del país, bien para tratar el asunto religioso del país.
“La Liga será de carácter Cívico.
“La Jerarquía Católica no tiene que ver con ella ni en su organización ni en su gobierno, ni en su actuación.
“No quiere decir esto que la Liga esté en oposición con la Autoridad Eclesiástica, y que quiera obrar con toda independencia del consejo y de la alta dirección de esta misma autoridad; sino que tomando sobre sí toda la responsabilidad de sus actos, pretende simplemente moverse con la libertad que racionalmente le conviene (Encíclica Il fermo propósito de Pío X ). Conoce la Liga los principios y las orientaciones de la Santa Sede en materia cívica; y los hace suyos; y nunca se apartará de ellos ni en un ápice.
“Dado este carácter de la Liga, esperamos que se nos unirán todos los mejicanos que amedrentados por los progresos de la inmoralidad y de la libre propaganda de doctrinas antisociales, temen con razón por el porvenir.
“El fin de la Liga es, pues, detener al enemigo y reconquistar la libertad religiosa y las demás libertades que se derivan de ella. Tiene un programa que no es un grito de guerra, ni una exigencia fuera de propósito: es sólo una síntesis de justas y debidas reivindicaciones a que tienen derecho los mejicanos para poder vivir como católicos, y que nadie en una República democrática, puede poner en tela de juicio.
“Es tan sencillo, como es sencilla la fórmula que lo expresa, sin vaguedad alguna ni equívoco posible.
“Se reduce a exigir:
1°. Libertad plena de enseñanza
2°. Derecho común para los ciudadanos católicos;
3°. Derecho común para la Iglesia;
4°. Derecho común para los trabajadores católicos.
“En consecuencia, pide la Liga sean derogados los artículos de la Constitución en todas aquellas partes que se opongan:
“a) A la completa libertad de enseñanza primaria, secundaria y profesional;
“b) A los derechos de los católicos como mexicanos, con todas las prerrogativas que concede la Constitución a los ciudadanos;
“c) A los derechos de la Iglesia relativos al culto, a sus iglesias, escuelas, obras de caridad y sociales; dejándole, por lo tanto, la propiedad y libre uso y disposición de los bienes inmuebles necesarios para el culto, seminarios, alojamiento de ministros, patronatos etc., lo mismo que los bienes muebles destinados al ejercicio de estos mismos servicios; pudiendo ella recibir y administrar sin más autorizaciones generales, que las requeridas para la validez de las donaciones legales; reconociendo legalmente a sus sacerdotes los derechos civiles y políticos que tengan los demás ciudadanos y declarando que ni el Congreso General, ni las Legislaturas tendrán facultad para dictar leyes sobre asuntos religiosos.
“Los medios legales de que se valdrá la Liga para hacer que se respeten estos derechos, serán los constitucionales y los exigidos por el bien común.
“México, 14 de marzo de 1925.
Lic. R. Ceniceros y Villarreal; Lic. José Esquivel Alfaro; Lic. Miguel Palomar y Vizcarra; Ing. Carlos F. de Landero; Luis G. Bustos; René Capistrán Garza; Juan Lainé; Enrique Torroella Jr.; Lic. Rafael Capetillo; Manuel de la Peza; Dr. Manuel G. del Valle; Mariano G. Laris; Ramón Ruiz y Rueda; Edelmiro Traslosheros; Luis G. Ruiz y Rueda; Fernando Silva; Francisco Palencia Llerena y Fernando García de Quevedo".
 
            Según Palomar, tres rasgos se imprimieron a la institución que se fundó en 1925 y que no precisaba o no ampliaba el proyecto de 1920. “Son de enorme importancia: 1°. La Liga quiere ser una asociación de los verdaderos católicos mexicanos, no sólo de los ciudadanos católicos. 2° La Liga empleará los medios adecuados que las circunstancias irán imponiendo: esos medios «serán los constitucionales y los exigidos por el bien común». De esa manera la institución no se ataba las manos. 3° La Liga será de carácter cívico. La Jerarquía Católica no tiene que ver con ella ni en su organización, ni en su gobierno, ni en su actuación”. Así se procuraba evitar responsabilidades al Episcopado.
 
             Según Palomar:
                 “Es necesario aclarar que si se afirmaba en el manifiesto que acabamos de transcribir que "la cuestión religiosa en México es cuestión política, desde el momento en que ha tenido cabida en la Constitución de la República y se han apropiado los poderes públicos el derecho de legislar sobre ella", tal aseveración se refería al punto de vista estrictamente legal y en orden al derecho de los ciudadanos católicos de asociarse legalmente en defensa de la libertad religiosa, sin que se pretendiera asegurar que de suyo y específicamente, a pesar de tener cabida en la llamada Constitución y haber usurpado los tiranos la facultad de legislar sobre ella, sea política la cuestión religiosa en México y la acción de los católicos en defensa de la libertad religiosa constituya un acto específicamente político.
                 “Esa acción, de suyo y específicamente, no es política sino plenamente cívica; más aún, medularmente religiosa, pues como lo dijo la Santidad de Pío xi el 26 de septiembre de 1925, seis meses después de haberse publicado el Manifiesto que lanzó la Liga, dirigiéndose a los delegados al Congreso Internacional de la Juventud Católica reunido en Roma:
                 “Es necesario, en fin, evitar una confusión que puede surgir cuando acaece que nosotros, El Episcopado, el Clero, el laicado católico, parece que hacemos política, cuando en realidad no hacemos sino obra de Religión...cuando combatimos por la libertad de la Iglesia, por la santidad de la familia y de la escuela, por la santificación de los días consagrados al Señor...”
 
            Palomar falleció veinte años antes de que muchas de sus metas se convirtieran en realidad con la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia en 1988. Durante su presidencia, Salinas restauró muchos de los derechos y privilegios de la Iglesia. Actos que apoyan la interpretación del historiador Peter L. Reich, [24] quien afirma que desde el fin de la guerra cristera de 1929, existía un pacto implícito entre el partido oficial y la jerarquía católica para reforzar mutuamente la relación entre la Iglesia y el Estado. No obstante, no fue sino hasta la década de 1990 que este pacto floreció con la apertura realizada por Salinas. Esto hizo posible que cuando Fox llegara a la presidencia, pudiera, en acto público simbólico, televisado en el mundo entero, hacer una visita a la Basílica de Guadalupe antes de la ceremonia oficial de toma de posesión, el primero de diciembre de 2000, y recibir la comunión de rodillas ante la imagen de la virgen. E inmediatamente después de tomar la protesta de su gabinete en el auditorio nacional, recibir una enorme cruz de manos de su hija, la cual detuvo contra su pecho, casi cubriendo la banda presidencial, que implica una representación de la bandera nacional.
 
Conclusión
 
          Las entrevistas que presentamos a continuación entrañan un debate implícito entre líderes a favor y en contra de la “revolución institucionalizada’. Por ejemplo, el punto de vista del católico militante Palomar y Vizcarra hace contrapeso al del militante “irreligioso” List.
 
          La percepción del papel del Estado que revela Juan de Dios Bojórquez difiere fundamentalmente de la que expone Manuel Gómez Morín. Y Ramón Beteta, a quien se le conocía como el “defensor” de la revolución institucionalizada cuando tuvo un puesto importante bajo el Presidente Lázaro Cárdenas, desempeñó el mismo papel bajo el Presidente Alemán, cerrando así la brecha entre las dos alas del partido oficial, que llegaron a representar cada uno de estos dos presidentes.
 
          Aunque los líderes entrevistados no participaron en un debate directo entre sí, el lector podrá apreciar en este libro la polémica que surge de sus puntos de vista estratégicos, generados por la época histórica en que vivieron.
 
          En la entrevista tratamos de que cada entrevistado tuviera la oportunidad de exponer su punto de vista y explicar su actuación en la historia a medida que reflexionaba sobre su vida ante el estímulo de las preguntas del historiador. No obstante, el resultado de cada entrevista varía según las circunstancias y el tiempo libre de que dispone el entrevistado, quien suele ser una persona rodeada de presiones y actividades que le exigen atención.
 
          A final de cuentas, es el lector quien tiene que ser el juez del significado “real” y la “verdad” de los acontecimientos que se discuten en las entrevistas, así como del papel que desempeñaron estos líderes en la historia. A medida que ellos tratan de explicar la historia desde su punto estratégico en el tiempo y el espacio. Además, no hay que olvidar que la historia oral no es más que un método complementario a otros, el cual tiene por objeto principal acercarnos a la “verdad” y la “verdadera verdad” histórica.
 


[1] Existe un libro publicado en México, compilado por Jorge Aceves Lozano, (Historia Oral Instituto Mora y Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993). Aunque en su prefacio (pp. 17-19), Aceves habla por los menos de diez programas de historia oral en las diferentes regiones de México, en realidad el libro trata la historia oral en otros países, no en México. En Internet se pueden consultar dos distintos Archivos de la Palabra: del inah: www.arts-history.mx/biblioteca/subdi.html y de los
Legisladores de México www.cddhcu.gob.mx/museoleg/archpal.htm.

 
[2] Ver James W. Wilkie, Elitelore (Los Angeles: ucla Latin American Center Publications, 1973), traducido por Jorge Balán en Historias de Las Historias de Vida en Ciencias Sociales. Teoría y Técnica (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1974), pp. 93-151. También ver, por ejemplo, James W. Wilkie y Monica Menell-Kinberg, “Evita: From Elitelore to Folklore,” Journal of Latin American Lore, 7:1 (1981), pp. 99-140; Daniel I. Geffner, “Cinemalore: State of Siege as a Case Study,” Journal of Latin American Lore 2:2 (1976), pp. 221-23; Ronald H. Dolkart, “Civilization’s Aria: Film as Lore and Opera as Metaphor in Werner Hertzog’s Fitzcarraldo,” Journal of Latin American Lore 11:2 (1985), pp. 125-141; Ronald H. Dolkart, “Elitelore at the Opera: The Teatro Colón of Buenos Aires,” Journal of Latin American Lore 9:2 (1983), pp. 231-250; David Lorey and James W. Wilkie, “The ‘I’ as ‘We’ in Elitelore: The Merging of Individual and Collective Lores,” Journal of Latin American Lore 13:1 (1987), pp. 3-26.

[3] Tomado de Beteta, Camino A Tlaxcalantongo, pp. 84-89, 124-126.
 
 

[4] Parte de esta breve biografía se basa en el artículo de Cirino Pérez Aguirre, “Pena por el Deceso del Senador Juan de Dios Bojórquez”, Novedades, 28 de julio de 1967 y en la nota de defunción de Bojórquez en Excélsior de la misma fecha.
 

[5] Sobre la historia de la estadística ver: Sergio de la Peña y James W. Wilkie, La Estadística Económica en México: Los Orígenes (México, D.F.: Siglo XXI, 1994).
 

[6] Bojórquez, Crónica del Constituyente, pp. 239-241
 

[7] Ibid., pp. 696-699.

[8] Ver la información sobre el Archivo de Manuel Gómez Morín en Guía de Archivos y Bibliotecas Privados (México, D.F.: Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privados, A.C., 2000), pp. 143-152.
 

[9] Tomado de la Introducción al libro de Gómez Morín, El Crédito Agrícola en México (Madrid: Espasa‑Calpe, 1928), publicado por segunda vez en pp. 42-47 de Manuel Gómez Morín: “1915” y Otros Ensayos (citado en el texto arriba).

[10] Manuel Gómez Morín: “1915” y Otros Ensayos,, pp. ix-x.

[11] Tomado de Manuel Gómez Morín: “1915” y Otros Ensayos,, pp. 133-134
 

[12] Publicado por la Secretaría de Educación Pública en 1987 con el propósito de rescatar obras relevantes para las letras y la Historia de México.
 

[13] Este análisis se basa en nuestras entrevistas de historia oral con List, así como en su libro publicado en 1928 sobre El Movimiento Estridentista y el análisis de Luis Mario Schneider, El Estridentismo: Una Literatura de la Estrategia (México, D.F Instituto Nacional de Bellas Artes, 1970).
 

[14] List, El Movimiento Estridentista, passim.
 

[15] List, Ibid., pp. 45-46.
 

[16] Schneider, passim
 

[17] Ibid., p. 209.
 

[18] List, Emiliano Zapata, PP. 20-27.
 

[19] Miguel Angel Morales, “Nuevas Estridencias,” Excélsior, 20 de septiembre de 1981.
 

[20] http://www.fpunios.org.mx/libros/libros08.htm

[21]   www.uom.edu.mx/trabajadores/03list.htm

 
[22] La dirección del correo electrónico de Solís es: <[email protected]>,

 
[23] Algunos aspectos de la participación de Palomar y Vizcarra se discuten en James W. Wilkie, 'The Meaning of the Cristero Religious War Against the Mexican Revolution", Journal of Church and State 8 (1966), pp. 214‑233.
 

[24] Peter L. Reich, Mexico’s Hidden Revolution: The Catholic Church in Law and Politics since 1929 (Notre Dame, Indiana: Notre Dame University Press, 1995).Cfr. James W. Wilkie, “Ideological Conflict in the Time of Lázaro Cárdenas” (Berkeley: M.A. Thesis in History, University of California, 1959) y James W. Wilkie, “The Meaning of the Cristero Religious War Against the Mexican Revolution,” Journal of Church and State, Vol. 8 (1966), pp. 214-233. También ver el Ensayo Bibliográfico en James W. Wilkie y Albert L. Michaels, eds., Revolution in Mexico: Years of Upheaval, 1910-1940 (2nd. Issue; Tucson: University of Arizona Press, 1969), pp. xiii-xxviii y 285-297.

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